“Lo que más me gusta de la decisión que tomé hace veinte años es poder trabajar íntegramente, totalmente, para Dios y con Dios, y eso puedo hacerlo aquí, en Tierra Santa, junto a los frailes franciscanos”
Con estas palabras explica Leticia su vocación misionera en Tierra Santa. Nos encontramos con ella en Nazaret, donde vive con su familia, con motivo de la fiesta de la Anunciación.
Leticia es una misionera de la comunidad católica Canção Nova y desde hace siete años vive y trabaja en Tierra Santa junto a la Custodia de Tierra Santa. Nacida y criada en Brasil, pero con raíces italianas, Leticia está casada y junto a su marido, son padres del pequeño Antonio.
“Mi marido y yo – cuenta Leticia – fuimos enviados en 2018 como misioneros a Tierra Santa, donde nuestra comunidad ya estaba presente con religiosos y consagrados. Nuestro fundador nos propuso ser la primera familia de Canção Nova en Tierra Santa. Dijimos que sí y aquí estamos desde hace siete años”.
La comunidad de Canção Nova colabora desde hace tiempo con los frailes franciscanos. En particular, en Tierra Santa se encarga del Christian Media Center, uno de los instrumentos de comunicación de la Custodia. Después de varios años en Jerusalén, Leticia y su familia se trasladaron a Nazaret, donde actualmente se ocupa de la cobertura mediática de todas las celebraciones y festividades en la basílica de la Anunciación.
El vínculo de Leticia con la Custodia pasa por su trabajo cotidiano, pero sobre todo por compartir la misión con los frailes franciscanos.
“Antes de venir, conocía poco la realidad franciscana”, afirma Leticia. “Desde que empecé mi misión aquí, he tenido oportunidad de conocer a los frailes más de cerca y ahora tenemos una preciosa relación de amistad y compartimos nuestra vocación”.
Una relación que crece en la sencillez de la vida cotidiana, en el trabajo compartido y en los momentos de oración. Leticia comparte con los frailes la custodia de los Santos Lugares, cada uno según su vocación: la franciscana con el cuidado y la presencia física en los santuarios; la de Leticia, con la comunicación y el testimonio ante el mundo.
“Ellos llevan aquí 800 años – prosigue Leticia – mi comunidad, en cambio, es joven, nació en 1978. Al trabajar y vivir en contacto con los frailes, me doy cuenta de que soy como una pequeña semilla en esta gran labor que los frailes llevan realizando con constancia y amor desde hace siglos”.
El vínculo entre Leticia y la realidad franciscana no se limita solo al ámbito laboral. La suya es una misión que implica todos los aspectos de la vida, incluida la dimensión familiar.
“Mi hijo se cría entre los frailes – explica sonriendo – hasta el punto de que lo llaman cariñosamente ‘Marcelino, pan y vino’. Para nosotros es una inmensa alegría verlo crecer en este ambiente, rodeado de personas que lo quieren”.
Leticia y su marido han hecho de su familia un auténtico testimonio misionero. “Sin imponer nada, vemos cómo la fe nace en el corazón de nuestro hijo. Es un regalo inmenso para nosotros como padres, pero también como misioneros”.
Para Leticia, trabajar para la Custodia de Tierra Santa es mucho más que un simple empleo: es una vocación que ha transformado su vida.
“Para mí y mi familia – afirma – es un gran honor colaborar con quienes se dedican a Tierra Santa desde hace siglos. Me siento pequeña ante todo lo que hacen los frailes, pero también llena de alegría por poder aportar mi granito de arena”.
Vivir lejos de su país, aprender un nuevo idioma y conocer una nueva cultura ha sido un desafío diario para Leticia y su familia. “No siempre es fácil – admite Leticia – pero para nosotros se ha convertido en una escuela de vida, una escuela de santidad. Aquí podemos vivir nuestra llamada a la santidad de manera concreta, día tras día”.
Lucia Borgato
