Peregrinación a Tierra Santa
La Custodia de Tierra Santa se encarga de promover las peregrinaciones vinculadas a los Santos Lugares, de los cuales los frailes franciscanos son custodios por voluntad y mandato de la Iglesia universal desde hace más de ocho siglos. Los Comisarios de Tierra Santa, en nombre de la Custodia y a su servicio, impulsan viajes de profundización espiritual; en compañía con los franciscanos que desde hace siglos llevan a peregrinos de todo el mundo a los Lugares Santos que San Francisco de Asís, fundador de la Orden de Hermanos Menores, visitó en 1219.
Las propuestas de peregrinación promovidas por los Comisarios de Tierra Santa comprenden tanto itinerarios de ocho días de duración a los Santos Lugares como peregrinaciones inspiradas en recorridos bíblicos que incluyen visitas a Jordania, Egipto, Siria y Turquía. Los peregrinos que escogen una peregrinación promovida por los comisarios al servicio de la Custodia de Tierra Santa son alojados generalmente en las Casae Novae; instalaciones de acogida franciscanas situadas en las cercanías de algunos de los principales santuarios.
Desde 2015 la Oficina de peregrinaciones de Roma de la Custodia de Tierra Santa está bajo la responsabilidad de la Fundación Tierra Santa. La estructura de Roma continua y seguirá funcionando, de acuerdo a una larga y consolidada tradición, como centro de animación y promoción de peregrinaciones a Tierra Santa y al Oriente cristiano, al servicio y en estrecha colaboración con las diferentes Comisarías de la Custodia, las cuales están repartidas por el mundo.
Peregrinar a Tierra Santa mediante de las Comisarías de la Custodia significa contribuir a la misión franciscana en los Santos Lugares cuyos frutos se ven reflejados en las numerosas obras; realizadas durante siglos por los frailes de la Custodia, y han sido posibles gracias a una red de realidades que contribuyen en todo el mundo a mantener la presencia cristiana en Tierra Santa y al sostenimiento de los Santos Lugares
Este sitio NO ES UNA AGENCIA DE VIAJES y no se encarga de la organización de peregrinaciones; por ello, invitamos a ponerse en contacto con la Comisaría de Tierra Santa más cercana para planificar el viaje.
Contacta con las Comisarías de Tierra Santa
Las Comisarías de Tierra Santa, repartidas por todo el mundo, organizan peregrinaciones a Tierra Santa. ¡Encuentra la comisaría más cercana y contacta con ella para reservar tu viaje a la Tierra de Jesús!
Oficina de Peregrinaciones
Vía Berni, 6 (a dos pasos de San Juan de Letrán), Roma
Teléfono: +39 06 77206308
Sitio web: https://www.fratesole.com/pellegrinaggi-in-terra-santa/
Itinerarios
Aquí es posible consultar algunos recorridos propuestos por las Comisarías de Tierra Santa, útiles para planificar una peregrinación. Estos itinerarios no solo recorren los lugares que trazan la memoria de la presencia de Jesús en Tierra Santa, sino que también ofrecen la posibilidad de conocer fragmentos de la larga historia de este país y de descubrir sus mil caras. Junto con las referencias evangélicas, esta sección proporciona información práctica sobre la duración ideal de la estancia, las etapas individuales y los lugares de los programas propuestos por las distintas comisarías.
Tras las huellas de Jesús
Tiempo de estancia ideal: 9 días/8 noches «Y tú, Belén, tierra de Judá, no eres, no, la menor entre los principales clanes de Judá; porque de ti saldrá un caudillo que apacentará a mi pueblo Israel». (Mt 2,6)
Tras las huellas de Jesús
Tiempo de estancia ideal: 9 días/8 noches
1.er día: Belén (Basílica de la Natividad – Gruta de la Leche – Campo de los Pastores)
«Y tú, Belén, tierra de Judá,
no eres, no, la menor entre los principales clanes de Judá;
porque de ti saldrá un caudillo
que apacentará a mi pueblo Israel». (Mt 2,6)
El comienzo de este itinerario coincide con el lugar del nacimiento de Jesús, Belén y la Basílica de la Natividad, hecha construir por Constantino en el siglo IV. Aquí podrás visitar la gruta en la que, según la tradición, nació el Niño Jesús. Rodeando la gran plaza central, a unos 500 metros a la derecha de la Basílica, se encuentra la Gruta de la Leche en la que, según una leyenda popular, María, dando el pecho al niño, habría dejado caer algunas gotas de leche haciendo que la gruta entera se volviera de color blanco.
Otro lugar que nos recuerda el nacimiento de Jesús es el Campo de los Pastores, en el pueblo árabe actual de Beit Shahur, en donde, según la tradición cristiana, un ángel anunció a los pastores que Jesús había nacido.
En Belén tienes la posibilidad de pasar la noche en la casa franciscana para peregrinos “Casa Nova”.
2° día: Belén (Herodion), Qumrán y Mar Muerto
A unos 10 kms de Belén, en una colina con forma de cono, surge la gran fortaleza-residencia de Herodes el Grande. Espléndida la vista desde lo alto y sugestivos los restos arqueológicos del palacio herodiano. Como segunda etapa, sugerimos el sitio arqueológico de Qumrán, a unos 2 km de la orilla noroccidental del Mar Muerto. Su notoriedad se debe al hallazgo de algunos manuscritos antiguos que se remontan al siglo II a. C., los conocidos como Manuscritos del Mar Muerto. Dichos manuscritos resultaron ser textos bíblicos (como el del profeta Isaías) y textos descriptivos de la vida de la comunidad de Qumrán, hacia el 150 a. C. Desde aquí, por último, es difícil vencer la tentación de sumergirse en las saladísimas aguas del Mar Muerto.
3.er día: Nazaret (Basílica de la Anunciación – Iglesia de San José - Fuente de la Virgen), Monte Tabor
«A los seis meses envió Dios al ángel Gabriel a una ciudad de Galilea, que se llamaba Nazaret, a una joven prometida a un hombre del linaje de David, de nombre José.» (Lc 1, 26)
Capital de Galilea, Nazaret es el lugar adonde se retiraron José, María y Jesús tras su regreso de Egipto. Aquí podrás visitar la Basílica de la Anunciación, construida en los años 60, en cuyo interior se encuentra la Gruta de la Anunciación, el lugar en el que el ángel se apareció a María. A unos 200 m de la Basílica se encuentra la iglesia de san José, que la tradición identifica como la casa de la Sagrada Familia. Desde aquí puedes ir, por la calle principal de Nazaret, a visitar la Fuente de la Virgen, la fuente a la que las mujeres del pueblo venían a por agua y donde María tuvo la primera aparición del ángel según el Protoevangelio de Santiago.
Como última etapa de este tercer día te aconsejamos, finalmente, que te acerques hasta el Monte Tabor, el «monte de la luz» en el que se transfiguró Jesús.
También aquí puedes hacer un alto y pasar la noche en la Casa Nova de los franciscanos.
4° día: Lago de Tiberíades (Magdala – Tabga – Cafarnaúm), Monte de las Bienaventuranzas
Partiendo de Nazaret puedes visitar fácilmente el lago de Tiberíades o «mar de Galilea», por citar dos de entre tantos nombres como se le conoce. Este fascinante lago, rodeado de montañas, nos recuerda numerosos sucesos evangélicos. En sus orillas Jesús comenzó su ministerio público y realizó muchos de sus milagros. Son muchos, y cercanos, los lugares y santuarios que puedes visitar en el lago: el Primado de Pedro, el lugar arqueológico de Magdala (el lugar donde natal de María Magdalena) y la iglesia de Tabga, que recuerda la multiplicación de los panes y los peces. En Cafarnaúm podrás ver las excavaciones que están sacando a la luz el pueblo en el que vivió y predicó Jesús y la iglesia, el Memorial de san Pedro, construida sobre los restos de la auténtica casa de Pedro. Desde aquí podrás, girando ligeramente hacia el interior, subir al Monte de las Bienaventuranzas, lugar que recuerda el discurso de las bienaventuranzas evangélicas.
También aquí puedes pasar la noche en la Casa Nova de los franciscanos.
5° día: Jericó, Betania, Jerusalén
«Dicho esto, dio un grito con voz muy fuerte: “¡Lázaro, ven fuera!”. Salió el muerto con las piernas y los brazos atados con vendas; la cara se la habían envuelto en un sudario. Les dijo Jesús: Desatadlo y dejadlo que se marche». (Jn 11, 43-44)
La primera etapa de este quinto día se puede empezar en Jericó, dirigiéndote luego hacia Jerusalén. Yerikho, en hebreo Luna, es la ciudad más antigua que se conoce y la más baja respecto del nivel del mar. Estudios arqueológicos han permitido datar los primeros asentamientos en torno al 8.000 a.C. La Jericó herodiana es la que vio a Jesús, que aquí se encontró con Zaqueo (Lc 19,1-10). Aquí podrás ver el sicómoro del que se habla en el Evangelio y el sitio arqueológico con los restos de la Jericó antigua, Tell es-Sultán. Desde aquí, si tienes tiempo, puedes acercarte a visitar un lugar realmente especial por sus vistas y su ubicación: el monasterio greco-ortodoxo de la “Cuarentena”, ligado al recuerdo de los cuarenta días pasados por Jesús en el desierto. No podemos olvidarnos de citar y sugerir un lugar muy importante para los cristianos: el lugar bautismal de Jesús en el Jordán, recientemente restaurado y abierto al público.
Desde aquí, caminando hacia Jerusalén, puedes parar en Betania, la casa de los amigos de Jesús: Marta, María y Lázaro. Es aquí donde Jesús resucitó a Lázaro.
Una vez en Jerusalén, sugerimos un fantástico paseo sobre los techos de la Ciudad Vieja: un punto de vista absolutamente particular que ofrece una visión de conjunto de los barrios en los que está dividida la ciudad y de sus espectaculares iglesias, mezquitas y sinagogas.
En Jerusalén tienes la posibilidad de pasar la noche en la casa franciscana para peregrinos “Casa Nova”.
6° día: Jerusalén (Vía Dolorosa – Santo Sepulcro – Kotel y explanada – Monte Sión)
La mañana del sexto día se puede dedicar a la Ciudad Vieja de Jerusalén y, en particular, a los Santos Lugares, comenzando por la Iglesia de la Flagelación, desde la que comienza el Vía Crucis, a lo largo de la Vía Dolorosa con sus XIV estaciones. Señalamos la importancia de alguna de ellas: en la III estación, Jesús cae por primera vez; en la IV se encuentra con María; en la VI, la Verónica enjuga su rostro; en la VII estación, donde Jesús cae por segunda vez, se pueden ver los restos de la columna de la flagelación. La última estación del Vía Crucis coincide con el Santo Sepulcro o Basílica de la Resurrección. Este es, quizá, el lugar más sagrado y querido por toda la cristiandad. En tiempos de Jesús era un lugar que se encontraba fuera de los muros de la ciudad, reservado probablemente para las sepulturas.
La Basílica encierra en sí el Calvario (el término latino de Gólgota), la Piedra de la Unción -sobre la que se depositó y fue ungido el cuerpo de Jesús, según la tradición judía- y la Tumba vacía.
«No os asustéis. Buscáis a Jesús de Nazaret, el Crucificado; ha resucitado, no está aquí. Ved el lugar donde le pusieron». (Mc 16, 6-7)
Lugar sagrado por excelencia, esta vez para los judíos, el Muro de las Lamentaciones (en hebreo Kotel hama’aravi) es un trecho original del muro occidental de contención mandado construir por Herodes en el año 20 a.C. para sostener la explanada del Segundo Templo, el mismo templo del que hablan los evangelios. Aquí podrás ver rezando a numerosos judíos, con la cabeza cubierta y en dirección al Muro, en dos zonas separadas -una para hombres y otra para mujeres, como en las sinagogas.
También es posible visitar la explanada en la que se encuentran hoy los lugares de culto musulmanes: la bellísima e imponente Cúpula sobre la Roca y la Mezquita al-Aqsa, en la que, desgraciadamente, está prohibido entrar.
Pasando primero por el barrio judío y después por el armenio, a través de la de la puerta de Sión, se llega al Monte Sión. Aquí, a escasos metros fuera de los muros, se encuentra en Cenáculo, el lugar de la última cena de Jesús con los apóstoles y de la aparición de Jesús resucitado. Cerca del Santo Cenáculo se encuentra también la Basílica de la Dormición y la iglesia de San Pedro en Gallicanto, que recuerda el lugar en el que Pedro renegó de Jesús.
7° día: Jerusalén (Monte de los Olivos – Getsemaní – Ain Karem)
«Los sacó hasta cerca de Betania y, alzando sus manos, los bendijo. Y, mientras los bendecía, se separó de ellos y fue llevado al cielo». (Lc 24, 50-51)
La mañana se puede dedicar a visitar el Monte de los Olivos mientras que, por la tarde, aconsejamos ver el pequeño pueblo de Ain Karem.
El Monte de los Olivos es un lugar en el que se recuerdan varios acontecimientos evangélicos: la Ascensión de Jesús al cielo (edículo de la Ascensión), la enseñanza de la oración del Padrenuestro a los apóstoles (gruta del Padrenuestro), el llanto de Jesús por Jerusalén (Dominus Flevit), Getsemaní y el arresto de Jesús (Basílica de la Agonía y Huerto de los Olivos) y la sepultura de su madre (tumba de María).
La vista de que se disfruta desde la cima del monte sobre la Ciudad Vieja es, y nos quedamos cortos, extraordinaria.
A unos 8 km de Jerusalén, rodeaba por un cinturón boscoso, surge Ain Karem, el lugar en el que, según la tradición cristiana, vivían Isabel y su marido, Zacarías, y en el que nació Juan Bautista. Aquí podrás visitar la iglesia de la Visitación, que recuerda la visita de María a su prima Isabel, y la iglesia de San Juan Bautista.
8° día: Yad Vashem, Emaús al-Qubaybah
Para quien visita Jerusalén, el Yad Vashem, museo dedicado a la Shoah (Holocausto) y situado sobre la Colina del Recuerdo, es una etapa obligada. Yad Vashem significa un memorial y un nombre y es una expresión tomada de una frase del profeta Isaías: «Yo he de darles en mi templo y en mis muros monumento y nombre […] les daré un nombre eterno que no será borrado» (Is 56,5). Una visita impactante que dejará, sin lugar a dudas, un recuerdo y una marca indelebles.
Por la tarde te puedes acercar hasta Emaús al-Qubaybah, al oeste de Jerusalén, lugar en el que Jesús se manifestó, tras la resurrección, a los discípulos Cleofás y Simeón. Aquí se encuentra el santuario que conmemora este evento y que conserva los restos de una casa de época romana (la casa de Cleofás, según la tradición), el convento franciscano junto a la iglesia, una calzada romana y los restos de una villa de época cruzada, todavía bien reconocibles, con sus casas y bodegas.
9° día: Cesarea Marítima
La mañana del último día se puede dedicar a la antigua ciudad marítima de Cesarea, considerada como uno de los lugares arqueológicos más importantes de Israel. Fue Herodes el Grande quien, alrededor del año 20 a.C., ordenó construir la ciudad con su magnífico puerto y dedicarla al César. En época romana fue una importante ciudad de intercambios comerciales y de acontecimientos políticos, culturales y religiosos. Aquí, Pedro bautizó al centurión romano Cornelio y a su familia. Es posible visitar la ciudadela cruzada con el puerto, el anfiteatro romano, el acueducto herodiano y los numerosos restos del período romano-bizantino.
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En Tierra Santa con la Biblia en la mano
Duración: 8 días/7 noches “De ti haré una nación grande y te bendeciré. Engrandeceré tu nombre; y tú serás una bendición." (Gen 12, 2)
Duración: 8 días/7 noches
1.er día: Hebrón – Be’er Sheva
“De ti haré una nación grande
y te bendeciré.
Engrandeceré tu nombre;
y tú serás una bendición." (Gen 12, 2)
Como punto de inicio de este recorrido sugerimos una de las ciudades más antiguas de Tierra Santa, Hebrón. Hebrón es una ciudad santa para judíos, cristianos y musulmanes porque alberga la Tumba de los Patriarcas. Aquí se sitúan algunos importantes acontecimientos históricos: aquí Abrahám plantó su tienda tras separarse de Lot, enterró a Sara en una caverna situada en el terreno que compró a un hitita y en la misma gruta Abrahám fue enterrado por sus hijos.
Desde aquí puedes llegar fácilmente a Be’er Sheva, a unos 45 km al sur. Esta ciudad, que en el momento de la creación del Estado de Israel contaba con tan solo 2000 habitantes, hoy es un gran centro urbano, símbolo del éxito de los israelíes en su lucha contra el desierto, convirtiéndolo en un lugar florido y productivo. En Be’er Sheva hay principalmente tres lugares turísticos: el asentamiento del período calcolítico (4000 a.C.) de Abu Matar; Bir es-Safadi, otro sitio en el que se han encontrado importantes asentamientos de etapas posteriores, y Tel es-Seba o la ciudad de los patriarcas de la que habla la Biblia.
2° día: Sinaí (Monte de Moisés y Monasterio de Santa Catalina)
El segundo día de este itinerario se puede dedicar al Monte Sinaí (el monte Horeb de la Biblia), el lugar en el que Moisés recibió las tablas de la ley. Con sus 2285 m de altura, el Monte Sinaí se eleva imponente en un paisaje lunar, dominando al resto de montañas que rodean el monasterio de Santa Catalina. La vista que acompaña durante el camino de subida a la cima es inolvidable, a pesar del elevado número de turistas y peregrinos, y te dejará una sensación de paz y serenidad.
En cambio, a los pies del monte se encuentra el Monasterio de Santa Catalina, en el valle en el que, según la tradición, Moisés se encontró con las hijas de Jetró junto al pozo, que está situado actualmente cerca del Monasterio. Dentro de los muros se encuentra la iglesia de la Transfiguración, que se remonta al siglo IV, en la que podrás admirar uno de los mosaicos más antiguos, realizado en torno a los años 565-570.
3.er día: Avdat, Shivta, Masada
Subiendo por la península del Sinaí te puedes parar a visitar las antiguas ciudades nabateas. La primera de ellas es Avdat, construida en medio del desierto, en el siglo II a.C., como lugar de descanso de las caravanas que iban desde Petra hacia la costa mediterránea. Las ruinas se han conservado prácticamente intactas, cubiertas por la arena. Desde aquí se puede visitar la segunda ciudad nabatea cuyas excavaciones han puesto de relieve su importancia durante la época bizantina. La hipótesis más aceptada por los expertos es que esta ciudad era un gran asentamiento agrícola del que aún se puede ver la cisterna que canalizaba el agua de la lluvia para la irrigación de los campos.
La última etapa de este tercer día es Masada, que en hebreo quiere decir “ciudad-fortaleza”, una montaña situada a unos 500 m sobre el nivel del Mar Muerto cuya cima Herodes hizo allanar. La notoriedad de Masada está ligada a un acontecimiento especialmente importante en la historia antigua de Israel: la resistencia de los zelotes frente al asedio romano, prefiriendo el suicidio colectivo antes que caer en sus manos.
4° día: Ain Gedi, Qumrán, Belén
«No temáis, pues os anuncio una gran alegría,
que lo será para todo el pueblo:
os ha nacido hoy, en la ciudad de David,
un salvador, que es el Cristo Señor». (Lc 2, 10-12)
Siguiendo hacia el norte, a unos 18 km de Masada, se encuentra un oasis rico en vegetación, animales selváticos y fuentes. Ain Gedi, “la fuente del cabritillo” en hebreo, surge de la orilla occidental del Mar Muerto y es el lugar bíblico en el que David perdona la vida a Saul, según el episodio narrado por Samuel. La fuente más importante se llama, no por casualidad, Ain David, una auténtica cascada natural. Aparte de la belleza natural, hay también antiguos restos de asentamientos, como el de Tel Goren, que se remonta al siglo VII a.C., y una antigua sinagoga que conserva todavía un pavimento de mosaico. En la zona se encuentra también un kibbutz en el que es posible pasar la noche y aprovechar la playa para hacer una visita al Mar Muerto.
Desde aquí, a unos 30 km más al norte, se llega a Qumrán, el famoso lugar donde se encontraron los Rollos del Mar Muerto, expuestos hoy día en el Israel Museum de Jerusalén. El lugar cuenta con restos arqueológicos que dan testimonio de la presencia de una secta judía (los esenios) que habría vivido aquí del 150 a.C. al 68 a.C., fecha en que fueron expulsados por los invasores romanos.
Finalmente, pasando por Jerusalén (que es el camino más corto), se puede terminar el recorrido a primera hora de la tarde en Belén. Aquí aconsejamos pernoctar por lo menos una noche para disponer del tiempo necesario para saborear mejor la cultura local y, naturalmente, visitar sus mayores atracciones: la Basílica de la Natividad, la iglesia de Santa Catalina, la Gruta de la Leche, el zoco (mercado) y la Ciudad Vieja, la Tumba de Raquel, el Campo de los Pastores y el Herodium.
5° día: Jerusalén (Monte del Templo - Muro Occidental - Vía Dolorosa - Santo Sepulcro – Monte Sión)
Denominada comúnmente como la Explanada, el Monte del Templo es el lugar en el que se encuentran las mezquitas que hacen de Jerusalén la tercera ciudad santa para los musulmanes de todo el mundo. Aquí podrás admirar la Cúpula de la Roca y la mezquita al-Aqsa. El proyecto de la explanada se remonta a la primera conquista musulmana (hace 1400 años), pero la historia de la misma retrocede todavía mucho más en el tiempo. Aquí se levantó el Primer Templo judío que mandó construir Salomón en torno al 1000 a.C. El Muro Occidental, más conocido como “Muro de las lamentaciones” para los no judíos, formaba parte de los muros de contención del Segundo Templo. A los ojos del visitante se ve rápidamente la diferencia entre los gruesos bloques de la época herodiana (20 a.C.) y los ladrillos de pequeñas dimensiones de las épocas bizantina y musulmana.
Desde aquí se puede visitar el barrio musulmán, donde se encuentra la primera estación, para recorrer el camino que hizo Jesús portando la cruz hasta el Calvario. La Vía Dolorosa, o Vía Crucis, es aquella que recorren numerosos peregrinos, todos los años, llevando una auténtica cruz de madera, cumpliendo el voto hecho antes de llegar a Tierra Santa. Los frailes franciscanos dirigen procesiones similares todos los viernes por la tarde. Con ellos llegarás, como se ha indicado, hasta el lugar más sagrado para los Cristianos: el Santo Sepulcro. Testigo de piedra de las últimas horas de vida de Jesús, la Basílica del Santo Sepulcro encierra en una misma construcción el lugar en el que fue crucificado (el Calvario), el lugar donde fue depositado su cuerpo (la Piedra de la Unción) y la tumba en la que se le colocó y de la que resucitó.
Fuera de los muros, al sur de la Ciudad Vieja, está el Monte Sión, un lugar en el que se puede visitar el Cenáculo, la iglesia de la Dormición de María, la Tumba de David y la iglesia de San Pedro en Gallicanto.
En Jerusalén puedes pasar la noche en la Casa franciscana para los peregrinos.
6° día: Jerusalén (Monte de los Olivos, Getsemaní, Yad Vashem)
La mañana del sexto día se puede dedicar íntegramente a visitar el Monte de los Olivos y Getsemaní. Yabal at-Tur (monte santo) para los árabes, ofrece una de las vistas panorámicas de Jerusalén más hermosas en absoluto. Durante la subida se puede observar el valle de Josafat, donde se encuentra hoy el cementerio judío más antiguo. Desde aquí, según la profecía contenida en el libro de Zacarías, los muertos resucitarán cuando el Mesías regrese el Día del Juicio. El Monte de los Olivos es un lugar rico en santuarios que recuerdan importantes eventos de la vida y muerte de Jesús: el edículo de la Ascensión, la iglesia del Pater Noster, el Dominus Flevit y la Tumba de María. Vale la pena, si se tiene tiempo y se encuentra abierta, visitar la iglesia ortodoxa de María Magdalena, que se yergue tras la vegetación con sus características cúpulas con forma de cebolla.
A los pies del monte, sin embargo, se encuentra la Iglesia de todas las Naciones o Basílica de la Agonía, proyectada por el arquitecto Antonio Barluzzi y financiada por numerosos países. En torno a la iglesia se extiende el Huerto de Getsemaní, donde Jesús fue arrestado. Finalmente, por la tarde, puedes acercarte hasta el Yad Vashem, en el Monte del Recuerdo.
7° día: Beit She’an, Tiberíades y alrededores (Magdala – Tabga – Cafarnaúm)
«Simón de Juan, ¿me amas?»
Se entristeció Pedro […] y le dijo:
«Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te quiero.»
Le dice Jesús: «Apacienta mis ovejas». (Jn 21,15-17)
Alejándonos un poco, hacia el norte, el séptimo día puede comenzar con una etapa en Beit She’an, que comprende un bellísimo parque nacional con yacimientos arqueológicos de distintas épocas. Es la ciudad bíblica de la batalla entre los filisteos y los israelitas en la perdieron la vida Saul, amigo de David, y sus tres hijos.
Tiberíades está muy cerca de Beit She’an y vale la pena hacer un alto para visitar la fascinante iglesia franciscana de san Pedro y comer pescado a orillas de este lago que tanto nos habla de Jesús. Desde la pequeña ciudad de Tiberíades, siguiendo la misma orilla en dirección norte, llegamos a Magdala, la ciudad natal de María Magdalena que ha visto la luz gracias a las excavaciones arqueológicas de los franciscanos en 1971.
Siguiendo por el mismo camino llegamos a Tabga, situada a los pies del Monte de las Bienaventuranzas. Este es el lugar en el que Jesús realizó el milagro de la multiplicación de los panes y los peces, representado por el famoso mosaico bizantino que decora el pavimento de la iglesia. Poco distante de esta iglesia, el Primado de Pedro es el santuario franciscano que conmemora el momento en el que Jesús confiere el Primado a Pedro.
Por último, pero no por ello menos importante, está la “ciudad de Jesús”: Cafarnaúm. Según los evangelios, este fue el lugar de residencia de Jesús durante el período de su predicación y actividad en Galilea. Parece que la presencia cristiana en el lugar era ya bastante importante en el siglo II. Aquí, las excavaciones han sacado a la luz la sinagoga, posterior a la época de Jesús, y la casa de Pedro, cuyos restos se pueden contemplar directamente desde la iglesia octogonal que se ha construido encima.
En Tiberíades puedes pasar la noche en la Casa franciscana para peregrinos.
8° día: Nazaret
La última etapa de este itinerario está dedicada a Nazaret, capital de Galilea y tercera ciudad más importante para los cristianos después de Jerusalén y Belén. Nazaret es una ciudad acogedora, colorida y de atmósfera alegre. Aquí sucedió la anunciación y aquí transcurrió la infancia de Jesús. La imponente Basílica de la Anunciación, que conmemora estos acontecimientos, es una construcción moderna aunque se levanta en el mismo lugar en el que antaño se encontraba la primera basílica bizantina del siglo V, la cruzada del siglo XI y la iglesia franciscana de 1730. Este era, de hecho, el lugar en el que, según la tradición, se encontraba la casa de María, junto a la que, en el siglo I, se construyó una sinagoga judeo-cristiana de la que aún permanece la pila bautismal, conservada en el interior de la misma basílica.
A pocos metros, al norte de la basílica, se encuentra la iglesia de San José, donde se cree que se encontraba la casa de José.
«No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios; vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo a quien pondrás por nombre Jesús. Él será grande, se le llamará Hijo del Altísimo y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin.» (Lc 1,30-34)
Los cantares de mi peregrinación
Duración ideal: 10 días/9 noches "Tus preceptos son cantares para mí en mi mansión de forastero." Sal 119,54
Los cantares de mi peregrinación
"Tus preceptos son cantares para mí
en mi mansión de forastero." Sal 119,54
Duración ideal: 10 días/9 noches
1.er día: Be’er Sheva o Bersabea (pozo del juramento o de las siete corderas)
Actualmente, Be’er Sheva se alza sobre una amplia llanura en el desierto del Néguev. Es el centro industrial y comercial más importante de la zona y posee una universidad (Universidad Ben Gurión), que destaca por su Facultad de Agricultura.
El lugar recuerda la alianza de Abrahám con Abimélec, rey de Gerar, con la que el patriarca ofreció al rey siete corderas para obtener el derecho de propiedad sobre el pozo que había excavado en la zona (Gen 21,15-34).
En los alrededores de Be’er Sheva ocurrieron otros episodios bíblicos de fundamental importancia; entre ellos, la expulsión de la esclava Agar y de su hijo, Ismael, por parte de Abrahám y su desaparición en el desierto de Be’er Sheva (Gen 21,14-21), el encuentro y matrimonio entre Isaac y Rebeca y el nacimiento de sus hijos, Esaú y Jacob (Gen 24,61ss).
2° día: Desierto del Néguev (Mamshit, Avedat, Mizpe Ramon)
La visita al desierto del Néguev se centra, sobre todo, en torno a tres lugares: Mamshit, Avedat y Mizpe Ramon.
Mamshit, en árabe {Kurnub}, es actualmente una vasta área de ruinas romano-bizantinas sobre vestigios nabateos, o incluso más antiguos. De época nabatea son una construcción utilizada como vivienda y algunas tumbas características localizadas bajo pequeñas pirámides; de época romana, una construcción que se remonta, probablemente, al tiempo de Adriano. La época más floreciente para la ciudad fue la bizantina, cuando el centro fortificado de Mamshit servía como lugar de protección y descanso para las caravanas que se dirigían hacia la Aravá (un valle al sur del Mar Muerto), Eilat y el Mar Rojo. De este período se pueden admirar, entre otros, los restos de dos iglesias: una, construida por monjes y de la que se conservan las tres entradas, el ábside, un pavimento de mosaico con motivos florales y el baptisterio; la otra se conserva casi intacta y en su interior alberga un gran mosaico que recubre todo el pavimento, el mosaico más bonito de todo el Néguev por su riqueza ornamental y la finura de su elaboración.
Avedat está situada en el centro del Néguev y contiene restos de tres períodos históricos distintos: nabateo, romano y bizantino. Del período nabateo, hacia el siglo II a.C., se han encontrado objetos en cerámica, restos de la ciudad y la acrópolis. Tras la destrucción en el período romano y la edificación de templos paganos, la acrópolis sufrió grandes modificaciones en la época bizantina, en que los edificios paganos fueron transformados en iglesias, de las que actualmente se pueden ver algunos restos.
En el camino que atraviesa el desierto bíblico de Zin es posible hacer un alto en Mizpe Ramon, subiendo al Monte Ramon, desde donde se puede disfrutar de un maravilloso panorama sobre el desierto y es posible admirar las espléndidas formaciones geológicas en las que se han encontrado restos fósiles de animales y reptiles marinos prehistóricos. En medio de este paisaje se ha construido también un museo, al aire libre, de esculturas abstractas.
3.er día: Masada, Ain Gedi, Mar Muerto
La fortaleza de Masada está situada sobre el margen occidental del Mar Muerto, en una zona desértica, y se yergue aislada sobre una roca que destaca visiblemente sobre las que le rodean. Dos senderos, uno al este y otro al oeste, conducen a la fortaleza. Si se inicia la subida una hora antes del alba, es posible disfrutar, desde lo alto de las ruinas, del espectáculo de la salida del sol. Actualmente se puede subir a la fortaleza cómodamente mediante un moderno teleférico.
Masada es conocida por el asedio por parte de los romanos a los últimos zelotes, que se refugiaron en la fortaleza tras la caída de Jerusalén, en el 70 d.C., organizando en ella su vida cotidiana. En el punto más septentrional se pueden admirar también los sugerentes restos de la residencia privada de Herodes. La historia de la fortaleza, de sus edificios y de los sucesos en ella acaecidos son conocidos gracias a las descripciones realizadas por Flavio Josefo y las excavaciones arqueológicas realizadas en el lugar.
Al finalizar la visita, que ocupará la primera parte de la jornada, se puede seguir, a través del camino que bordea el Mar Muerto, y parar para realizar una breve visita al oasis de Ain Gedi antes de alcanzar la orilla del gran lago salado. La fuente de David es la fuente más importante del oasis. El agua cae por las rocas en una bella cascada formando un pequeño lago rodeado por un fino cinturón verde. Se pueden visitar las grutas y el museo, situado cerca del kibbutz, donde se custodian los más importantes objetos encontrados en la zona y que se está convirtiendo en el principal centro de investigaciones arqueológicas de la región del Mar Muerto.
Al final de la jornada quedará tiempo suficiente como para darse un baño en las particulares aguas del Mar Muerto. Este se encuentra a unos 400 m bajo el nivel del mar y la fuerte salinidad de sus aguas (hasta el 25%) impide cualquier forma de vida. Al este se encuentra el altiplano de Moab con, al norte, el bíblico Monte Nebo y, en el centro, la profunda depresión del río Arnón que, con el Jordán, es uno de los mayores afluentes del Mar Muerto. En estos lugares, los perfiles de las rocas sobre el agua, especialmente por la tarde, crean fantásticos efectos de luz.
4° día: Qumrán, Jericó, Jerusalén
Aunque no llega a nombrarse directamente en la Biblia, Qumrán es de gran interés bíblico por los importantes descubrimientos que allí se realizaron entre los años 1947-58. Efectivamente, allí, en el interior de las grutas que se encuentran en las paredes rocosas, se encontraron, entre otros distintos objetos, importantes documentos escritos sobre hojas de pergamino o de papiro, los conocidos como rollos de Qumrán o rollos del Mar Muerto. Estos rollos nos han permitido conocer la historia y costumbres de la vida de la comunidad establecida en Qumrán entre el siglo II a.C. y el siglo I d.C. Por el lugar y por el sistema de vida reflejado en la «Regla de la comunidad», uno de los rollos encontrados, se cree que se trata de la secta de los esenios, un grupo alejado del judaísmo oficial que vivía en un régimen comunitario bajo una severa disciplina y que se dedicaba a una escrupulosa y literal observancia de la Ley.
Siguiendo más allá del Mar Muerto se llega a Jericó, una de las ciudades más antiguas del mundo y que la Biblia toma como ejemplo de todos los pueblos cananeos enemigos de Israel (Jos 24,11). Tras un breve descanso bajo el grueso sicómoro que nos recuerda el encuentro de Jesús con Zaqueo (Lc 19,1-10), es posible visitar las ruinas de la antigua Jericó, excavadas en el {Tell as-Sultán}, a poca distancia de la ciudad moderna y en dirección a la montaña, y las de la Jericó evangélica o romana, hacia el acueducto de Wadi al-Qelt, todavía no del todo recuperadas en las excavaciones arqueológicas.
Es particularmente aconsejable, después, la visita al monasterio greco-ortodoxo de la Cuarentena -encajado en la roca, a media distancia, al que se puede acceder siguiendo el camino desde el Tell as-Sultán o bien con un cómodo teleférico- desde donde se goza de una vista inolvidable, desde el valle del Jordán a los montes de Moab. Este monasterio, construido hacia finales del siglo XIX para alojar a los anacoretas del desierto, hace memoria de las Tentaciones mesiánicas narradas en los evangelios (Mt 4,1-11). A poca distancia de aquí, finalmente, se puede visitar el lugar del Bautismo de Jesús (Mc 1,9-11). En el mismo lugar se recuerda también a los profetas Elías y Eliseo, que pasaron milagrosamente el Jordán, y, más allá del río, Elías fue asunto al cielo en un carro de fuego (2Re 2,11ss). Si es posible, es aconsejable hacer una breve parada para comprar la riquísima fruta de Jericó: pomelos, dátiles, bananas y otros muchos frutos.
A lo largo del camino que conduce desde Jericó a Jerusalén se pueden admirar los lugares en los que se ambienta la parábola del Buen Samaritano narrada por Jesús (Lc 10,25-37).
En Jerusalén se encuentra la casa para peregrinos “Casa Nova”, donde podrás disfrutar de la hospitalidad franciscana.
5° día: Jerusalén (Ofel, Ciudad de David, Museo de Israel)
El Ofel es la colina que se encuentra al sur del Templo, sobre la que se encontraba la antigua ciudad gebusea, llamada «Fortaleza de Sión» y, más tarde, «Ciudad de David». David conquistó este lugar para fundar en él la ciudad de Jerusalén. Desde finales del siglo XIX, los arqueólogos están excavando para sacar a la luz la Jerusalén de la Biblia. Hoy, en este lugar, se ha construido el Jardín arqueológico de la Ciudad de David (The City of David Archeological Garden), que llega hasta el Valle del Cedrón y que conserva importantes hallazgos gebuseos, del tiempo de David y de los asmoneos. De particular interés es el sistema de aprovisionamiento de agua de la ciudad, que recogía el agua de las fuentes vecinas de Ghihon en un gran pozo (conocido como el Warren’s Shaft) o en el túnel de Ezequías (Ezekiah’s Tunnel). En tiempos de Jesús, toda la zona del Ofel estaba comprendida en la zona amurallada de la ciudad. Actualmente, el antiguo Ofel está salpicado de modestas casas árabes. Ante la Puerta de los Magrebíes, o Puerta del Letame, a través de la cual se entra en la Ciudad Vieja, pasa el camino que desciende del Monte Sión y que continúa hacia el Valle del Cedrón, flanquea, a la izquierda, las grandes excavaciones de los contrafuertes meridionales del Templo (Ophel Archeological Garden) y pasa cerca de la esquina sureste del Templo, llamada Pináculo. A lo largo de los muros orientales se encuentra el cementerio musulmán.
El Ophel Archeological Garden se puede visitar descendiendo hacia el este y bordeando, por el exterior, los muros de la ciudad. En los muros que sostienen la Explanada se distinguen tres órdenes de puertas: la Puerta Doble, cubierta en parte por construcciones turcas; la Puerta Triple, en el centro; y la Puerta Simple, junto al Pináculo. Las puertas Doble y Triple daban antiguamente acceso a la Explanada del Templo por un camino exterior y una gran escalinata. Entre las escaleras de acceso había, excavadas en la roca, diversas piscinas para las abluciones rituales. Delante de los muros, bajo las Caballerizas de Salomón, hay restos de casas bizantinas y de un hospicio del siglo V d.C. Finalmente, cerca del Pináculo, son visibles los restos de una torre que se remonta a los tiempos de los reyes.
La tarde se puede dedicar a visitar el Museo de Israel, la más vasta institución cultural en Israel, que comprende distintos edificios agrupados en 4 secciones, además del Departamento de las Antigüedades y de los Museos con su Biblioteca. El lugar más característico es el Santuario del Libro, que custodia los rollos descubiertos en Qumrán y entre los que se encuentra el texto completo del profeta Isaías, las cartas de Bar Kokheba escritas durante la segunda revuelta judía, los rollos descubiertos en Masada y otros pergaminos antiguos de grandísimo interés histórico. Las demás secciones comprenden el Art Garden que, situado en una colina, recoge esculturas de muchos artistas judíos contemporáneos; la riquísima colección de objetos de arte religioso hebreo y de arte medioriental, en la que confluyen obras antiguas y otras de autores modernos; el Museo Arqueológico, que recoge testimonios de la vida en Palestina, comenzando desde la Prehistoria, pasando después por los períodos cananeo, bíblico antiguo, romano, bizantino, árabe, cruzado, hasta el período islámico-mameluco del siglo XIV.
6° día: Jerusalén (Explanada del Templo, Barrio judío, Monte Sión)
A primera hora de la mañana se puede acceder a la Explanada del Templo, el lugar que antiguamente constituía el basamento del Templo de Jerusalén, destruido en el 70 d.C. y ahora corazón religioso del Islam. En este lugar (que es todo el recinto sagrado musulmán o área del Templo), donde en tiempos de Jesús surgía el Templo de Herodes, en época musulmana se edificaron dos mezquitas por el califa ‘Abd el-Malik (alrededor del 700 d.C.), es decir, la mezquita de Omar -o «Cúpula de la Roca»-, y la mezquita de Al-Aqsa. Hoy solamente se pueden admirar desde el exterior.
La mezquita de Omar es el monumento musulmán más antiguo de Palestina y une la arquitectura árabe al arte persa y bizantino. En el centro del edificio emerge la roca sagrada sobre la cual, según la tradición musulmana, sonarán las trompetas del juicio final. Bajo la roca se puede visitar la caverna indicada como lugar de oración de David, Salomón, Elías y Mahoma. Este lugar, llamado monte Moria ya en la tradición judía (2Cr 3,1), está reconocido como el territorio de Moria mencionado en el capítulo 23 del Génesis a propósito del sacrificio de Isaac.
Se puede continuar después hacia el barrio judío que surge al amparo del Kotel (Muro de las Lamentaciones), la parte del muro occidental que sostenía el área sobre la que se elevaba el Templo y que representa el centro espiritual e histórico del Judaísmo. Desde aquí, a pie, se llega hasta la Plaza Batei Mahaseh, los restos de la Basílica Nea (basílica justiniana de los siglos V-VI, indicada en el mosaico de Madaba, en la parte final del Cardo), las cuatro sinagogas sefardíes, la sinagoga de Ramban, la sinagoga de los Perushim (también llamada, después de 1967, Hurvá) y el Cardo, calzada romana ya en tiempos de la Aelia Capitolina (135-330 d.C.) que dividía la ciudad partiendo desde el Norte (Puerta de Damasco) hasta el Sur, en los alrededores de la actual Puerta de Sión.
La tarde comenzará con la visita al Monte Sión, que originalmente indicaba la fortificación conquistada por David para construir en ella su capital y que, posteriormente, se ha convertido en un lugar especialmente apreciado por la Cristiandad porque en él se encuentra el Cenáculo, donde Jesús celebró la Pascua con sus apóstoles e instituyó la Eucaristía durante la última cena (Mc 14,22-25), se apareció a los discípulos tras su resurrección (Jn 20,19-23) y donde se produjo la venida del Espíritu Santo en Pentecostés (Hch 2,1-12). Aquí comenzó también la vida de la Iglesia y se celebró el primer concilio.
En la parte inferior del complejo se encuentra un cenotafio, conocido como la Tumba de David, objeto de veneración religiosa por parte de los judíos. La antecámara de la Tumba de David se corresponde con la antigua capilla dedicada al recuerdo del «lavatorio de los pies» (Jn 13,4-17) y se ha acondicionada actualmente como sinagoga. Una vez atravesado el antiguo claustro franciscano se llega a la escalera que conduce al {Cenáculo} (la sala superior), una amplia sala dividida en dos naves por tres columnas majestuosas de estilo gótico. Después de algunas vicisitudes, el Cenáculo fue restaurado por los franciscanos en el momento de su llegada a Tierra Santa (1333), que construyeron también anexo a él un pequeño convento visible aún hoy día. Transformado posteriormente en mezquita, el Cenáculo pertenece hoy a los israelíes, que permiten la visita de los peregrinos, aunque el «status quo» impide que se desarrolle en él ninguna función litúrgica.
A escasa distancia del edificio se encuentra la iglesia franciscana conocida como «ad Coenaculum», que ofrece a los visitantes la posibilidad de celebrar la santa misa.
Volviendo al camino del Cenáculo y girando a la derecha se llega a la Basílica de la Dormición de María, construida a comienzos del siglo XIX y confiada a los monjes benedictinos alemanes de la Congregación de Beuron. La iglesia quiere recordar el lugar en el que, según la tradición, se produjo la muerte de la Virgen, narrada en un antiguo texto apócrifo. En la cripta, una sugerente imagen en madera y marfil de María durmiente recuerda tal hecho.
Descendiendo por la pendiente del Monte Sión es posible visitar, finalmente, la iglesia de San Pedro en Gallicanto, que evoca el episodio evangélico de la negación de Pedro tras el arresto de Jesús (Mc 14,53-54.66-72). Se supone que la iglesia se levanta en los alrededores del lugar en el que se encontraba la casa de Caifás, adonde Jesús fue conducido inmediatamente después de su arresto. En la cripta se puede visitar un complejo de grutas donde, tradicionalmente, se cree que estuvo detenido Jesús durante la noche de su arresto en espera de ser conducido ante Pilato, la mañana siguiente. En el exterior de la iglesia es importante pararse a admirar y recorrer la larga escalinata de época romana que descendía hacia el Valle del Cedrón y sobre la que, probablemente, Jesús pasó la tarde del Jueves Santo, tras la última cena, cuando descendió con los apóstoles en camino hacia el huerto de Getsemaní.
7° día: Jerusalén (Monte de los Olivos, Iglesia de Santa Ana, Vía Dolorosa, Basílica de la Resurrección)
Separado de la ciudad de Jerusalén por el Valle del Cedrón, el Monte de los Olivos corre paralelo a la colina del Templo y del Ofel. Es particularmente importante para los cristianos porque allí se sucedieron episodios fundamentales de la vida de Jesús, siendo en numerosas veces atravesado por Él en sus desplazamientos entre Jerusalén, Betania y Jericó.
Desde la cima de la colina se puede descender hacia la Ciudad Santa haciendo numerosas paradas: en el Edículo de la Ascensión, que se levanta sobre el lugar en el que los apóstoles vieron a Jesús resucitado subir al cielo (Hch 1,3-12); en la iglesia del Pater Noster, donde es posible visitar el claustro con las placas en cerámica que muestran la oración del padrenuestro en numerosas lenguas y la gruta que recuerda el lugar de la enseñanza del Padrenuestro; en el punto panorámico sobre Jerusalén, apenas encima del cementerio judío; en la pequeña iglesia franciscana del Dominus Flevit, con sus mosaicos bizantinos y los restos de una antigua necrópolis; en la iglesia rusa ortodoxa dedicada a santa María Magdalena; en Getsemaní, con la Gruta del Arresto y la Basílica franciscana de la Agonía, que se encuentra al lado del Huerto de los Olivos y en la cual se han encontrado restos de un antiguo mosaico bizantino y es visible, delante del altar mayor, la roca de la agonía de Jesús; finalmente, en la iglesia de la Tumba de María, que contiene en su parte inferior el bloque de piedra sobre el que fue depositado el cuerpo de María tras su muerte.
Por la tarde se puede continuar con una visita a la iglesia de santa Ana, uno de los monumentos cruzados mejor conservados, edificada sobre el lugar en el que una antigua tradición localiza la casa de los santos Joaquín y Ana y, por tanto, el lugar en el que nació la Bienaventurada Virgen María. En el mismo complejo se encuentran también los restos de la Piscina probática, junto a la cual el evangelio de san Juan sitúa la primera obra de Jesús, la curación del paralítico, es decir, el primer milagro entendido como obra del Padre que da testimonio del Hijo (Jn 5,19).
Desde aquí se pueden recorrer las distintas etapas de la Vía Dolorosa, seguida por Jesús tras su condena a muerte en dirección al Calvario. También se encuentra, en primer lugar, el complejo de la Fortaleza Antonia, donde se alzan distintos edificios: el convento y la iglesia franciscana de la Flagelación, con la anexa escuela bíblica (Studium Biblicum Franciscanum); la escuela musulmana que marca el inicio del Vía Crucis con la condena de Jesús por parte de Pilato (Jn 19,12-16); el arco del Ecce Homo; el convento de Nuestra Señora de Sión, donde es visible el Litóstroto (del griego: pavimentado, embaldosado), lugar situado frente al pretorio en el que, según la tradición, Jesús fue procesado por Pilato, flagelado y torturado por los soldados (Jn 18,28ss). El Vía Crucis continua después a través de las calles de la Ciudad Vieja, con paradas en las distintas estaciones señaladas a lo largo del camino, hasta alcanzar la Basílica del Santo Sepulcro, en cuyo interior se puede completar el itinerario del Vía Crucis con las últimas cinco estaciones.
La visita a la Basílica del Santo Sepulcro representa uno de los momentos centrales de la peregrinación.
La actual iglesia, riquísima en historia y cultura, merece una visita en profundidad. Aquí se ofrecen solo unas breves indicaciones orientativas.
Apenas se entra en el vestíbulo de la basílica, una escalera, a la derecha, conduce al Calvario, dividido en dos capillas; la primera, propiedad de los latinos (Capilla de la Crucifixión), con un altar dominado por un mosaico que representa la escena de Jesús crucificado, y la otra propiedad de los griegos ortodoxos (Capilla del Calvario), que tiene como fondo la escena de Cristo crucificado y cuyo altar surge directamente sobre la roca del Calvario. Bajo el altar, un disco de plata, abierto en el centro, indica el punto en el que se fijó la cruz de Cristo y es posible, introduciendo la mano por la abertura, tocar directamente la piedra. Este es el lugar en el que se conmemora, también en el curso del Vía Crucis, la muerte de Jesús (Mc 15,33ss). Las dos capillas, latina y greco-ortodoxa, están separadas entre ellas por un pequeño altar dedicado a la Madre Dolorosa, es decir, a María sufriendo a los pies de la cruz.
Bajando del Calvario se encuentra la Piedra de la Unción, una piedra de color rosáceo enmarcada sobre el pavimento y decorada con candelabros y lámparas. Recuerda la unción del cuerpo de Jesús con aceites aromáticos tras su muerte, antes de ser depositado en el sepulcro (Jn 19,38).
Se continúa después hacia la anástasis, que conserva todavía la estructura fundamental de la época constantiniana. En el centro de la rotonda se encuentra el Edículo del Santo Sepulcro, reconstruido por los griegos en 1810 después de su destrucción provocada por un incendio. El interior del edículo está dividido en dos partes: la Capilla del Ángel, que se encuentra inmediatamente después de la entrada al sepulcro y en la que se custodia un pedazo original de la piedra redonda que cerraba la tumba; y la estancia sepulcral, a la que se accede atravesando una entrada baja y que contiene la roca original, ahora cubierta por un banco de mármol, sobre la que fue depositado el cuerpo de Jesús (Jn 19,41).
El itinerario en el interior de la Basílica se puede completar con la visita a las numerosas capillas menores.
8° día: Jerusalén (Yad Vashem, Ain Karem)
La primera parte de esta jornada se dedicará a la visita del memorial y del museo de Yad Vashem, dedicado a las víctimas de la Shoah (holocausto). Yad Vashem significa «un monumento y un nombre», según las palabras del profeta Isaías: «Yo he de darles en mi templo y en mis muros monumento y nombre» (Is 56,5), y se refiere a la incesante obra de investigación con que la institución está intentando poner cara y nombre a las más de seis millones de víctimas judías de la Shoah. El Yad Vashem se fundó en 1953 y recientemente se ha ampliado y modernizado. Allí se puede visitar el riquísimo museo, los numerosos monumentos y memoriales al aire libre, el vasto y sugerente Jardín de los Justos, en el que se han plantado árboles en recuerdo de los Justos de las Naciones, es decir, aquellos que, durante la persecución nazi-fascista, ayudaron a los judíos a escapar de la deportación y las masacres. Particularmente conmovedora es la visita al Memorial de los Niños judíos asesinados (más de un millón y medio).
Por la tarde la visita prosigue por la vecina Ain Karem, el pueblo en el que la tradición sitúa la vivienda del sacerdote Zacarías y su mujer, Isabel.
Rodeado por un bosque de pinos y cedros, Ain Karem es hoy un gracioso pueblo con casas de piedra al estilo árabe, convertido en un barrio de la muy cercana Jerusalén. Son muchas las personas que gustan de visitar este lugar, entre israelíes, turistas y peregrinos, para disfrutar de una atmósfera bucólica y ver algunos santuarios. Los cristianos, por ejemplo, no dejan de visitar la iglesia de la Visitación y la iglesia de San Juan Bautista. La primera se erigió en recuerdo de la visita de María a su prima Isabel tras la noticia del embarazo de esta última a pesar de su edad avanzada. Aquí María pronunció el Magníficat (Lc 1,46-56), que está escrito en las paredes del jardín de la iglesia en 41 lenguas diferentes. Otro santuario importante es el que recuerda el nacimiento de Juan Bautista, que bautizó a Jesús en las aguas del Jordán.
9° día: Belén, Campo de los Pastores, Herodium
Belén, en hebreo Bet-Lehem (Casa del Pan) y en árabe Bait Laham (Casa de la Carne), se encuentra ligeramente al sur de Jerusalén, en el camino que desciende hacia Hebrón, Be’er Sheva y el desierto del Néguev.
La visita puede comenzar en la Basílica de la Natividad, dedicada al nacimiento de Jesús (Lc 2,1-7) y cuya propiedad se reparten hoy los latinos, los griegos ortodoxos y los armenios. La Gruta de la Natividad está dividida en dos partes: el altar de la Natividad, de propiedad de los griegos, y el altar del Pesebre (Gruta de los Magos), cuya propiedad es de los latinos. Anexa a la Basílica se encuentra la iglesia franciscana de Santa Catalina, con su bellísimo claustro medieval y las grutas subterráneas dedicadas a san José, los Santos Inocentes y a san Jerónimo.
Una breve visita a la cercana Gruta de la Leche, transformada hoy en una capilla franciscana y tradicionalmente asociada también a la memoria del lugar de sepultura de los Santos Inocentes (Mt 2,16), completa la visita al complejo.
Se pueden visitar después otros dos lugares importantes: el Campo de los Pastores, en los alrededores del pueblo árabe de Beit Sahur, y el Herodion (o Herodium), en el que se encontraba el grande y suntuoso palacio de Herodes el Grande, a pocos kilómetros de Belén. En el primero se encuentra el santuario diseñado por el arquitecto Barluzzi y cuya forma recuerda una tienda de campaña, propia de los pastores del tiempo de Jesús. Aquí la tradición cristiana coloca la escena evangélica del anuncio del nacimiento de Jesús a los pastores del lugar (Lc 2,8-20). En esta vasta área se encuentran también numerosos restos arqueológicos de un monasterio bizantino de los siglos IV-V y de las características grutas-vivienda del período herodiano, que los franciscanos han adaptado como capillas.
La última etapa de este día se puede dedicar a visitar el palacio-fortaleza del Herodion, nombre que le fue dado por el mismo Herodes. La altura, que actualmente acoge solo las ruinas de la que debió de ser una residencia suntuosa e imponente, tiene la forma de un volcán y ofrece unas vistas espectaculares. Herodes la mandó construir entre el 24 y el 25 a.C. como lugar de su sepultura, aunque de su tumba no queda ninguna huella. A los pies de la colina se encontraba un pequeño pueblo, del que se ven algunos restos, con otro gran palacio y lo que los arqueólogos suponen que fue un hipódromo.
En Belén se encuentra la casa para peregrinos “Casa Nova”, donde podrás disfrutar de la hospitalidad franciscana.
10° día: Nazaret
Al menos, media jornada de este último día se puede dedicar a Nazaret, la tercera ciudad más importante para todos los cristianos. Nazaret es la ciudad más grande de Galilea y la más grande ciudad árabe de Israel. Uno de los aspectos que más llama la atención al peregrino, que siempre ha imaginado el lugar como el tranquilo pueblecito donde Jesús pasó su propia infancia, es el contraste producido por el intenso y ruidoso ir y venir cotidiano de hoy. Esto no debería de, necesariamente, desilusionar al visitante porque esta primera impresión cederá el puesto a otra más amigable por su atmósfera viva y acogedora. Además, la ciudad resulta extremadamente cómoda para quien quiera visitar los lugares cristianos vecinos, desde el Monte Tabor al Lago de Tiberíades.
Pero, limitándonos a visitar en nuestro recorrido exclusivamente la ciudad, no podemos dejar de visitar la Basílica de la Anunciación en un primer momento.
Proyectada por el arquitecto milanés Giovanni Muzio y construida entre los años 1960 y 1969, la basílica se levanta imponente dominando el panorama de toda la ciudad. Según la tradición, aquí se encontraba la casa de María y, justamente aquí, el arcángel san Gabriel se habría aparecido a la Virgen para anunciarle que concebiría al Hijo del Altísimo (Lc 1,31-33).
La iglesia acoge en su interior la famosa Gruta de la Anunciación, o gruta-casa de María. Aquí, los primeros cristianos instalaron una especie de sinagoga para reunirse y practicar el culto. De esta iglesia-sinagoga queda una pila bautismal, visible aún hoy en día. Posteriormente fue sustituida por la basílica bizantina (siglo V), de la que se han encontrado algunos mosaicos, pero que no incorporaba ya la gruta. En el siglo XI, en pleno período cruzado, Tancredo hizo construir una basílica en estilo románico.
A pocos metros de aquí se encuentra la iglesia de san José, donde se cree que se encontraba la casa de José. Finalmente, otros dos lugares de posible interés para el peregrino son: la Fuente de la Virgen, en la calle principal de la ciudad que conduce a Tiberíades, y la iglesia de san Gabriel.
En Nazaret se encuentra la casa para peregrinos “Casa Nova”, donde podrás disfrutar de la hospitalidad franciscana.
El Verbo se hizo carne
Tiempo de estancia ideal: 7 días Bienaventurado el hombre que tiene en Ti su fortaleza y anhela tus senderos (Sal 84,6)
El Verbo se hizo carne
Tiempo de estancia ideal: 7 días
1.er día: Vía Maris, Carmelo
Bienaventurado el hombre que tiene en Ti su fortaleza y anhela tus senderos (Sal 84,6)
Una vez llegados a Tel Aviv, tomaremos las nuevas y modernas autopistas que siguen el trazado de la antigua Vía Maris, la «autopista» de la época de Jesús que unía Egipto y Siria. Atravesaremos la llanura de Sharón haciendo una breve parada para admirar los restos del acueducto romano de Cesarea Marítima. Continuamos después hasta la ciudad de Haifa para subir al monte Carmelo. La parada en el Santuario Stella Maris nos permitirá recordar la figura del gran profeta Elías. Desde aquí continuaremos hasta llegar a Nazaret, la flor de Galilea.
Durante su visita a Galilea, puede alojarse en la Casa Nova (residencia franciscana para peregrinos) de Nazaret.
2° día: Nazaret
En aquel tiempo, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen, esposa de un hombre de la casa de David llamado José. La Virgen se llamaba María. El ángel le dijo: «No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios; vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo a quien pondrás por nombre Jesús. Él será grande, se le llamará Hijo del Altísimo». (Lc 1, 30-32a)
La jornada empieza ante la gran basílica de la Anunciación, consagrada en el año 1969, que encierra en su seno la «gruta venerada» con los restos de la casa de María de Nazaret. Aquí comenzó todo a partir del anuncio del ángel a la Virgen María: «HIC Verbum Caro factum est», es decir, AQUÍ el Verbo tomó nuestra naturaleza humana. Continuaremos con la visita al Museo del pueblo antiguo, donde se conservan los objetos encontrados en las excavaciones arqueológicas llevadas a cabo por el padre Bellarmino Bagatti ofm. A pocos metros visitaremos la iglesia de la Nutrición o Casa de San José, el lugar donde la tradición sitúa la casa de la Sagrada Familia, y la Fuente de la Virgen.
Desde la llanura de Esdrelón llegamos a Daburiyyeh, un pueblo musulmán que se encuentra a los pies del Monte Tabor. Podremos subir hasta los 600 m de altitud a bordo de un minibús para visitar la Basílica de la Transfiguración de Jesús.
A la vuelta, descansaremos en el pueblo de Naim, donde Jesús resucitó al hijo de la viuda. De camino a Nazaret nos detendremos en Caná de Galilea, en el santuario que conmemora el primer milagro de Jesús durante la boda. Aquí, las parejas de esposos suelen renovar las promesas matrimoniales.
3.er día: Lago de Tiberíades
Caminando por la ribera del mar de Galilea vio a dos hermanos, Simón, llamado Pedro, y su hermano Andrés, echando la red en el mar, pues eran pescadores, y les dice: «Venid conmigo, y os haré pescadores de hombres.» Y ellos al instante, dejando las redes, le siguieron. Caminando adelante, vio a otros dos hermanos, Santiago el de Zebedeo y su hermano Juan, que estaban en la barca con su padre Zebedeo arreglando sus redes; y los llamó. Y ellos al instante, dejando la barca y a su padre, le siguieron. (Mt 4, 18-22)
Toda la jornada está dedicada a la visita de los lugares ligados a la predicación de Jesús en los alrededores del Lago de Tiberíades o Mar de Galilea.
Comenzaremos por Cafarnaúm, la «ciudad de Jesús», donde visitaremos el Memorial de San Pedro, edificado sobre los restos de su casa, allí donde el Señor solía alojarse durante su ministerio en Galilea.
«En Cafarnaúm, en la casa del príncipe de los apóstoles, se construyó una iglesia cuyas paredes permanecen en el día de hoy tal y como eran...».
Pedro diácono, monje benedictino (siglo XII)
Los franciscanos, en las excavaciones llevadas a cabo durante los dos últimos siglos, han sacado a la luz buena parte del trazado urbano de Cafarnaúm. Frente a la casa de Pedro se encuentra una sinagoga del siglo V, construida sobre los cimientos de la que existió en tiempos de Jesús.
Recorriendo el camino que bordea el Lago se pueden ver los restos del antiguo Santuario de las Bienaventuranzas. A escasa distancia se encuentran otros dos santuarios: el de Tabgha, que recuerda la Multiplicación de los Panes y los Peces, y el Primado de Pedro.
4° día: De Galilea a Judea siguiendo el curso del Jordán
Dejamos Nazaret y Galilea y nos dirigimos hacia Judea siguiendo el curso del río Jordán, que marca la frontera entre Israel, los Territorios Palestinos y el Reino Hashemita de Jordania.
La primera etapa es Qasr al-Yahud, en la orilla del río Jordán, el lugar donde Jesús recibió el bautismo de Juan. Seguimos adelante hasta Qumrán, donde se han encontrado los manuscritos más antiguos de la Biblia.
A escasa distancia se halla el Mar Muerto, el gran lago salado donde es posible bañarse en unas aguas saturadas de sales y minerales, famosas por sus propiedades curativas.
Entramos después en Jericó, la ciudad de Zaqueo y del ciego de nacimiento.
Entró en Jericó y cruzaba la ciudad. Había un hombre llamado Zaqueo, que era jefe de publicanos, y rico. Trataba de ver quién era Jesús, pero no podía a causa de la gente, porque era de pequeña estatura. Se adelantó corriendo y se subió a un sicómoro para verle, pues iba a pasar por allí.
Y cuando Jesús llegó a aquel sitio, alzando la vista, le dijo: «Zaqueo, baja pronto; porque conviene que hoy me quede yo en tu casa». Se apresuró a bajar y le recibió con alegría. Al verlo, todos murmuraban diciendo: «Ha ido a hospedarse a casa de un hombre pecador». Zaqueo, puesto en pie, dijo al Señor: «Daré, Señor, la mitad de mis bienes a los pobres; y si en algo defraudé a alguien, le devolveré cuatro veces más». Jesús le dijo: «Hoy ha llegado la salvación a esta casa, porque también este es hijo de Abrahán, pues el Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido.» (Lc 19,1-10)
Después de comer, subiremos desde la depresión del Mar Muerto (400 metros bajo el nivel del mar) hasta llegar al punto más alto, el Monte de los Olivos, a unos 800 m sobre el nivel del mar. Descansaremos en Betania, casa de Lázaro, Marta y María.
Acercándose al sepulcro, Jesús gritó con fuerte voz: «¡Lázaro, sal afuera!» Y salió el muerto, atado de pies y manos con vendas y envuelto el rostro en un sudario. Jesús les dice: «Desatadlo y dejadle andar». (Jn 11,1-44)
Desde Betania nos dirigiremos a Belén atravesando, en parte, la Ciudad Nueva de Jerusalén.
5° día: Belén, Ain Karem
Dedicaremos la mañana a visitar Belén.
Por aquellos días salió un edicto de César Augusto ordenando que se empadronase todo el mundo. Este primer empadronamiento tuvo lugar siendo gobernador de Siria Cirino. Iban todos a empadronarse, cada uno a su ciudad. Subió también José desde Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David, que se llama Belén, por ser él de la casa y familia de David, para empadronarse con María, su esposa, que estaba encinta. Mientras estaban allí, se le cumplieron los días del alumbramiento y dio a luz a su hijo primogénito, le envolvió en pañales y le acostó en un pesebre, porque no tenían sitio en el albergue.
(Lc 2,1-7)
Entramos en la Basílica por la Plaza del Pesebre; descendiendo a la Gruta de la Natividad podremos contemplar el resto del Pesebre descrito por los peregrinos. Visitaremos las Grutas llamadas «de san Jerónimo» y volvemos a subir hasta llegar al claustro cruzado. Dejando Belén, descendemos por los campos del este hasta Bet Sahur, el lugar donde los pastores recibieron el anuncio del ángel. Finalmente, volvemos a Belén para tomar parte en la procesión cotidiana con los frailes, que nos conduce de nuevo hasta el Pesebre del Niño Jesús.
Tras el almuerzo partimos para Ain Karem. Subiremos hasta el santuario de la Visitación de María a su prima santa Isabel y visitaremos el lugar del nacimiento de Juan Bautista, el Precursor de Jesús.
En aquellos días, se puso en camino María y se fue con prontitud a la región montañosa, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. En cuanto oyó Isabel el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno, Isabel quedó llena de Espíritu Santo.
(Lc 1,39-41)
Durante su visita a estos lugares, puede alojarse en la Casa Nova (residencia franciscana para peregrinos) de Belén.
6° día: Jerusalén (Monte de los Olivos y Vía Dolorosa)
Desde Belén nos dirigimos a Jerusalén. La mañana} está dedicada al Monte de los Olivos. Tras la visita a Betfagé, subimos hasta el edículo de la Ascensión. Descendemos, parándonos en el Dominus Flevit, y después visitamos el Huerto de los Olivos, la Basílica de Getsemaní, la Gruta de la Traición y la Tumba de la Virgen. Desde el Valle del Cedrón subimos hacia la Ciudad Vieja de Jerusalén entrando por la Puerta de los Leones. Una vez visitada la Piscina Probática, iniciamos el camino de Jesús en el santuario de la Flagelación siguiendo las estaciones del Vía Crucis señaladas oportunamente a lo largo de la Vía Dolorosa que conduce hasta el Calvario o Gólgota.
Tomaron, pues, a Jesús, y él cargando con su cruz, salió hacia el lugar llamado Calvario, que en hebreo se llama Gólgota, y allí le crucificaron y con él a otros dos, uno a cada lado, y Jesús en medio. Pilato redactó también una inscripción y la puso sobre la cruz. Lo escrito era: «Jesús el Nazareno, el rey de los judíos». (Jn 19,17-19)
La última estación coincide con el Santo Sepulcro, donde fue depositado el cuerpo de Jesús.
«No os asustéis. Buscáis a Jesús de Nazaret, el Crucificado; ha resucitado, no está aquí. Ved el lugar donde le pusieron».(Mc 16,6-7)
Durante su visita a Judea, puede alojarse en la Casa Nova (residencia franciscana para peregrinos) de Jerusalén.
7° día: Jerusalén (Muro de las Lamentaciones, Cenáculo y Dormitio Mariae)
El último día está dedicado a la zona que rodea el Monte del Templo de Jerusalén. Atravesando el zoco llegamos hasta el lugar más sagrado para los judíos, el Muro Occidental o Muro de las Lamentaciones, un tramo original del muro de contención de la explanada del Templo construida por Herodes en tiempos de Jesús. En este lugar los judíos rezan en dirección al Muro, en dos zonas separadas (para hombres y mujeres, como en las sinagogas). Es posible acceder a la explanada del Monte del Templo, también llamada de las Mezquitas (excepto los viernes y otras fiestas islámicas). Considerado como uno de los lugares más sagrados del Islam, es llamado «Haram ash-Sharif» (el recinto noble). En su área, además de las dos grandes mezquitas (la Mezquita de la Roca y al-Aqsa), se encuentran templetes, columnatas, minaretes y fuentes.
De regreso al Muro de las Lamentaciones, subimos a pie bordeando los muros de Suleymán el Magnífico y, atravesando el barrio judío, entramos por la Puerta de Sión. Llegamos hasta la Basílica de la Dormitio Mariae, memorial del Tránsito de la Virgen, y la Sala del Cenáculo. En este lugar, Jesús quiso que se preparara la Pascua, su Última Cena; aquí lavó los pies a sus discípulos e instituyó la Eucaristía y el sacerdocio. En este lugar, los discípulos, reunidos «por miedo a los judíos», recibieron el don del Espíritu Santo.
Al llegar el día de pentecostés, estaban todos reunidos con un mismo objetivo. De repente vino del cielo un ruido como una impetuosa ráfaga de viento, que llenó toda la casa en la que se encontraban. Se les aparecieron unas lenguas como de fuego que se repartieron y se posaron sobre cada uno de ellos; se llenaron todos de Espíritu Santo y se pusieron a hablar en diversas lenguas, según el Espíritu les concedía expresarse. (Hch 2,1-4)
La peregrinación se concluye con la visita a Emaús, donde la tradición sitúa el memorial de la manifestación del Señor resucitado a los dos discípulos de Emaús, Cleofás y Simeón.
Al acercarse al pueblo a donde iban, él hizo ademán de seguir adelante. Pero ellos le rogaron insistentemente: «Quédate con nosotros, porque atardece y el día ya ha declinado». Entró, pues, y se quedó con ellos. Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo iba dando. Entonces se les abrieron los ojos y le reconocieron, pero él desapareció de su vista. Se dijeron uno a otro: «¿No estaba ardiendo nuestro corazón dentro de nosotros cuando nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?». Y, levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén y encontraron reunidos a los Once y a los que estaban con ellos, que decían: «¡Es verdad! ¡El Señor ha resucitado y se ha aparecido a Simón!». Ellos, por su parte, contaron lo que había pasado en el camino y cómo le habían conocido al partir el pan. (Lc 24,13-35)
La visita de los peregrinos a la Custodia
En las antiguas crónicas de viajes se puede leer que era responsabilidad directa del guardián del convento de Jerusalén, también llamado Custodio de Tierra Santa, ir personalmente hasta Jaffa para recibir a los peregrinos. En caso de no poder ir personalmente, debía preocuparse de enviar un representante, experto y de confianza, porque el viaje era peligroso y complicado por numerosas circunstancias. Una vez llegados a Jerusalén, los peregrinos encontraban hospitalidad dentro de los muros del convento franciscano y buenos consejos sobre cómo moverse en Tierra Santa.
Durante siglos, los franciscanos fueron también los guías de los peregrinos en todos los aspectos de la peregrinación: bíblico-espiritual, logístico, burocrático, político, etc.
Todavía hoy numerosos frailes se dedican al servicio de acogida y acompañamiento de los peregrinos: sin embargo, dado el creciente número de fieles que llegan a Tierra Santa cada mes, ya no es posible responder como en el pasado a las necesidades de todos.
Aun así, hay una costumbre que se ha mantenido invariable: el encuentro de los peregrinos con el padre Custodio de Tierra Santa o con uno de sus representantes. Los encuentros con los franciscanos que viven en Tierra Santa ayudan a entender mejor la realidad de los Santos Lugares y la situación de los cristianos, las “piedras vivas” que viven aquí.
La tradición es que sean acogidos por los frailes de la Custodia que hablan el idioma de los peregrinos: de esa forma se facilita la comunicación y se ofrece un mejor servicio de hospitalidad y acogida.
Generalmente, estos encuentros – con el Custodio, su vicario o con frailes de la Custodia, según los compromisos y la disponibilidad – tienen lugar en Jerusalén, en el convento de San Salvador.
El encuentro con la Custodia durante la peregrinación a Tierra Santa no solo ayuda a comprender el vínculo especial que la Historia ha establecido entre la Orden de los Frailes Menores y los lugares de la Salvación, sino que permite mirar la realidad de esta tierra y su gente a través de los ojos de quienes la custodian y la aman.
¡La Custodia te espera para encontrarse contigo!
Para organizar tu encuentro puedes contactar con nosotros en:
Jaffa Gate, Omar Ibn el Qattab Sq.
P.O.B. 14308
9114201 Jerusalem
Tel.+972-2-6272692
email: cicinfo@cicts.org