Hay ambiente de exámenes en el Magnificat, el conservatorio de música que se encuentra en el corazón de la ciudad vieja de Jerusalén. Una realidad ya conocida y arraigada en el territorio, que pretende fomentar la convivencia y el diálogo a través del lenguaje de la música; el Magnificat cuenta con más de doscientos alumnos de todos los perfiles y niveles y, sobre todo, de todas las nacionalidades, religiones y razas. En estos días, se están realizando los exámenes semestrales y los examinadores llegan desde Italia, precisamente de Vicenza.
«Sí – explica fray Alberto Joan Pari, Director del Magnificat – porque desde 2005 el Magnificat cuenta con la prestigiosa colaboración internacional del Conservatorio Pedrollo de Vicenza, por lo que el Magnificat es hoy la única institución en territorio israelí y palestino que expide títulos reconocidos en el extranjero, gracias a un convenio con el conservatorio italiano reconocido por el MIUR: por eso, todos los exámenes, incluidos los de admisión, son presididos por una comisión italiana especial que viene periódicamente a Jerusalén».
Elisabetta Andreani, profesora de canto, es la persona de contacto del Magnificat en el Pedrollo, y visita regularmente Jerusalén desde hace siete años. «Desde 2013, el convenio aprobado por el MIUR (Ministero Italiano dell'Istruzione, dell'Università e della Ricerca - Ministerio italiano de Educación, Universidad e Investigación) permite al Magnificat expedir títulos académicos de nivel I, y desde 2016 también de nivel II, así como organizar los cursos preparatorios para acceder al nivel académico. Estamos muy orgullosos de esta colaboración didáctica – subraya la profesora Andreani – que también ha brindado la oportunidad de asistir y diplomarse en el Conservatorio de Vicenza a dos palestinos, Jiries Boullata e Ramzi Shomali, y a un armenio, Haig Aram Hagop Vosguerotchian. Haig fue profesor de piano y órgano, pero ahora vive en el extranjero, mientras que Jiries y Ramzi son actualmente profesores en el Magnificat y son el resultado del trabajo conjunto de estas dos instituciones».
La comisión examinadora también está compuesta por Francesco Galligioni, profesor de violonchelo y Adalberto Ferrari, profesor de clarinete, y por Lucia D’Anna Freij, profesora de violonchelo en el Magnificat junto con Giuliana Mettini, vicedirectora del Magnificat y persona de contacto de los cursos académicos. El calendario de exámenes es intenso y en él se alternan numerosas asignaturas (entre otras, Historia de la música, prácticas de interpretación de canto, música de cámara, y música de ensemble de viento).
La comisión también ha sido testigo de la compleja y a menudo difícil vida cotidiana a la que se ven obligados algunos jóvenes alumnos palestinos del Magnificat: «Uno de nuestros alumnos, Musa Shebat, de Beit Sahour, no puede venir aquí, a Jerusalén – señala la profesora Andreani – porque las autoridades no le permiten atravesar el puesto de control: por eso, fuimos nosotros los que cruzamos el muro para reunirnos en Belén y así permitirle hacer el examen». Musa Shebat toca el clarinete y está terminando sus tres años académicos. Aunque no le está permitido cruzar el muro, no tiene problemas para obtener un visado para Europa: por eso, junto con Tareq Wahba, el barítono bajo de Nablus que estudia canto lírico en su primer año de los dos cursos académicos, serán los primeros alumnos del Magnificat que cursarán un semestre completo en Vicenza, mediante un programa de intercambio reconocido por el MIUR similar al Erasmus. Es un motivo de gran orgullo para la escuela del Magnificat, que de esta forma ve cada vez más reconocido su prestigio.
«Hay un aspecto particular que caracteriza a estos jóvenes palestinos y que siempre he notado en estos siete años como persona de contacto – admite Elisabetta Andreani – y es el entusiasmo: en Italia, sin duda, encontramos voluntad, compromiso y destreza… pero el entusiasmo que se percibe en estos estudiantes es otra cosa. Recuerdo el día en que Musa pasó el examen de ingreso en la escuela: estaban algunos miembros de su familia, su madre, su abuela y su hermana, que lloraban de alegría por su promoción. Una escena impensable en Italia. Aquí, en cambio, estos momentos académicos se viven como un acontecimiento extraordinario».
Giuliana Mettini coincide en la experiencia positiva y estimulante que supone la colaboración con el conservatorio italiano y reflexiona sobre la peculiaridad de los jóvenes alumnos con una formación de base muy diferente a la europea: «Hay materias que no pertenecen a la cultura histórica y musical de este pueblo: es una tarea delicada para nosotros, los profesores, la de hacer entender a los chicos la belleza de disciplinas más difíciles, tratando de estimularles para que vean la motivación que hay detrás de ellas. Pero después el esfuerzo se ve recompensado por la riqueza de la pasión que los anima cuando se involucran y por la dedicación y la entrega que ponen en el estudio».
Silvia Giuliano