“Mi Siria, Su pueblo”: entrevista a monseñor Hanna Jallouf, vicario apostólico latino de Alepo

“Mi Siria, Su pueblo”: entrevista a monseñor Hanna Jallouf, vicario apostólico latino de Alepo

Es el primer sirio nombrado obispo entre su pueblo. El domingo 17 de septiembre, fray Hanna Jallouf, franciscano de la Custodia de Tierra Santa, será ordenado obispo y asumirá el cargo de vicario apostólico latino de Alepo, con jurisdicción sobre todos los católicos de rito latino presentes en Siria.  De penetrantes ojos azules, nació hace 71 años en Knayeh, en el norte de Siria, una tierra que hoy está en manos de los rebeldes contrarios al gobierno. Desde el inicio de la guerra, incluso a riesgo de su vida, no ha querido nunca abandonar a su gente, por lo que se ha convertido en un punto de referencia, no solo para los problemas acuciantes, sino también para mantener encendida la fe y la esperanza que la guerra ha puesto a prueba. Hoy, pocos meses después de un terremoto devastador y con la guerra, quizá menos cruenta pero aún en marcha, deja Knayeh para una nueva misión. “Oré y sentí que el Señor me decía: ‘Este pueblo es mi pueblo, este rebaño es mi rebaño, no el tuyo. Y yo te quiero para otra misión’”.

En esta entrevista nos cuenta su historia y su nueva misión

 

¿Cómo recibió el nombramiento del papa Francisco?

No lo esperaba. Estaba totalmente ocupado con todos los compromisos y las dificultades que tuvimos que afrontar tras el terremoto. Pero el Señor decidió llamarme para otra misión. Estaba indeciso sobre si aceptar o no, me costaba mucho dejar a mi gente. Recé y sentí que el Señor me decía: “Este pueblo es mi pueblo, este rebaño es mi rebaño, no el tuyo. Y yo te quiero para otra misión”. Y entonces acepté este nombramiento.

Cada obispo elige un “lema”, una frase que identifica el espíritu con el que emprende su misión. Y también un escudo, en el que figuras y símbolos remiten a los orígenes y el territorio del que procede el obispo, pero también a sus referencias espirituales. ¿Cuál ha escogido?

Como lema he escogido “Sicut qui ministrat”: “Como el que sirve” (Lc 22, 27). Son las palabras que el Señor dijo a sus discípulos durante la última cena. Para el emblema, sobre el escudo hay una cruz porque la Cruz es nuestra gloria, nuestra salvación está en la Cruz del Señor. He dividido el escudo en cuatro campos. En la parte superior quería el símbolo franciscano (a la derecha) y la cruz de Tierra Santa (a la izquierda), que indican respectivamente mi pertenencia a la Orden franciscana y a la provincia de la Custodia.  En la inferior, a la derecha el mapa de Siria sobre fondo rojo, el color de la sangre, con una paloma en el centro, símbolo de la paz; a la izquierda un olivo, símbolo de la provincia de Idlib, de la que procedo, conocida por el cultivo de olivos. En el centro, en la intersección entre los cuatro campos, el emblema de María (la M sobre campo azul), para ponerlo todo bajo su protección.

¿Por qué eligió el 17 de septiembre como fecha de su ordenación?

Elegí esta fecha porque es la fiesta de los estigmas de San Francisco. Ruego para que la sangre de Cristo sane a la Siria ensangrentada por la guerra y el terremoto y le dé una paz santa y justa, y la salvación.

¿Cómo describiría la situación de la Iglesia en Siria? ¿Cuáles son las cifras actuales de la presencia cristiana en este país?

Antes de la guerra, los cristianos eran casi el 17 por ciento de la población siria. Hoy, después de 11 años, muchos han emigrado. En la provincia de Idlib, por ejemplo, éramos 10.000 fieles cristianos; hoy hay alrededor de 700 familias, ni siquiera el 8 por ciento de la población. Quizá quedamos el 3 o 4 por ciento de la población cristiana en Siria.

¿Cuáles son los retos que la Iglesia está llamada a afrontar en Siria?

Este es el primer desafío: infundir coraje a nuestros “hijos” porque la guerra casi ha logrado que incluso los cristianos pierdan el sentido de la vida. Actualmente, Siria está dividida en dos partes: una bajo el gobierno oficial y la otra bajo los rebeldes, donde yo me encontraba, en la provincia de Idlib. Quizá el Señor me ha elegido porque soy uno de los pocos que es respetado por ambas partes. Quizá puedo ayudar a pacificar a las dos partes. No es una misión exclusivamente mía, sino una misión franciscana. En el último encuentro que tuve con el líder de los rebeldes le hablé del encuentro entre San Francisco y el sultán Malek el-Kamil en Egipto, hace 800 años. El resultado es que desde entonces los franciscanos han cuidado tanto de los Santos Lugares como de las personas que los visitan y que viven allí. Y le pedí que garantizara a los cristianos sus derechos y una convivencia pacífica. El otro reto tiene que ver con la propia Iglesia. Lo primero que haré será visitar todas las parroquias y las congregaciones que trabajan en el territorio, para conocer sus necesidades. Quiero que nuestros religiosos y sacerdotes no olviden que su responsabilidad no es solo de tipo social, sino sobre todo espiritual.

Usted ha vivido durante muchos años en el norte de Siria, en el Valle de Orontes, conocido por trágicos acontecimientos ligados a la guerra y todavía controlado por grupos yihadistas. ¿Cuál es la situación de los cristianos en el norte de Siria? ¿Y la relación con los rebeldes?

Cuando supieron de mi nombramiento se sintieron orgullosos. Nadie esperaba que alguien de una zona tan remota pudiera ser nombrado obispo de toda Siria. Los rebeldes me mandaron una delegación para felicitarme por el nombramiento. Nuestros cristianos, por una parte se alegraron, pero por otra sintieron algo de miedo y tristeza porque debo dejar todo y para ellos soy un punto de seguridad y coraje. Muchas personas que querrían venir a Alepo para mi ordenación no podrán porque las vías de comunicación están interrumpidas entre el norte de Siria y el resto del país.

Dentro de unos días se celebrará el décimo aniversario del asesinato del padre François Mourad, que estaba refugiado en la parroquia latina de Ghassanieh, confiada a los franciscanos. ¿La sangre de los mártires es realmente semilla de nuevos cristianos?

Cuando hay alguna revuelta, al principio hay muchos mártires, muchos muertos, mucha sangre. También en Siria, al comienzo el comienzo de la revuelta fue muy sangriento, los cristianos fueron golpeados duramente; muchos de nuestros cristianos fueron asesinados. Pero nuestro testimonio como cristianos cambió todo. El Señor dijo: “Amad a vuestros enemigos”. Cuando estos grupos rebeldes vieron que no blandimos armas contra ellos, que les amamos a pesar de todo lo que han hecho, que somos leales, entonces su comportamiento también cambió. En 2013 mataron al padre François Mourad; en 2014 fue raptado y encarcelado. Y hoy me envían una delegación para felicitarme por mi nombramiento…

¿Cómo conoció y abrazó la vida franciscana?

Aquí en Siria todas las parroquias están confiadas a los franciscanos. Fui bautizado por los franciscanos y crecí con ellos. En secundaria conocí al padre Ibrahim Younes, también originario de Knayeh. Empecé a ver lo que hacía, fui con él a visitar a los enfermos y vi con cuánto amor, con cuánto coraje y con cuánta ternura distribuía la ayuda humanitaria. Entonces me dije: ¿por qué no me hago yo también franciscano?  A los 14 años entré en el seminario menor de Alepo y tras el bachillerato me fui a Roma donde realicé los primeros estudios. Luego estudié teología en Beirut pero con el estallido de la guerra del Líbano (1975) continué mis estudios en Asís. Allí seguí bebiendo de la fuente del franciscanismo, la vida espiritual de San Francisco. Fui ordenado en 1979 en Damasco.

¿Cuál cree que es el aspecto más actual del carisma franciscano para Siria y para su nueva misión como pastor?

San Francisco siempre tuvo presente la dimensión del trabajo y la de la oración. Son dos vías que deben ir juntas. Este es el camino adecuado para salvar a Siria y dar testimonio al mundo de nuestra vida franciscana.

¿Hay vocaciones al sacerdocio y a la vida religiosa?

Siempre hay un poco de oro en el barro. Incluso en la guerra, el Señor manda vocaciones. En este momento, solo en Knayeh tenemos cinco jóvenes preparándose para el sacerdocio para nosotros los franciscanos.  Damos gracias al Señor porque incluso en guerra, con todos sus males, sigue haciendo que florezcan las vocaciones.

Muchos cristianos conocen Siria solo por la “Ruta de Damasco”. ¿Qué tesoros guarda Siria para los cristianos?

Los fieles son llamados por primera vez cristianos en Siria, en Antioquía. Siria ha dado muchos santos a la Iglesia – el más conocido es San Juan Damasceno, pero también Santa Tecla – y también ocho papas. ¡Es una tierra fértil para el cristianismo! Tenemos el primer santuario en honor de la Virgen en Saidnaya. Tenemos la casa de San Ananías. La conversión de San Pablo tuvo lugar aquí, en Damasco. La historia de Job está ambientada en el sur de Siria, mientras que en el norte nació el monaquismo, en concreto en la experiencia de los estilitas. ¡San Marón es también un sirio que se refugió en el Líbano!  Siria es una tierra santa, santificada por el Señor y por sus fieles.

¿Hay alguna oración que suela repetir en estos días previos a su ordenación?

La oración que rezo cada día es un canto de los grecolatinos que dice: “Oh, Señor de misericordia, que estás con nosotros en nuestras tribulaciones, te rogamos que nos salves”.

Marinella Bandini