Historias de piedras vivas: Diana Kattan, un servicio diario para la Custodia

“La presencia franciscana en Jerusalén es esencial, porque su primera misión es custodiar los Santos Lugares y la comunidad cristiana local”.

Diana Kattan nació y creció en Jerusalén. Desde hace diecinueve años trabaja como secretaria de la Custodia de Tierra Santa, y como asistente personal del Custodio. Un papel que desempeña con entusiasmo y dedicación y que la pone en contacto directo con la vida y las actividades de los frailes franciscanos.

Normalmente, me encargo de gestionar y coordinar la agenda del Custodio – explica Diana – organizo sus compromisos diarios, reservo los viajes y coordino los actos a los que asiste”.

Un trabajo dinámico e intenso, que le permite conocer a mucha gente cada día. “Es un gran compromiso, pero me produce mucha satisfacción. Es precioso tener la oportunidad de conocer a personas que vienen de visita y, sobre todo, poder observar de cerca la vida de la Custodia y la misión de los frailes”.

Un vínculo que dura desde siempre

La relación de Diana con la Custodia de Tierra Santa empezó mucho antes que su trabajo. Desde niña, la parroquia de San Salvador ha sido para ella un segundo hogar. “Si pienso en mi vínculo con los frailes y la Custodia, no tengo ningún episodio concreto que contar – dice, sino que lo que me une a esta realidad es la vida cotidiana que he pasado en esta comunidad. Aquí recibí mi formación cristiana, gracias a los frailes franciscanos que me trasmitieron la fe, y siempre estaré agradecida por ello”.

Con los años, su relación con la Custodia se ha fortalecido en distintos aspectos. Formó parte del coro del Instituto Magnificat, participó activamente en el grupo de oración de la Legio Mariae e incluso en su tesis de graduación estudió la historia del viacrucis franciscano en Jerusalén. Un vínculo profundo con la Custodia, que la ha acompañado en cada etapa de su vida.

Una familia ligada a la Custodia

En la Custodia, Diana también conoció al que hoy es su marido, con el que ha formado una familia. Juntos tienen dos hijos a quienes han trasmitido el mismo amor por la realidad franciscana. Los niños estudian música en el Magnificat y cantan en el coro Andrea Bocelli. Además, participan en las actividades parroquiales, como la “Escuela Dominical”, un tiempo de catequesis y juego pensado para los más pequeños de la parroquia de San Salvador.

La presencia franciscana: un pilar para la comunidad cristiana

Para Diana, los frailes franciscanos son un punto de referencia no solo a nivel personal, sino para toda la comunidad cristiana de Jerusalén. “Su misión principal es custodiar los Santos Lugares, pero para nosotros, los cristianos locales, su presencia es fundamental. Al ser una minoría, nos identificamos mucho con la Iglesia local, y los frailes son una guía importante. Gracias a ellos, nuestra fe se mantiene viva, mediante su compromiso en las parroquias, en las escuelas y en todas las obras pastorales”.

La historia de Diana habla de una fe vivida en todos los ámbitos de la vida, desde el trabajo y la familia hasta el compromiso en la parroquia. Un camino hecho de amor y entrega a la fe cristiana que encuentra en la realidad franciscana oportunidades de crecimiento.  

Lucia Borgato

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