La Inmaculada, una devoción franciscana

“Eres toda belleza, María, y el pecado original no está en ti”: son las palabras iniciales del himno “Tota Pulchra”, que desde el siglo IV sostiene y testimonia la fe de los cristianos en la concepción inmaculada de la Virgen. Este himno siempre resonó tras los muros de los conventos franciscanos y movió los corazones de los frailes a venerar a la Virgen Inmaculada, mucho antes de la proclamación del dogma (1854)

“En tiempos de disputas teológicas, los frailes no cantaban este himno en la iglesia para evitar escándalos o polémicas. Decidieron cantarlo en los refectorios, después de la cena del sábado, para mostrar su devoción hacia María Inmaculada. Aún hoy conservamos esta tradición”, explica fray Davide Pintabona, que este año dirige las meditaciones del triduo en preparación de la solemnidad de la Inmaculada Concepción, promovido por la Custodia de Tierra Santa en la iglesia de San Salvador de Jerusalén.

Abogada de la Orden

“Fue el mismo Francisco quien eligió a la Inmaculada como patrona y reina de la Orden seráfica” dice fray Davide. San Francisco de Asís (siglo XIII), de hecho, “amaba con indecible afecto a la Madre del Señor Jesús, por ser ella la que ha convertido en hermano nuestro al Señor de la majestad y por haber nosotros alcanzado misericordia mediante ella. Después de Cristo, depositaba principalmente en la misma su confianza; por eso la constituyó abogada suya y de todos sus hermanos” (Leyenda Mayor, IX). Entre los grandes devotos y defensores de la Inmaculada Concepción se encuentran los santos franciscanos Antonio de Padua, Buenaventura de Bagnorigio, Juan Duns Scoto, Bernardino de Siena y Leonardo de Puerto Mauricio. Fue también gracias a su labor que, en 1854, se proclamó el dogma de la Inmaculada para toda la Iglesia.

Duns Scoto y la “redención preventiva”

Fue apodado “Doctor Sutil” por la agudeza de su pensamiento teológico. El papa Juan Pablo II el día de su beatificación, lo definió “cantor del Verbo encarnado y defensor de la Inmaculada Concepción de María”. Juan Duns Scoto, un franciscano de origen escocés que vivió a comienzos del siglo XIV, estudió en París y enseño teología en Inglaterra, Francia y Alemania. Fue un defensor apasionado del privilegio de la Inmaculada Concepción de María y a él se debe la llamada “teoría de la redención preventiva o preservativa”, según la cual también la Virgen fue redimida por Jesús, pero con una redención preventiva, es decir: antes y fuera del tiempo, en previsión de los méritos del Hijo. Este fue precisamente el argumento que permitió superar los obstáculos planteados por otras escuelas teológicas. 

Teología... en el arte

En los últimos días, en la iglesia de San Salvador se ha instalado un altar dedicado a la Virgen Inmaculada, con una reproducción del cuadro “Inmaculada franciscana” del artista español Raúl Berzosa. La pintura (óleo sobre lienzo, 196 x 324 cm) fue realizada con varias técnicas (mezcla de pintura al óleo, escultura, orfebrería y talla ornamental con oro fino) para el palio de la Virgen del Sol de Sevilla, que sale en procesión cada Sábado Santo.

En la tradición franciscana, la Inmaculada es representada con el Niño Jesús en brazos, para indicar que es por los méritos de su Hijo que María es pura: es Él quien quita el pecado del mundo, con su encarnación, pasión, muerte y resurrección. Eso está claramente representado en la escena en que María aplasta a la serpiente y sostiene una lanza en la mano, pero es Jesús quien la atraviesa.

Berzosa permitió la reproducción de la obra para el altar de San Salvador, acompañándola de una descripción: “La composición se centra en la Inmaculada franciscana, vestida de rojo y azul, que sostiene al Niño. Ambos empuñan una lanza cruciforme que clavan en el cuerpo de la serpiente. Sobre la Virgen María aparece el nombre hebreo de Jesús en oro, el tetragrámaton. Alrededor hay ángeles (ocho pintados y cuatro en terracota policromada). El marco está formado por molduras talladas y piezas de orfebrería. La composición está pensada para ser observada de abajo arriba: de esta forma destacan las perspectivas y los puntos de fuga”.

 

El camino del triduo

En las meditaciones que ha preparado para el triduo de la Inmaculada, fray Davide ha querido mostrar a la Virgen María “como la mujer nueva, como una mujer que no es venerada simplemente por ser inmaculada, sino porque anticipa cuál será nuestro propio destino”. Fray Davide subraya que “lo que María obtuvo desde el momento de su concepción es un legado que también nosotros estamos llamados a lograr. Jesús mismo, con la bienaventuranza de la pureza de corazón, y luego San Pablo, nos dicen que hemos sido elegidos ‘para ser santos e inmaculados ante Dios en la caridad’”.

La inmaculada, maestra de minoridad

“María meditaba y contemplaba la Palabra en su corazón, y Francisco eligió el mismo camino y se lo indica a sus hermanos como la vía que debemos seguir para vivir plenamente nuestra minoridad” subraya fray Davide. “María también es maestra de humildad y nos enseña a vivir nuestra vocación, no solo como frailes, sino como cristianos, cuya vocación es ser santos. En la vocación a ser inmaculados encontramos la plenitud de nuestra existencia”.

Marinella Bandini

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