Los franciscanos de la Custodia de Tierra Santa dedican el lunes de Pascua a la peregrinación a Emaús, en el pueblo de El-Qubeibeh, a 11 kilómetros de Jerusalén.
En el santuario dedicado a los santos Simón y Cleofás, el Custodio de Tierra Santa, fray Francesco Patton, celebró la misa solemne. El Evangelio del día recuerda el episodio de los dos discípulos que regresaban tristes a sus casas en Emaús y cómo Jesús se acercó a ellos y les explicó las Escrituras, hasta que lo reconocieron al partir el pan.
Según el Custodio, este “es uno de los lugares con un simbolismo más bello. Al igual que Betania nos recuerda la amistad de Jesús el lunes de la Semana Santa, también este lugar recuerda el lunes de Pascua esta capacidad de caminar juntos, como Jesús con los discípulos de Emaús.
El-Qubeibeh (en árabe “pequeña cúpula”) se encuentra justo detrás del muro de separación entre Israel y los Territorios Palestinos. Según la tradición franciscana, este es el pueblo del que habla el evangelista Lucas. El terreno en el que se alza el santuario fue comprado en 1861 por la marquesa y sierva de Dios Paolina de Nicolay y donado a la Custodia de Tierra Santa. Las excavaciones sacaron a la luz los restos de una basílica cruzada, que incluye un antiguo alojamiento, identificado como la “casa de Cleofás”, donde Jesús se detuvo con los dos discípulos.
Una pequeña multitud de fieles locales de Jerusalén y Cisjordania y pequeños grupos de peregrinos participaron en la misa. La homilía se encargó al guardián del convento franciscano de Emaús, fray Zaher Abboud. “Hoy estamos en un contexto similar al que vivieron los discípulos de Emaús: guerra, muertes, inseguridad. En el Evangelio vemos que el Señor comienza a caminar con los discípulos y a explicarles las Escrituras. Nosotros no creemos en un Cristo mago que resuelve la situación, sino en un Dios que camina en nuestra vida, en nuestras dificultades, y nos explica nuestra vida a la luz de la Escritura”. Jesús se hace presente en la fracción del pan, en la Eucaristía. “Cuando nos encontramos en dificultades – afirmó fray Zaher – volvemos a la Eucaristía y suplicamos, como los discípulos de Emaús: ‘Quédate con nosotros’”
Al margen de la misa, el Custodio reflexionó sobre cómo, al comienzo del relato evangélico, “Jesús valora la incapacidad de los discípulos para reconocer lo que ha ocurrido. No parte de una lección, sino de la escucha de las preguntas, las dificultades y las desilusiones que sintieron los discípulos. Luego, ilumina la situación con las Escrituras y, por último, realiza el signo de partir el pan, que permite a los discípulos reconocerlo. También nosotros debemos ante todo reconocer los elementos que nos causan dificultades como creyentes, que nos escandalizan – años de conflicto y de falta de soluciones de paz permanentes –, y debemos permitir que esto sea iluminado por la Escritura. El Señor se hace presente en la fracción del pan, en la capacidad profunda de compartir la vida de las personas. También nosotros debemos compartir las dificultades de las personas que nos son confiadas, los unos de los otros, sin pensar que hay un sufrimiento que merece ser comprendido o otro que no es válido.
Al final de la misa, según la tradición, se bendijeron los panes, que después se ofrecieron a todos los presentes. “Este sencillo gesto – subrayó el Custodio – indica que el pan es algo que siempre recibimos como regalo – en la Eucaristía y en la vida. Es un símbolo del hecho de que la vida es un don que se nos ofrece continuamente y que continuamente estamos invitados a recibir con agradecimiento”. Este gesto nos ayuda también a “tener en nuestra perspectiva de vida cristiana el compartir”.
“Hoy hemos vivido un momento luminoso, pascual”, dijo el Custodio de Tierra Santa tras la misa. “Hemos visto fieles de distintas comunidades y hemos percibido al celebrar la presencia del Resucitado en medio de nosotros”. Incluso en un contexto marcado por el conflicto y muchas dificultades es posible rastrear los signos de la presencia del Resucitado. “Pienso en la pequeña comunidad de Gaza: celebrar la Pascua y expresar la fe en el Señor Resucitado en un contexto en que todo alrededor solo habla de muerte es un signo pascual extraordinario, como lo es la capacidad de mantener el corazón libre del odio y abierto a la reconciliación”.
A primera hora de la tarde, en el santuario los frailes cantaron las Vísperas ante el Santísimo Sacramento. A continuación, el Custodio impartió la bendición final.
Marinella Bandini