En Jerusalén, la semana de oración por la unidad de los cristianos se celebró este año del 25 de enero al 2 de febrero. Según la tradición, de hecho, la semana comienza el sábado siguiente a la Navidad armenia (19 de enero). Y según la tradición, se abre con la participación en el oficio del Apodeipnon (completas) de los greco-ortodoxos en el Calvario (basílica del Santo Sepulcro).
Este año, el lema sugerido por el Jerusalem Inter-Church Committee (JICC) era “¿Crees esto?” (Jn 11,26). Este año se celebra el 1700 aniversario del Concilio de Nicea, el primer concilio ecuménico cristiano, que tuvo lugar en el año 325.
Los Padres de Nicea se esforzaron por encontrar palabras que abrazaran el misterio de la encarnación y de la pasión, muerte y resurrección del Señor. El rezo del “Credo” según la fórmula surgida de aquella asamblea, estuvo en el centro de todas las celebraciones.
La riqueza de denominaciones presentes en Jerusalén, además, permitió una auténtica peregrinación de todo el pueblo cristiano, que cada día pudo disfrutar de una distinta expresión – artística, litúrgica, lingüística – de la única fe cristiana y aprovechar este patrimonio común.
Entre las iniciativas de esta semana, el intercambio de predicadores entre la Iglesia católica latina y la anglicana. El domingo 26 de enero, el obispo auxiliar del patriarcado latino, William Shomali, pronunció el sermón en la catedral anglicana de St. George.
Tres días después, el arzobispo anglicano Hosam Naoum hizo lo mismo en la iglesia del patriarcado latino, concatedral de Jerusalén. “Es un paso positivo, que corresponde al aumento de las relaciones entre las Iglesias en Jerusalén”, según el arzobispo Naoum.
El significado y el espíritu de esta iniciativa fueron explicados por monseñor Shomali: “Este intercambio es posible porque compartimos casi todo: tenemos la misma Biblia, el mismo Bautismo, la misma fe en un Dios uno y trino, la misma doctrina expresada en el Credo niceno-constantinopolitano, y pertenecemos, a pesar de nuestras divisiones, a la única Iglesia fundada por Jesucristo, que es una, santa, católica y apostólica”.
La semana de oración se desarrolló este año durante una tregua en la guerra en Gaza. Un momento de alivio, pero todavía no la paz verdadera. Por eso, cada día, la oración ecuménica fue siempre también una oración para pedir a Dios el don de la paz.
“La paz no es ausencia de conflicto, sino la presencia de Dios en nuestros corazones” afirmó el padre Aghan Gogchyan, canciller del patriarcado armenio, en su sermón en la catedral de Santiago. “La paz empieza en el alma y solo después se extiende hacia afuera y afecta a nuestras relaciones. La paz empieza en nuestro corazón, si Dios habita en él. Si queremos ser instrumentos de paz en este mundo, debemos antes permitir que la paz habite en nosotros, en nuestras heridas, en nuestras preocupaciones y miedos”.
Desde el Cenáculo, lugar donde la tradición sitúa la Última Cena de Jesús con los apóstoles y también el primer concilio, el Concilio de los Apóstoles, llega el llamamiento más vibrante a la unidad. Lo formuló el padre Nikodemus Schnabel, abad benedictino de la Dormición, que se encuentra a pocos pasos.
“En nuestro camino ecuménico, a veces, lo que llamamos unidad es más bien una tregua ecuménica. Acordamos no decir que los demás son herejes y cismáticos y no son verdaderamente cristianos, nos saludamos e intentamos ser amigables. Pero no es eso por lo que rezamos hoy. La unidad de todos los cristianos bautizados es más que una tregua ecuménica. Abramos nuestros corazones para que nuestra relación ecuménica, especialmente en Jerusalén, no sea solo una tregua ecuménica, sino una verdadera paz ecuménica”.
También del padre Nikodemus salió una propuesta para superar la disputa sobre la fecha de la Pascua que este año, por una feliz coincidencia, cae el mismo día para todos.
Los Padres de Nicea decidieron celebrar la Pascua el domingo después de la primera luna llena de primavera y después de la Pascua judía (que también es una festividad movible). El problema surgió cuando en Occidente se adoptó el calendario gregoriano, más correcto desde el punto de vista astronómico, mientras que la Iglesia de Oriente permaneció con el juliano.
El abad benedictino propuso considerar el segundo aspecto de la formulación de Nicea y celebrar la Pascua en una única fecha, “el domingo después de la Pascua judía”, sin que una tradición prevalezca sobre otra sino realizando una especie de retorno a los orígenes.
Marinella Bandini