Nazaret: solemnidad de la Anunciación del Señor | Custodia Terrae Sanctae

Nazaret: solemnidad de la Anunciación del Señor

El jueves 24 y el viernes 25 de marzo se celebró la solemnidad de la Anunciación, en el santuario que la conmemora situado en Nazaret. Presidió las distintas celebraciones el Patriarca latino de Jerusalén, Su Beatritud Pierbattista Pizzaballa.

Nazaret es la ciudad que conserva el lugar y el recuerdo del encuentro entre el arcángel Gabriel y la Virgen María (Lc 1, 26-38).  Las excavaciones realizadas por los frailes franciscanos identificaron la zona ocupada por la antigua aldea, que la urbanización medieval y moderna ha englobado dentro de la extensa Nazaret actual, y precisamente en esta zona se construyó la basílica.  La actual basílica de Nazaret fue edificada entre los años 1960-69 y consagrada el 25 de marzo de 1969.  Se construyó, según el diseño del arquitecto Giovanni Muzio, en hormigón armado con revestimiento externo de piedra del lugar.

El interior de la basílica está formado por dos iglesias superpuestas: la iglesia superior y la inferior. La primera, dedicada a la Virgen María, alberga mosaicos, pinturas y frescos que – retomando los mosaicos de las naves exteriores – muestran las diferentes representaciones de la Virgen en diversos paises del mundo; la iglesia inferior, en cambio, guarda la gruta en la que según la tradición vivió la Sagrada Familia durante mucho tiempo, hasta el momento en que Jesús los dejó para iniciar su obra de evangelización.

La celebracion se dividió en varios momentos: la entrada solemne y primeras vísperas, el jueves por la tarde, a la que siguió la vigilia nocturna, y la celebración eucarística en la mañana del día siguiente.

Como es tradición en este santuario, la entrada solemne empezó con un largo desfile hasta la plaza frente a la basílica.  Allí, el Patriarca, su vicario mons. Rafic Nahra y una delegación del Patriarcado Latino formada por varios seminaristas y algunos sacerdotes, fueron recibidos por una delegación de frailes franciscanos encabezada por fray Bruno Varriano, superior del convento franciscano de la Anunciación. Tras la aspersión y la incensación, la delegación se trasladó al interior de la basílica donde fray Marwan Di’des, párroco de la parroquia latina de Nazaret, dio la bienvenida al Patriarca de parte de los fieles locales. Posteriormente, las dos delegaciones, la franciscana y la diocesana, se dirigieron a la parte superior de la basílica para celebrar las primeras vísperas.

Por la tarde, siguiendo la tradición de los últimos años, tuvo lugar un momento de oración y reflexión dirigido por el superior fray Bruno Varriano, también dividido en dos momentos: el primero, centrado en la Palabra, y el segundo centrado en la Eucaristía y la adoración.

A la mañana siguiente, Su Beatitud Pizzaballa presidió la celebración eucarística de la solemnidad.  Gran asistencia dentro de la basílica, cristianos locales, religiosos, religiosas y peregrinos llenaron la basílica superior de la Anunciación, con gran alegría del Patriarca.

Se hallaban presentes en la celebración monseñor Adolfo Tito Yllana, nuncio apostólico en Israel, el obispo electo monseñor Rafic Nahra y otros obispos, además del clero local.

Aquí en Tierra Santa sabemos lo que es la guerra, cómo entra en el corazón de las personas y se convierte en una manera de pensar, crea profundas divisiones y frustración, levanta muros físicos y humanos, destruye las posibilidades de confianza, de visión y de paz”, presentó el Patriarca en su homilía refiriéndose al acto de encomendar el pueblo ruso y ucraniano al Inmaculado Corazón de María, que realizará el papa Francisco en esta misma fecha. “Precisamente por eso, porque sabemos lo que significa todo esto y lo hemos experimentado en nuestra piel, rezaremos por esos pueblos, por sus gobernantes y especialmente por los pequeños del Evangelio, las madres, los niños, los ancianos sin hogar, solos, a merced de una violencia incomprensible, dictada por cálculos humanos a corto plazo y sin perspectiva. Que la Virgen de Nazaret, que aquí en este lugar se convierte en madre de Jesús, interceda por ellos y por los muchos que están sufriendo las mismas situaciones en el mundo”.

Durante su homilía, el Patriarca habló de las situaciones de conflicto presentes en el mundo y en la vida cotidiana de cada uno, abriendo camino a la cultura de la escucha recíproca que, como enseña María, si se sustenta en la fe y el amor, se vuelve decisiva.  El mundo de hoy necesita hombres y mujeres que tengan aún el valor de apostar por Dios y, por tanto, de comprometerse en la vida del mundo, como María, José y muchos otros a través de la historia, y que no teman las trampas del mal y del pecado”, comentó Su Beatitud. “Necesitamos la Iglesia, qué es el lugar de la presencia del Verbo: que lo dé al mundo con amor, trabajando por la justicia, haciéndose voz de los pobres, capaz de escuchar el grito de aquellos que, en Ucrania, en Rusia, en Tierra Santa y en el resto del mundo esperan una palabra de verdad y gestos de justicia.  Una Iglesia, en definitiva, que sepa defender los derechos de Dios, que son también los derechos del hombre”.

Varios momentos precedieron la conclusión de la celebración eucarística. El primero fue la procesión final dentro de la basílica superior, llamada procesión de la “memoria de la encarnación de la palabra de Dios” (“Memoria Verbi Dei Incarnationis”) en la que se leyeron tres pasajes del evangelio (Jn 1, 1-8; Jn 1, 9-18; Mt 1, 18-25) relacionados con el misterio de la encarnación, seguidos de la oración del Angelus.

Un segundo momento fue la lectura del acta papal de consagración al Inmaculado Corazón de María de los pueblos ruso y ucraniano, que se realizó frente a la estatua de la Virgen María.

Al final de la celebración eucarística, el Patriarca impartió la bendición apostólica con la indulgencia plenaria concedida por el papa Francisco con motivo de la solemnidad.

 

Giovanni Malaspina