Más allá de la oscuridad de la muerte

Mensaje de Pascua de Fr. Francesco Patton, Custodio de Tierra Santa

Más allá de la oscuridad de la muerte

Queridos amigos y amigas,

Cada uno de nosotros ha vivido la dolorosa experiencia de perder a un ser querido: un padre, un hermano, un cónyuge, un hijo o un amigo. Es un momento de sufrimiento, de oscuridad y desesperación que recae sobre cada uno de nosotros cuyo dolor es incalculable. Las lágrimas descienden apresuradamente y el singulto interrumpe toda palabra en nuestra garganta.

Mientras más trágica es la pérdida (accidente, larga y dolorosa enfermedad, muerte súbita), mayor es la lucha de quien intenta digerir una tal experiencia traumática e irreversible que llamamos muerte. Y surge una pregunta: “¿Por qué?”.

No se trata de la interpelación filosófica tocante al significado final de lo sucedido, sino más bien de la interrogante vinculada a la persona concreta que ha perecido y al sentido que dicha persona ocupaba en nuestras vidas: “¿Por qué murió justamente ese ser querido?” Lo que a la vez significa: “¿Por qué me ha ocurrido precisamente a mí?”.

Sin embargo, ninguno de nosotros ha experimentado lo que supone adentrarse irreversiblemente en el misterio de la muerte, sentir que la vida nos abandona y sentirnos abandonados por la vida, notar que el frío y la oscuridad se van apoderando progresivamente de nuestro cuerpo y mente. Exhalar nuestro último hálito y hundirnos en el óbito con el temor de que ello suponga sumergirse en la nada.

La Pascua de Jesús nos habla de su resurrección y nos rememora que no se trata de un retorno del reino de los muertos, tampoco es encontrarse repentinamente resucitado como después de un coma o de una muerte aparente, sino que es ir más allá. Se trata precisamente de un paso hacia una forma de vida tan nueva y plena que ni siquiera podemos imaginarla.

La incapacidad de María Magdalena para reconocer a Jesús Resucitado, su revelador desconcierto al escuchar su nombre y finalmente su deseo ilusorio de detenerlo, manifiestan la reacción que el encuentro con el Resucitado provoca en nosotros, los pobres humanos. Es la misma experiencia que tuvieron los discípulos que huyeron hacia Emaús.

En efecto, el encuentro con Jesús resucitado no es el encuentro con Él muerto y reanimado sino más bien el encuentro con aquel que ahora vive en Dios. Es el encuentro con Jesús cuya carne, es decir, cuya humanidad, está ahora completamente transformada por la fuerza del Espíritu Santo.

Es el encuentro con Jesús que nos muestra en sí mismo lo que también nosotros seremos si vivimos junto a Él, en forma pascual. Es la experiencia de fenecer entendida ahora como un paso a través y más allá de la muerte.

La tumba vacía de la cual os hablo no es el escenario de una película que narra una historia ingeniada por hombres que precisan engañarse a sí mismos de que la muerte no es el final de todo. La tumba vacía de la cual os hablo es iniciativa de un Dios que es nuestro Padre y nos amó a tal punto que envió a su Hijo con el objetivo de que este compartiese totalmente nuestra vida, hasta la experimentar la muerte.

De tal modo que ese Hijo pudiese tomarnos de la mano y conducirnos a través de la muerte para vivir en Dios plena y eternamente y así poder vivir junto a Él de una forma nueva, como resucitados.

Por eso la esperanza surge de esta tumba vacía; una esperanza capaz de iluminar incluso las peores experiencias de vida y muerte en las que hoy tal vez nos encontramos inmersos.

Por eso, desde este sepulcro vacío siento que puedo deciros sin temor a que sea una ilusión: ¡Felices Pascuas, el Señor Jesús ha resucitado! ¡Felices Pascuas, resucitemos también nosotros con Él! ¡Felices Pascuas!

Fr. Francesco Patton

Custodio de Tierra Santa