El viernes 6 de agosto, día de la solemnidad de la Transfiguración de Nuestro Señor Jesucristo, los franciscanos de la Custodia de Tierra Santa se reunieron el lugar que conmemora este acontecimiento, el Monte Tabor.
Situado sobre una colina de 580 metros que se alza solitaria en la llanura de Esdrelón, este es el lugar donde la tradición, a partir de San Cirilo de Jerusalén en el siglo IV, sitúa la Transfiguración de Jesús: “…subió con ellos aparte a un monte alto. […] su rostro resplandecía como el sol, y sus vestidos se volvieron blancos como la luz (Mt 17, 2).
Posteriormente, en este monte se construyeron tres iglesias (en recuerdo de las “tres tiendas” que Pedro quería hacer, para Jesús, Moisés y Elías) donde los monjes solían velar en oración, por turnos, día y noche (como escribe el monje armenio Eghishe en el siglo VII). La comunidad de franciscanos de la Custodia se estableció en el monte a partir de 1631. En la actualidad, los franciscanos con su guardián, el hermano Ricardo Bustos, y las hermanas carmelitas del Instituto de Nuestra Señora del Carmen viven permanentemente en la comunidad.
La gran fiesta se inscribe en el contexto del jubileo del centenario de la basílica, terminada en 1924 por el arquitecto Antonio Barluzzi donde se encontraba el monasterio benedictino de época cruzada.
La especial celebración jubilar coincide con la de la basílica de las Naciones, en la ladera del Monte de los Olivos en Jerusalén. Precisamente hace poco tuvo lugar la jornada de estudio (aquí el enlace al vídeo completo) promovida por el “Comité científico para las celebraciones de los jubileos de las basílicas del Tabor y de Getsemaní” y dedicada a las dos basílicas, en las que también se han instalado dos exposiciones “Lux Tenebra” que recorren sus trayectorias históricas y artísticas.
Como es costumbre local, algunas familias cristianas de Galilea se reunieron en el santuario ya la tarde anterior, y pasaron la noche en tiendas. Esta tradición se remonta a la época otomana, cuando los frailes eran dueños del lugar, pero solo tenían derecho a acceder una vez al año, para la Transfiguración.
Fray Ibrahim Faltas, vicario de Tierra Santa, presidió la celebración. Siguiendo la tradición, la homilía estuvo a cargo de fray Ibrahim Alsabagh, párroco de Nazaret, ciudad de la que procede la mayoría de los fieles locales presentes.
«La visión de Jesús transfigurado – dijo fray Ibrahim – deja llenos de alegría y de dulce consuelo los corazones de los discípulos inmersos en su contemplación, hasta el punto de que ya no quieren bajar, sino quedarse en el monte. Al ver a Jesús transfigurado entienden que tras el sufrimiento y la muerte siempre está la resurrección. Y la resurrección será tan luminosa que hará olvidar todo el sufrimiento padecido por quien entrega su vida por amor; la última palabra no será para el sufrimiento ni para la muerte, sino para el consuelo y la vida eterna».
Al final de la celebración, los frailes y los fieles se dirigieron en procesión a la Capella Descendendibus, situada a la entrada del santuario del Tabor. El nombre alude al descenso de los apóstoles del Tabor: “Cuando bajaban del monte [descendentibus, en la Vulgata latina], Jesús les mandó: «No contéis a nadie la visión hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos»” (Mt 17, 9). Aquí, el vicario fray Faltas, siguiendo la tradición, entregó a los frailes y los fieles unas ramas de la encina del Tabor, una planta perenne situada detrás de la iglesia, símbolo y recordatorio del lugar y de la celebración.
Silvia Giuliano