Cuarenta días después de la celebración de la Navidad del Señor, en la tradición católica, el 2 de febrero se celebra el día en que Jesús fue presentado en el templo por María y José. La fiesta se llama “de la Candelaria” porque con la presentación en el templo se sometió formalmente a las prescripciones de la ley, pero en realidad vino al encuentro de su pueblo, que lo esperaba en la fe, haciéndose «luz para iluminar a los pueblos»: de ahí el rito de la bendición de las velas.
El mismo día, la Iglesia celebra la Jornada de la Vida Consagrada, instituida por el papa Juan Pablo II en 1997. La intuición teológica del papa fue la de querer vincular la memoria de Jesús al templo “ofrecido al Señor” a la donación total de la propia vida por parte de todos los que han sido llamados a reproducir en la Iglesia y en el mundo “los rasgos característicos de Jesús, virgen, pobre y obediente” (Vita consecrata, 1).
«La vida religiosa hoy, esencialmente, no se distingue de la vida consagrada de sus comienzos – subraya fray Alessandro Coniglio, profesor y secretario del Studium Biblicum Franciscanum alla Flagellazione – porque “vivir a Cristo” siempre ha sido, desde el inicio, hacer visible la vida pobre, casta y obediente que vivió Cristo. En la cultura actual, seguir a Cristo parece muy provocador: si tomamos los tres votos religiosos como ejemplares y fundamentales, sin duda son contrarios a la mentalidad contemporánea y a la cultura occidental dominante que propone modelos de éxito o formas autónomas de autoafirmación que van contra la propia naturaleza, contra la propia identidad. Al elegir la obediencia religiosa no se busca la propia afirmación, sino que se pone todo al servicio de la vida común y apostólica».
«En Jerusalén hay muchas formas de vida consagrada – continúa fray Alessandro –, y esto también depende de la naturaleza peculiar de esta ciudad donde tuvieron lugar los acontecimientos clave de la historia de Jesús. Estar aquí hoy significa poder vivir una experiencia única. Jerusalén es la Iglesia madre por excelencia, y nosotros los frailes de la Custodia estamos aquí con una tarea y una misión muy especiales que se dirigen a los cristianos locales, los peregrinos y las obras sociales, pero sobre todo a la custodia y cuidado de los Santos Lugares».
«Lo que sigue siendo fundamental en la vida consagrada es la intensidad de la oración, comunitaria y personal – dice Ignazio de Francesco, monje de la Pequeña Familia de la Anunciación fundada por Giuseppe Dossetti, presente en Palestina en la comunidad de Ein Arik, cerca de Ramala –. El centro de la vida religiosa es la celebración comunitaria: unas pocas personas que se reúnen para celebrar los misterios sin ninguna pretensión de visibilidad, exactamente como la iglesia de las primeras décadas. Por su naturaleza, también, la vida religiosa es una renuncia al matrimonio que se convierte en disponibilidad y apertura a una vida lanzada en múltiples direcciones, hacia las necesidades del mundo. Esta total pertenencia a Dios suscita una gran atracción también en el mundo islámico, que por sí mismo no contempla internamente esta forma de vida consagrada, pero tiene un gran respeto por lo que representa el monje, que es lo absoluto de Dios».
Durante esta festividad, Margarida Costa, joven portuguesa consagrada perteneciente a la Comunidad Canção Nova (presente desde hace años en el ámbito de la comunicación de la Custodia de Tierra Santa a través del canal Christian Media Center) renovó sus votos junto con todos los demás miembros de la comunidad en la celebración eucarística en el Patriarcado latino presidida por S.B. Pierbattista Pizzaballa. La comunidad Canção Nova, nacida hace exactamente 45 años, tiene la misión de evangelizar especialmente a través de los medios de comunicación. «La vida consagrada es una iniciativa de Dios: cuando de joven buscaba mi misión en la vida, fue en la oración, en los acontecimientos y las personas que iba encontrando donde el Señor me mostró cada vez más claramente dónde estaba mi sitio. Comprendí que esta comunidad nacida en Brasil, pero ya presente en Fátima, era el lugar concreto donde debía invertir mis talentos. Y mi historia es orientadora para muchos jóvenes a los que acompañamos en su discernimiento».
«El tiempo actual se caracteriza por cosas fáciles, ligeras, rápidas, efímeras – continúa Margarida – pero en el fondo vemos que la gente solo necesita la verdad: los jóvenes buscan la felicidad, y la búsqueda del verdadero amor es inherente al corazón de todos. Nuestra tarea es también ayudar a las personas a descubrir dónde se puede encontrar esta verdad, que es Dios, hacia una plenitud de vida que solo puede dar la relación de amistad con Él».
Silvia Giuliano