El miércoles 30 de marzo, en la iglesia de la Flagelación, tuvo lugar la tercera peregrinación franciscana de esta Cuaresma.
El lugar es donde la tradición cristiana sitúa la flagelación de Jesús, basándose en la narración del evangelio y en las evidencias arqueológicas que en este sitio confirmarían la ubicación exacta de la Fortaleza Antonia, residencia de Poncio Pilato. De hecho, aquí se encontraba el Pretorio en cuyo atrio interior Cristo fue desnudado y flagelado. El atrio exterior, en cambio, situado más bajo que el primero, es llamado Litóstrotos y es el lugar donde, según el relato evangélico, Jesús fue condenado a muerte frente a la multitud.
En los primeros siglos de la nueva era, en este lugar se construyó una basílica llamada Santa Sofía, sobre cuyos restos en la primera mitad del s. XIX los franciscanos construyeron una nueva iglesia, renovada después totalmente en el siglo siguiente por el reconocido arquitecto italiano Antonio Barluzzi.
La celebración fue presidida por fray Alessandro Coniglio ofm, mientras que la homilía fue pronunciada por Don Carlo Giuseppe Adesso, de la diócesis de San Marino-Montefeltro. Además del nutrido grupo de franciscanos unidos en la peregrinación, en la basílica se encontraba también un importante número de fieles, que acudieron para la ocasión.
En su comentario al Evangelio, don Carlo partió de ese “y lo mandó azotar” – “Flagellavit” en la versión latina – del evangelista Juan, para sumergirse en el drama de la pasión de Cristo y reflejar sobre el valor de su sacrificio. Al hacerlo, el predicador estructuró una narración de la flagelación según las distintas formas en que ha sido representada a lo largo de los siglos en el arte figurativo, la música y incluso la poesía.
Pero es en la reflexión en torno a la actualidad de la flagelación y en su contextualización histórica donde la homilía alcanzó su máxima intensidad: “Ahora queremos profundizar en la flagelación de Cristo a través de los acontecimientos históricos de su cuerpo místico: la Iglesia. Cuántas heridas, cuántos golpes, cuánta sangre derramada por la flagelación del cuerpo místico de Dios que es la Iglesia”. En este sentido, el predicador no escatimó señalar cómo el mal que sufrió Jesús precisamente en este lugar continúa perpetuándose en el presente incluso dentro de la misma Iglesia. De ahí la exhortación a reflexionar sobre el “atroz sufrimiento causado al cuerpo místico de Cristo por los propios bautizados – eclesiásticos o laicos – con sus pecados, traiciones, escándalos y, a veces, crímenes”.
Finalmente, exaltando la riqueza inherente a la palabra “flagellavit” e indagando en la profundidad del misterio de la flagelación, don Carlo trazó la conexión entre ésta y la Hostia consagrada, que contiene la presencia real de Cristo y revela el poder de su sacrificio: “La pasión de Cristo ha brillado ante nosotros hoy, en una sola palabra, al igual que diremos una sola palabra al recibir el Cuerpo de Cristo en la Hostia consagrada”.
Filippo De Grazia