El papa Francisco en Chipre: en oración con los migrantes

Papa Francesco a Cipro: in preghiera con i migranti

En el segundo día de su visita, el papa Francisco se reunió con el pueblo de la Iglesia de Chipre. El viernes 3 de diciembre en el estadio GSP de Nicosia se congregaron cerca de diez mil fieles que esperaban la llegada del Papa cantando y ondeando banderines. La mañana de Papa comenzó con la visita a Su Beatitud Crisóstomo II, arzobispo ortodoxo de Chipre, y el encuentro con el Santo Sínodo (la máxima autoridad de la iglesia ortodoxa autocéfala de Chipre) y después cobró vida con la llegada al estadio. Era el momento más esperado por los habitantes de Chipre, que querían conocer al Papa, tener una palabra de esperanza y poder participar en la misa con él.

Recibió al Santo Padre el Patriarca Latino de Jerusalén, Su Beatitud Pierbattista Pizzaballa, quien también expuso breves fragmentos de historia como testimonio del pasado y el presente de la isla. “Tras la caída de Akko en 1291, Chipre recibió a las comunidades religiosas que huyeron de Tierra Santa, en particular a los franciscanos, que tanto han contribuido al cuidado de los católicos y que, desde hace muchos años, junto con otros sacerdotes y religiosos de la diócesis, continúan contribuyendo a acoger a los migrantes y a todas las personas, especialmente a los más pobres”. Chipre, según Pizzaballa, comparte las heridas de Europa y de oriente Medio, heridas políticas, militares y religiosas. “Que incuso hoy, por tanto, nuestras vicisitudes no se conviertan en la excusa para detener el anuncio”.

El Santo Padre, en su homilía, comentó el Evangelio del día de los dos ciegos que fueron curados por Jesús (Mt 9, 27-31): “Son ciegos, pero ven lo más importante: reconocen a Jesús como el Mesías venido al mundo”. El papa Francisco luego se detuvo sobre tres pasajes del encuentro y conversión de los dos protagonistas: ir hasta Jesús para curarse, llevar juntos las heridas y anunciar el Evangelio con alegría. “Hermanos, hermanas, el Señor Jesús pasa, pasa también por nuestras calles de Chipre, escucha el grito de nuestras cegueras, quiere tocar nuestros ojos, quiere tocar nuestro corazón, hacernos salir a la luz, renacer, levantarnos por dentro”. 

Como prueba de su interés por los más olvidados, después de la misa el Papa quiso reunirse también con la directora de la cárcel de Chipre, que le llevó un saludo y un regalo de los presos, entre los cuales hay migrantes encarcelados por no disponer de documentación.

Precisamente los migrantes fueron el centro de la oración ecuménica que tuvo lugar por la tarde en la iglesia latina de Santa Cruz de Nicosia, dirigida por los frailes de la Custodia de Tierra Santa.

La oración ecuménica con los migrantes

Francis, que hace siete meses decidió emigrar a Chipre, lo esperó durante horas frente a la puerta de la iglesia con un lienzo entre las manos. “He pintado el retrato del Papa y quiero regalárselo”, explicaba emocionado. La emoción de los migrantes es la de sentirse el centro de la atención del Papa.

“Estoy aquí para conocer al papa Francisco, vengo de Pafos pero hace solo un mes que llegué desde Níger, junto con mi hermano”, decía Stephane, con apenas diecinueve años.

Los grupos de migrantes congregados son de distinta procedencia, incluso chipriotas. “Mi familia tenía una casa en Famagusta, en Chipre norte, pero tras la ocupación turca, fue obligada a emigrar. Por eso, también yo me he convertido en migrante por razones políticas”, explicaba una mujer.

“Venimos de Filipinas y trabajamos aquí en Chipre – contaban otras mujeres fuera de la iglesia –. Somos católicos y estamos aquí porque queremos verlo”. “El papa Francisco tiene mucha humanidad”, añadía una de ellas.

Mientras fuera se agolpaban decenas de migrantes y refugiados, dentro de la iglesia algunos de ellos presentaban sus testimonios al Papa.

“A menudo me preguntan quién soy”, decía Thamara, de Sri Lanka. Maccolins, de Camerún, afirmaba haber sido “herido por el odio” a lo largo de su vida, mientras que Roz, de Iraq, contaba que era una persona “en camino”. En cambio, Mariamie, de la República Democrática del Congo, se definía como “llena de sueños”.

Después de escuchar sus intervenciones y el saludo de Elisabeth Chrysanthou, miembro del consejo de administración de Caritas Chipre, el Papa habló con emoción, que el mismo reconocía que procede de la “belleza de la verdad”. “Escuchándolos a ustedes, mirándolos a la cara, la memoria va más allá, va a los sufrimientos. Ustedes llegaron aquí, pero, ¿cuántos de sus hermanos y hermanas se quedaron en el camino? ¿Cuántos, desesperados, empezaron el viaje en condiciones muy difíciles, incluso precarias, y no pudieron llegar? Podemos decir que este mar se ha convertido en un gran cementerio [...].Que esta isla, marcada por una dolorosa división - estoy mirando el muro, allí -, pueda convertirse con la gracia de Dios en taller de fraternidad. Yo agradezco a todos los que trabajan por esto (aquí el discurso completo).

Después, el franciscano fray Zacheusz Dulniok, vicepárroco de la iglesia de Santa Cruz, donde tuvo lugar la celebración, pronunció palabras de agradecimiento sincero en griego.

Como continuación ideal del viaje del Papa a Chipre, que concluirá la mañana del 4 de diciembre, el papa Francisco anunció que “en las próximas semanas” trasladará y recibirá en Italia a unos doce refugiados, entre ellos también algunos a los que saludó al final de la oración.

 

Beatrice Guarrera

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