La Custodia de la Tierra Santa es bendecida con un gran número de vocaciones a la vida misionera Franciscana. Dado que es una entidad internacional acepta candidatos de todas partes del mundo, particularmente de Oriente Medio, Europa, América Latina y los Estados Unidos.
La Custodia tiene también otras casas de acogida para jóvenes candidatos en Washington (EE.UU.), Buenos Aires (Argentina), Ain Karem (Israel), Harissa (Líbano), Aleppo (Siria) y Ammán (Jordania), en todos los países donde los frailes franciscanos de la Custodia de Tierra Santa trabajan para los católicos.
Este es el año de entrenamiento inicial cuando un candidato ingresa a la Orden Franciscana después de haberse sometido al discernimiento necesario para su llamada, un periodo en el que es asistido por supervisores vocacionales y en el que se ha cerciorado que está seriamente motivado a convertirse en parte de la Orden. El noviciado es el momento para aprender directamente la vida fraternal, mientras sigue siendo laico. La Custodia de la Tierra Santa tiene casas de postulantado en Ain Karem (en Israel) y en Harissa (El Líbano). Los postulantes generalmente vienen de países y continentes diferentes, y por consiguiente se sumergen inmediatamente en esa generosidad de diferencias, cuya riqueza de compenetración humana y relaciones de hermandad ofrece un sabor de la espiritualidad y el proyecto Franciscano. Por un año el estudio, la oración, la vida comunitaria la participación en la vida de la Custodia, familiarizarse con el ideal de vida de San Francisco, ayuda al postulante a entender y formular su compromiso de vida.
Después de un año de postulantado, al tomar el hábito Franciscano, comienza el año de noviciado. Durante este tiempo el programa incluye desempeñar un papel intenso en la vida diaria de la hermandad en la que son admitidos. El programa de estudios incluye cursos sobre la Regla Franciscana, Fuentes, Historia y la historia de la Custodia. La lectio divina diaria, la formación en canto Gregoriano y religioso, la responsabilidad del trabajo manual en la casa, el servicio en el santuario y en el convento, y también servir a los pobres y apoyar las actividades pastorales en la parroquia incluyendo el compromiso de participación en los días de gran fiesta litúrgica de Jerusalén, así como la atención a la dimensión contemplativa que debe ser experimentada durante los días de retiro, hacen el programa de este período, el que les aproxima al proyecto de vida al que son llamados a confirmar. La casa de noviciado está en Belén.
Al cierre de este año de noviciado, y con la aprobación de sus formadores, los novicios toman un voto religioso sencillo, en otras palabras hacen público su compromiso de vivir de acuerdo a la regla de San Francisco: obediencia, pobreza y castidad. Este compromiso se repite por cuatro años Durante este segundo periodo de formación los que han sido declarados frailes, viven en el Convento de San Salvador en Jerusalén. En esta gran hermandad, hogar de la Custodia de la Tierra Santa, atienden el seminario internacional junto con los hermanos enviados por las Provincias para una experiencia de vida y estudio. El programa de formación incluye un período de dos años de estudios filosóficos y un año para la especialización en una lengua hablada en el territorio en el que la Custodia ofrece sus servicios. Al final de estos tres años comienza el cuatrienio teológico. Todos toman parte en el proyecto de vida de la comunidad de San Salvador. Ellos ofrecen sus servicios para la celebración de la liturgia en la Basílica de la Resurrección, participan en las iniciativas culturales de la Custodia.
Los cuatro años de profesión temporal concluyen con la profesión solemne, que hace de los novicios miembros permanentes de la Orden, con derechos y deberes totales en la Custodia. Después de la profesión solemne ellos continúan estudiando teología, pero residen en uno de los conventos en Jerusalén o las áreas vecinales, y son gradualmente guiados a tomar responsabilidad total por su formación, el cual pasa de inicial a permanente.
Sumergido en un clima de serenidad y oración, el candidato tendrá un contacto directo con la Palabra de Dios: la Eucaristía diaria, la confesión frecuente, la Liturgia de las Horas, la Lectio Divina y las prácticas de devoción, que le ofrecerán un contacto cotidiano con la Palabra de vida. Ésta última, será la guia de sus pasos, el consuelo de su corazón y el ideal perfecto para su existencia. La meditará y la compartirá con los demás, de ésta manera verá las maravillas que Dios obró en ellos y le dará gracias porque sabrá específicamente que "su amor perdura por siempre".
El candidato tendrá encuentros formativos de diversos campos: la vocación cristiana, la espiritualidad bíblica y franciscana, la psique humana, la liturgia, el canto gregoriano, etc... Tendrá tiempo para estar con los demás y compartir con ellos su cultura, su historia y sus experiencias de vida. También, gracias a las conversaciones frecuentes con el Maestro, será acompañado personalmente en su camino de discernimiento. Hay mucho que aprender y tanto que descubrir porque, como dice el Salmo 133: "El Señor enviará su bendición," es decir que " los hermanos vivan juntos".
S. Francisco quería seguir a Cristo Pobre y Crucificado y abrazarlo en la imagen de los leprosos de su época. Incluso hoy en día, nuestro mundo está lleno de diferentes tipos de "lepra": el candidato tendrá el privilegio de conocer a Cristo por medio del contacto con las personas necesitadas, tendrá el don de verlos sonreír y alegrarse cada vez que compartirá con ellos su tiempo trabajando, comiendo y rezando.
¡El trabajo manual será un ejercicio importante para el alma sedienta de felicidad! Aquí, trabajando junto con los demás hermanos y cumpliendo con las diferentes responsabilidades que le serán asignadas, crecerá en el postulante el sentido de responsabilidad y de pertenencia a un proyecto común. Con el humilde trabajo diario él construye desde ahora, el Reino de Dios y trabajando la tierra con sencillez preparará el terreno de su existencia, para recibir una lluvia llena de gracia que dará los frutos del Espíritu.
Ahora bien, tendrá la oportunidad de saborear las alegrías y las fatigas del apostolado. Con los misioneros franciscanos, de hecho, vivirá una experiencia única: la misión popular. Ésta es un tiempo de gracia, no sólo para los centenares de personas sedientas de Dios - que, gracias a su empeño apagarán su sed y cambiarán de vida - pero especialmente para él mismo, que busca el rostro del Señor. Así que vivirá a flor de piel lo que Jesús dice: " La mies es mucha pero los obreros son pocos". De igual forma, comprobará, más profundamente, si el Señor lo llama a dar su vida testimoniando a Cristo Resucitado, por medio del estilo sencillo y alegre de Francisco de Asís.
Allí, en el lugar donde "el Verbo se hizo carne" se encuentra el corazón. El postulante escuchará mejor aquella voz que un día le sugerió servir a Dios y a las personas, en los lugares que mantienen los recuerdos de nuestra Redención. Por éste motivo, tendrá tiempo para adentrarse en ésta maravillosa realidad: la formación de éste año abordará el conocimiento - incluso en vivo – de la Tierra Santa, donde personas de diferentes religiones y credos viven juntas, donde la litúrgia es más animada y colorida, donde millones de peregrinos vienen desde lejos para orar, donde un día será una gota de agua en medio de un desierto espiritual...
Si sientes que el Señor te llama a éste estilo de vida, no tardes en contactarnos. ¡Te esperamos!
La entera vida de san Francisco fue un constante camino de conversión y de unión a Jesucristo y de alabanza a Dios Altísimo creador y Padre. Siguiendo las huellas del Pobrecillo de Asís, que vino a Oriente para predicar el Evangelio, los frailes del estudiantado internacional de la Custodia de Tierra Santa, basan su testimonio en la paz y en la no violencia evangélica, en el respeto de las diferentes religiones, las culturas y las leyes de los pueblos entre los cuales viven en Medio Oriente.
El seminario comprende actualmente jóvenes provenientes de diferentes naciones, esta característica, que lo hace único al interior de la Orden de Hermanos Menores, constituye con su ambiente cosmopolita, la primera escuela de evangelización que en la internacionalidad tiene su gran riqueza y fundamento.
Vivir en Tierra Santa representa un privilegio incomparable para un joven cristiano que busca a Dios.
La lectura orante de la Sagrada Escritura, la Eucaristía, la oración personal y la meditación, celebradas en los mismos lugares y entre las mismas piedras santificadas por las huellas y por la sangre de Dios, hecho hombre por amor, se convierten en los Lugares Santos del espíritu custodiados idealmente en los corazones de los hijos de san Francisco, los cuales con el amor de aquellos que conocen ser amados por una Amor eterno, sin cansarse, cuidan con grande amor estas memorias por más de ocho siglos.
Y entre estas piedras y el polvo, entre los caminos soleados del desierto de Judea y el verde de Galilea bañada por aquellas que, un tiempo, fueron las frescas aguas del Jordán, los jóvenes estudiantes del Studium Theologicum de Tierra Santa, exprimen su gratitud y amor a Dios hecho Niño en Belén, al divino adolescente de Nazaret, al divino Maestro y Taumaturgo de toda la región, al divino crucificado en el calvario, al Redentor Resucitado del sepulcro que se encuentra en el “Templo de la Resurrección”, como felizmente se exprimía el papa Paulo VI en la exhortación Apostólica Nobis in animo, hablando de la necesidad de la Iglesia en Tierra Santa.
Además, con el fin de cuidar y descubrir la belleza y la riqueza de las antiguas tradiciones litúrgicas y espirituales de la Iglesia Madre de Jerusalén, el seminario se encarga, bajo la guía de los ceremonieros de la Custodia, todas las celebraciones solemnes reguladas por el Statu Quo, que para Navidad en Belén y en la Basílica del Santo Sepulcro para Pascua tienen sus momentos de punta. Es propio en este clima de oración y respeto por las comunidades con las cuales hoy se comparte el mismo camino de reconciliación y Unidad, que en muchas ocasiones no de manera oficial, viene cultivado el diálogo ecuménico en la colaboración, en la comunión de sentimientos, en las convicciones y abriendo también las puertas de la centenaria Iglesia de san Salvador se ofrece, así, una oportunidad de oración y de encuentro.
No es posible visitar Jerusalén y no quedar marcados por esta experiencia.
Como la cierva anhela las fuentes de agua, así mi alma te anhela a ti Dios mío. Así recita el salmista hablando del deseo del Absoluto, y de la misma manera la nostalgia y el deseo de la Ciudad Santa cuando se aleja de ella, en una imagen toda orienta, es como la sed que quema, es el contraste entre el deseo del agua y la desilusión del torrente que se ha secado.