La cruz del peregrino es una medalla con forma de la Cruz de Tierra Santa que aún hoy se concede a los peregrinos católicos que viajan a Tierra Santa y la solicitan explícitamente.
Esta condecoración religiosa fue instituida por el papa León XIII en 1900, por lo que recibe el nombre de Condecoración del papa León XIII o Cruz Leonina. La medalla, que en el último siglo ha acompañado y protegido el regreso de los peregrinos a su patria luego de su viaje a la tierra de Jesús, sigue representando hoy un importante símbolo de devoción y veneración hacia los Santos Lugares.
La entrega de la medalla, tras la peregrinación a los Santos Lugares y una donación, permite a la Custodia ayudar económicamente a las personas y las realidades de Tierra Santa, devolviendo la totalidad de estos donativos a los pobres y necesitados de las comunidades locales.
La peregrinación a los lugares santos inició, según san Jerónimo, inmediatamente después de la Ascensión de Jesucristo. A lo largo de los siglos, los cristianos han querido visitar y rezar en los lugares donde Jesús nació y vivió (Belén, Nazaret, Jerusalén) y la Tierra Santa se ha convertido en un destino de peregrinación muy frecuentado a pesar de la complejidad y los peligros para llegar a ella. Los peregrinos solían adquirir, como sucede también hoy, “pruebas” del viaje que habían realizado: pequeñas reliquias, tierra de los lugares visitados, agua del Jordán, objetos devocionales, entre otros, ya que la peregrinación era, de alguna manera, también una demostración pública de la propia piedad.
Las peregrinaciones a Tierra Santa experimentaron un notable aumento especialmente hacia mediados del siglo XIX. El papa León XIII (1810-1903), que bendijo y animó a los peregrinos en su recorrido hasta los Santos Lugares, quiso concederles una señal de su aprobación y, al mismo tiempo, pretendió crear un recuerdo especial de su viaje.
Con esa finalidad, instituyó por Decreto del 2 de Mayo de 1901, la Condecoración del Peregrino, es decir, una medalla con la forma de Cruz de Tierra Santa, para todos los que hubiesen realizado la santa peregrinación, como signo visible de una realidad alcanzada, vivida y grabada en el corazón.
Cada una de las escenas representadas en la medalla evoca un lugar de Tierra Santa: la intención es que este reconocimiento recuerde al peregrino lo que enseña la Tierra Santa, las gracias recibidas y los encuentros vividos, recordándole así lo que el mismo Señor pide: “Grábame como sello en tu corazón, grábame como sello en tu brazo” (Cant 8,6).
Actualmente, algunas de las condiciones exigidas por el decreto citado anteriormente ya no son necesarias, pero otras siguen siendo válidas. De hecho, todavía es costumbre ponerse la Medalla del Peregrino en el lado izquierdo del pecho, como prueba de la concesión y consiguiente peregrinación, únicamente en las solemnidades de culto, en las procesiones o peregrinaciones y en presencia del Sumo Pontífice. La sagrada insignia cuelga de una banda de seda roja, al centro está entretejida por cuatro franjas de color azul, los bordes están enmarcados por una línea blanca, con una raya en amarillo oscuro.
La medalla está acuñada en bronce, en plata o bien en plata bañada en oro. En el anverso de la medalla, justo donde se cruzan los brazos, se encuentra tallada una pequeña efigie de León XIII con la inscripción Leo XIII P.M. creavit. Anno MCM (“Instituida por el papa León XIII en el año 1900”). En cada uno de los brazos de la cruz mayor están representados cuatro misterios:
Empezando por la izquierda y siguiendo el sentido de las agujas del reloj, se puede leer la expresión: Christi Amor Crucifixi traxit nos: “El amor de Cristo Crucificado nos ha atraído”. Estas palabras participan del espíritu de San Pablo, que dice a los Corintios: “pues nunca entre vosotros me precié de saber cosa alguna, sino a Jesucristo, y este crucificado” (1Cor 2,2). Una peregrinación a Tierra Santa no es más que esto: la confesión de fe en Cristo muerto y resucitado, en una tierra que él recorrió a pie.
En el reverso de la medalla, en el centro, está grabada la imagen de Cristo Resucitado; en los brazos de la cruz mayor se pueden leer los episodios de la Pasión:
En los extremos, desde la izquierda y siguiendo el sentido de las agujas del reloj, se puede leer la frase Signum Sacri Itineris Hierosolymitani: “Recuerdo de la peregrinación a Tierra Santa”. Por tanto, la medalla es el signo visible de una realidad vivida que permanece grabada en el corazón del peregrino. Cada una de las escenas representadas evoca para él un lugar, una oración especial y a las personas que encontró, en la medida en que caminó por las calles de la Tierra Santa y se dejó penetrar por la Palabra de Dios.
La medalla va acompañada de un certificado que imita un pergamino (de aproximadamente 42 x 30 cm). A lo largo del marco, realizado y rodeado de flores y racimos estilizados, se pueden reconocer:
El significado del texto impreso, íntegramente en latín, es el siguiente:
Fray N.N. ofm, guardián del S. Monte Sion y del Santo Sepulcro de Nuestro Señor Jesucristo, Custodio de toda la Tierra Santa y humilde siervo de Dios, al Señor [a la Señora, a los Señores] N.N. por nosotros amado [amada, amados] en Cristo. Ya que, por autoridad apostólica, se nos ha concedido la facultad de otorgar a los fieles una medalla conmemorativa de una peregrinación piadosa a los Santos Lugares, mediante este reconocimiento de honor (de bronce, plata u oro), hemos decidido honrar el celo de tu [vuestra] devoción, gracias a la cual has venido [habéis venido] aquí para venerar los Santos Monumentos de la redención humana, para que los frutos y la memoria de este sagrado camino realizado vivan para siempre en tu [vuestro] corazón.
Dado en Jerusalén el día… del mes… del año…