Peregrinación al Santuario de la Flagelación | Custodia Terrae Sanctae

Peregrinación al Santuario de la Flagelación

A pesar de los últimos decretos que impiden la numerosa participación acostumbrada, el lunes 23 de marzo tuvo lugar una peregrinación de Cuaresma en el santuario de la Flagelación de Jerusalén.

A continuación, las reflexiones de fray Enrique Bermejo, superior del convento de la Flagelación y uno de los franciscanos presentes en la celebración eucarística.

 

"Peregrinación en espíritu al Santuario de la Flagelación

Hemos celebrado hoy en el santuario de la Flagelación la “Conmemoración de la Flagelación del Señor”, título que lleva una de nuestras capillas.

Por las circunstancias de todos conocidas hemos reducido la presencia de la asamblea litúrgica en esta tarde.

El Evangelio del día de hoy aquí, nos relata la escena de Jesús en el pretorio ante Pilato cuando sufre escarnio y flagelación. Pilato trata de salvar a Jesús de la condenación en diálogo con los Judíos, pues no encontraba en él culpa alguna, pero estos rechazan a Jesús y salvan a Barrabás. Entonces Pilato les consigna al hombre, “Ecce Homo” (Jn 19,5), al  “Rey de los judíos” (Jn 19,19).

Ya  lo había dicho el profeta Isaías refiriéndose a Jesús: “sin aspecto atrayente, despreciado y evitado de los hombres, como un hombre de dolores, acostumbrado a sufrimientos ante el cual se ocultaban los rostro, … leproso, herido de Dios y humillado… nuestro castigo saludable cayó sobre él, sus cicatrices nos curaron˝ (Is 53,2-5).

Así pues, el que no logra ser salvado por su pueblo, a su pueblo ha de salvar por su pasión y muerte.

Hoy ante la situación del corona virus el Cristo sufriente, el varón de dolores, está presente en tantos hombres desgarrados por el dolor (“He aquí al hombre”), y esperemos, no en la desesperación.

El hombre de hoy, nosotros, somos invitados por el Padre Dios a comenzar la vía dolorosa, vía de amargura, con Jesús para que con la fe, que es un don de Dios, podamos llegar a la Resurrección a la curación de todos los hombres.

Nosotros, frailes y hermanas de Jerusalén, hoy y todos estos días estamos implorando a Dios misericordioso que se apiade de nosotros, que tenga compasión de su pueblo, de la humanidad entera para que alivie a los enfermos y puedan superar la enfermedad y a los que han muerto, por este enemigo invisible, sean llevados a la gloria de los santos, al descanso de los justos y participen de la Gloria de Dios.

Mientras tanto seguimos unidos a todos vosotros, a todos los hombres, a todos, pues a todos ama Dios y también nosotros, para que el rostro del Hombre nuevo se manifieste en cada hombre que hoy vive en este mundo, el mundo que quiere ser recreado por el soplo de vida de Dios. Amén.

Fr. Enrique"