Un mes antes de Navidad, Belén es una ciudad sufriente y asustada. Precisamente estos días la ciudad está siendo despojada de sus adornos navideños: una decisión de las autoridades municipales, en solidaridad con las víctimas de la guerra que desde hace mes y medio sacude sobre todo a Gaza.
También los patriarcas y los líderes de las Iglesias de Jerusalén, con una nota del pasado 10 de noviembre, invitaron a sus fieles a “permanecer cerca de los que afrontan esas aflicciones, renunciando este año a cualquier actividad festiva innecesaria. Además, animamos a nuestros sacerdotes y fieles a centrarse principalmente en el significado espiritual de la Navidad, teniendo en nuestro pensamiento a los hermanos y hermanas afectados por esta guerra y sus consecuencias, y a orar fervientemente por una paz justa y duradera para nuestra querida Tierra Santa”.
No obstante, se respetará el Status Quo. La víspera del Adviento, el Custodio de Tierra Santa, fray Francesco Patton, hará su entrada en Belén como todos los años. Aunque este año será menos solemne: se prevé una presencia reducida de los scouts y la procesión a lo largo de Star Street no estará acompañada de música, sino que se desarrollará en un ambiente de silencio y oración. Lo mismo se repetirá el 24 de diciembre con el Patriarca Latino de Jerusalén.
En una Plaza del Pesebre insólitamente vacía, en las calles cercanas, los electricistas desmontan las luces. Este año no habrá un gran árbol de Navidad ni un belén. Los pasos de los frailes franciscanos, que cada día se dirigen en procesión a la Gruta de la Natividad, resuenan en una basílica completamente vacía. “En esta época del año, normalmente, las familias cristianas de Belén empiezan a preparar la Navidad, y los lugares del nacimiento de Jesús están llenos de peregrinos. Pero este año es diferente. Este año los cristianos de Tierra Santa celebrarán solos. Recibiremos la Navidad con dolor y tristeza” dice Lina, una cristiana de Belén.
En las calles cercanas a la basílica, todas las tiendas de souvenirs están cerradas. Algunos comerciantes abren con cita previa. La producción también está paralizada: no te puedes permitir incurrir en gastos sabiendo que la temporada navideña está perdida y que los artículos se quedarán en las estanterías acumulando polvo. Flota sobre todo la incertidumbre ante el futuro. La economía de Belén está basada en un 60-70 por ciento en el turismo. El 90% de los cristianos está empleado en este sector. Se esperaba que 2023 iba a ser un año con récord de presencia, después de la crisis del coronavirus, pero la guerra lo frustró todo.
Las repercusiones económicas se dejan sentir. Desde el comienzo de la guerra, los principales puntos de acceso a Belén están cerrados e incluso moverse entre las distintas ciudades palestinas es muy complicado debido a los controles y las carreteras cortadas. Esto tiene repercusiones en el movimiento y los precios de las mercancías, incluidos los artículos de primera necesidad. Muchos, incluso entre los cristianos, están pensando emigrar, sobre todo los más jóvenes: aquí no ven perspectivas para formar una familia y criar a sus hijos.
Las misas dominicales en la iglesia latina de Santa Catalina están abarrotadas. “La gente busca la paz y la esperanza en Dios” dice el párroco latino, fray Rami Asakrieh. “Nos acercamos al tiempo de Adviento. En esta época del año la Iglesia nos invita a aceptar la invitación de Dios, su amor y su paz. Nos centraremos en el auténtico sentido de la Navidad, en lugar de en mostrar la Navidad. Las luces y la música son bonitas manifestaciones de alegría, pero no son el verdadero significado de la Navidad”. Como cristianos de Belén y de la Tierra Santa – nos dice Lina – “no renunciaremos a celebrar el nacimiento de Jesucristo, porque esto es lo que da esperanza a nuestra vida y con la Navidad alimentamos esta esperanza en nuestros corazones”.
Marinella Bandini