Santos y mártires en la Custodia de Tierra Santa

santi martiri custodia

Son mártires y testigos de la fe, hombres que ejercieron las virtudes cristianas heroicamente y vivieron una vida de santidad. Son una quincena de frailes franciscanos cuya vida se entrelaza, al menos en parte, con la Tierra Santa y la misión de la Custodia, elevados al honor de los altares.

A finales del siglo XIV los caminos del beato Salvatore Lilli, el beato Frédéric Janssoone y el beato Mamerto Esquiú se cruzan en Jerusalén. En el mismo periodo, ocho franciscanos mueren como mártires en Damasco. A mediados del siglo XX, el beato Gabriele Allegra, traductor de la Biblia al chino, entra en contacto con la Custodia, en particular con el Studium Biblicum Franciscanum, del que abre una filial en Hong Kong, aunque por pocos años.

“Se puede decir que todos son misioneros. Llegaron a Tierra Santa por caminos misteriosos, y aquí entregaron su vida”, dice fray Ulise Zarza, vicepostulador de los santos de la Custodia de Tierra Santa. 

Las filas de los mártires

San Nicola Tavelic y sus compañeros (los hermanos Deodato, Stefano y Pietro) se consideran los “protomártires” de la Custodia. Procedentes de varios países europeos, llegaron a Jerusalén en 1383, destinados al convento del Cenáculo, en el Monte Sion, primera sede de la entonces recién nacida Custodia de Tierra Santa (constituida en 1342). En 1391, los cuatro frailes fueron quemados vivos por dar testimonio de la religión cristiana frente a los sarracenos.

El segundo grupo de mártires es el de los santos Emanuele Ruiz y sus compañeros, canonizados el pasado 20 de octubre. Los ocho frailes, una comunidad entera, abrazaron con fe la prueba del martirio en 1860 en Damasco, rechazando la conversión al islam y muriendo “como cristianos”.

santi martiri custodia - salvatore lilli

Finalmente, el beato Salvatore Lilli, asesinado por odio a la fe en Turquía junto con siete fieles laicos armenios. Llegado a Tierra Santa a los 20 años, en 1873, realizó su formación entre Belén y Jerusalén, hasta la ordenación sacerdotal. Prestó servicio en varios santuarios, hasta que fue enviado a Turquía, donde murió mártir el 22 de noviembre de 1895, a manos de los soldados otomanos.

“Su martirio, junto con algunos fieles de la parroquia, habla de la vida entregada del Pastor junto a sus ovejas”, subraya fray Ulise. El beato Salvatore Lilli “puede decir mucho a los frailes en formación, sobre todo por su espíritu misionero, que no se extinguió cuando llegó a Tierra Santa, sino que creció hasta su entrega en el martirio”.

El buen padre Frédéric

El beato Frédéric Jansoone fue misionero durante varios años en Tierra Santa, donde también desempeñó funciones destacadas dentro de la Custodia, como responsable del Status Quo y vicario custodial. Ya en vida tenía fama de santidad, y era llamado “el buen padre Federico”.

“Dejó huellas muy significativas de su presencia”, explica fray Ulise. “Se distinguía por su capacidad de relación y diálogo. Debemos a su capacidad de mediación la construcción de la iglesia de Santa Catalina en Belén. Fue él quien empezó el Vía Crucis del Viernes Santo por las calles de Jerusalén. Era conocido como predicador y guía de peregrinos”.

Fue también el iniciador de la comisaría de Tierra Santa en Canadá. En ultramar recuperó la presencia de los frailes menores y fundó el santuario de Trois Rivières dedicado a la Virgen del Rosario. “Aquí vivió la misión en primera persona y en Canadá continuó apoyando a la Tierra Santa, promoviendo las colectas y difundiendo la devoción hacia los Santos Lugares.

santi martiri custodia - frederic janssoone

Con Mamerto Esquiú en el corazón de los Santos Lugares

El beato Mamerto Esquiú fue “peregrino” en Tierra Santa durante un año y medio entre 1876 y 1877, también en un intento (fallido) de evitar ser nombrado obispo en Argentina. En su diario, describe su experiencia, principalmente en los santuarios. “Se siente de un modo muy especial la presencia del Señor – dice del lago de Galilea –. Parece que uno Lo puede ver caminando sobre las aguas”. 

En los santuarios realizó también trabajos muy humildes, pero sobre todo se identificó con la espiritualidad de todos. Cuenta fray Ulise: “En Nazaret, intentaba aprender las virtudes de la Sagrada Familia. En Belén, mientras celebraba misa, se sintió iluminado por una luz espiritual que le decía que precisamente en la Eucaristía se encontraba el mismo Niño que había nacido allí”.

Su figura – subraya fray Ulise – “nos muestra cómo vivir nuestro servicio en los santuarios: no limitarnos a hacer algo porque nos lo pide la Iglesia, sino asimilar, profundizar, entrar dentro del Misterio de cada santuario”.

santi martiri custodia - frederic janssoone

Mujeres en primera línea

Fray Ulise está trabajando en la causa de canonización de la hermana clarisa María de la Trinidad, del monasterio de Jerusalén. No es una causa de la Custodia, pero fue nombrado vicepostulador, también por su común pertenencia a la familia franciscana. “Es una figura que hay que redescubrir”, dice. “A pesar de su juventud y su breve periodo de vida monástica, tuvo una vida espiritual muy intensa. Tenía experiencias místicas, escuchaba la voz interior de Jesús”. 

La otra figura femenina es la de Paolina de Marchesi Nicolay, terciaria franciscana. Su causa está parada de momento, pero esta mujer ayudó a la Custodia contribuyendo de manera decisiva a la compra del terreno de Emaús y a la obtención del título de basílica para el santuario.

Santos en “formación”

Fray Ulise es también maestro de formación de los franciscanos de la Custodia. “El itinerario formativo debe ayudar al candidato a escoger definitivamente el estilo de vida franciscano, que implica y exige la santidad”, afirma. Aunque no directamente, los frailes están invitados a recorrer el camino de la santidad a través del estudio y la profundización del carisma franciscano – de las Admoniciones a la Regla, hasta la Constitución de la orden. 

“Todos estos elementos son como pequeños leños que arrojamos al fuego para recordarnos que nuestra santidad procede de lo que prometimos y abrazamos voluntariamente. Luego está la vida en fraternidad y las herramientas comunes que la Iglesia pone a disposición de todos: retiros espirituales, ejercicios, lecturas espirituales, sacramentos.

La santidad no es solo algo personal, algo que vivir internamente: estamos llamados a convertirnos en santos también en comunidad. La santidad es un estilo de vida que debe abrazarse también como fraternidad. Creo que este es el mensaje más importante de nuestros santos y beatos.

Marinella Bandini

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