Entre la tarde del 22 de marzo y la mañana del día siguiente se llevaron a cabo dos importantes peregrinaciones cuaresmales en las que, según la tradición, toda la comunidad franciscana visita los mayores santuarios vinculados a la Pasión de Jesús, celebrando juntos la eucaristía y meditando las Escrituras exactamente en los lugares donde se recuerdan los hechos que ocurrieron allí.
La tercera peregrinación tuvo lugar el miércoles 22 de marzo en la iglesia de la Flagelación. Después del Dominus Flevit y de Getsemaní, le llegó el turno a este concurrido santuario donde la tradición cristiana sitúa dos momentos de la Pasión de Jesús: la flagelación y la condena a muerte.
La iglesia de la Flagelación, situada en la Vía Dolorosa, a pocos metros de la Puerta de San Esteban (Puerta de los Leones), fue construida por los cruzados en el siglo XII y después permaneció abandonada durante muchos siglos, hasta que en 1838 fue adquirida por los franciscanos y reabierta al público. Posteriormente, en 1929, el arquitecto italiano Antonio Barluzzi la restauró, manteniendo su estilo medieval. Anexa a la iglesia está la Capilla de la Condena, centro de atención recientemente por el grave episodio de vandalismo sucedido el pasado 2 de febrero, en el que una imagen de madera de Jesús fue desfigurada brutalmente por un ultraortodoxo.
La asistencia al evento fue muy numerosa por parte de los fieles, peregrinos y de todos los frailes de la Custodia, especialmente los de la nutrida comunidad franciscana de la Flagelación, sede desde 1923 del Studium Biblicum Franciscanum. La santa misa, precedida por el rezo de las Vísperas, fue presidida por fray Giuseppe Maria Gaffurini, guardián de la Flagelación. Junto a él, fray Alessandro Coniglio, profesor del Studium Biblicum, que está dirigiendo las meditaciones durante el periodo de Cuaresma a través de sus reflexiones sobre las Escrituras (aquí la página completa con sus reflexiones) y fray Piermarco Luciano, vicario de la fraternidad de San Salvador en Jerusalén y vicemaestro del estudiantado teológico. Para los asistentes que no pudieron encontrar sitio en el pequeño santuario, atestado de gente, se dispusieron unos bancos en el exterior de la iglesia, en el claustro frente a la entrada.
Fray Coniglio, en su homilía, invitó a reflexionar sobre el destino de los que creen en Dios: «Acercarse a Dios significa sufrir su misma pasión», subrayó fray Alessandro. Precisamente el lugar donde se recuerda el juicio de Poncio Pilatos a Jesús de Nazaret nos recuerda que «cuando Dios entró definitivamente en el mundo para salvar al mundo de su naufragio, el mundo rechazó de manera drástica esta intervención liberadora de Dios [...] Y nunca esta negación de Dios, este rechazo, esta oposición a Él, ha parecido tan fuerte y tan violenta como en los tiempos que vivimos».
Al día siguiente, jueves 23 de abril, como es tradición en la cuarta semana de Cuaresma, tuvo lugar a primera hora de la mañana la cuarta peregrinación a Betania, la aldea donde se recuerda a los “amigos de Jesús”, Marta, María y Lázaro, y donde están ambientados dos importantes momentos de su vida: la resurrección de Lázaro y el perfumado con nardo que realizó María.
Fray Alberto Joan Pari, secretario custodial, celebró una primera misa precisamente en el interior de la tumba de Lázaro. A continuación, la comunidad local pudo participar en la segunda celebración eucarística presidida por el comisario de Tierra Santa, fray Gabrijel Bosnjak, dentro del santuario, reconstruido por el arquitecto Antonio Barluzzi entre 1952 y 1953 sobre las excavaciones arqueológicas realizadas en 1949.
«Esta peregrinación a Betania parece interrumpir el ambiente de Cuaresma y parece que ya nos introduce en la luz de la Pascua. Todo en las lecturas de hoy habla de vida y de resurrección», comentó fray Alessandro Coniglio en su reflexión, al final de la proclamación del Evangelio de la resurrección de Lázaro. Y subrayó que el tema principal de las lecturas es la fe: «la única posibilidad de echar un vistazo más allá de la muerte es proporcionada por la fe. La palabra de Jesús es la única capaz de abrir los sepulcros para hacer salir a los muertos. Pero la condición que se nos exige para disfrutar de este don es doble: ¡dejarnos amar por Jesús y creer en Él!».
Después, la comunidad se dirigió a la capilla de la Ascensión en el Monte de los Olivos para terminar en la iglesia del Pater Noster, conocida como santuario de Eleona, el edificio de culto bizantino que data del siglo IV cuyos restos se encuentran junto a la iglesia. Aquí los fieles y los frailes concluyeron la cuarta peregrinación escuchando el Evangelio del lugar, el del Padrenuestro.
Silvia Giuliano