En el interior del complejo de la Flagelación, el miércoles 6 de abril tuvo lugar la quinta estación cuaresmal de las peregrinaciones litúrgicas de la Custodia de Tierra Santa. La misa se celebró en el santuario de la Condena, lugar que recuerda el acto final del proceso en el que se imputó a Jesús en las horas siguientes a su prendimiento en Getsemaní.
El episodio se narra, entre otros, en el capítulo 19 del evangelio de Juan, que recoge las distintas fases del proceso que condujeron a la condena de Cristo a manos del gobernador romano de Judea, Poncio Pilato: “Pilato entonces, al oír estas palabras, sacó afuera a Jesús y se sentó en el tribunal, en el sitio que llaman «el Enlosado» (en hebreo Gábbata). [...] Y dijo Pilato a los judíos: «He aquí a vuestro rey». Ellos gritaron: «¡Fuera, fuera; crucifícalo!». Pilato les dijo: «¿A vuestro rey voy a crucificar?». Contestaron los sumos sacerdotes: «No tenemos más rey que al César». Entonces se lo entregó para que lo crucificaran” (Jn 19, 13-16).
La capilla, incluida en el recinto del santuario de la Flagelación, fue construida entre 1903 y 1904 por el arquitecto franciscano fray Wendelin di Menden y conmemora tanto la condena como la imposición de la cruz. En su muro exterior es posible encontrar la indicación de la segunda estación de la Via Dolorosa, mientras que dentro de la iglesia el suelo está compuesto por grandes losas de piedra, cuya presencia ha contribuido a hacer creer que se trata precisamentedel “Litóstrotos evangélico” (Litóstrotos significa, de hecho, enlosado con piedras). Lo más probable es que este empedrado se remonte, a juicio de los arqueólogos, a la época del emperador Adriano y pertenecería al pavimento de Aelia Capitolina, ciudad romana construida sobre las ruinas de Jerusalén después de la tercera guerra judía (132-135 d.C.).
La misa solemne fue presidida por don Stefano Vuaran, de la diócesis de Concordia-Pordenone, mientras que la homilía estuvo a cargo de don Carlo Giuseppe Adesso, de la diócesis de San Marino-Montefeltro. También se hallaban presentes un gran número de fieles y religiosos locales.
Don Carlo introdujo la homilía citando al historiador romano Tácito, cuyos Anales representan una importante fuente historiográfica que apoya la veracidad histórica de Jesucristo. En particular, el predicador partió del elemento procesal de la condena a muerte de Jesús, ante la que “palidecen incluso los juicios más célebres de la historia, como el proceso contra Sócrates”, para trazar una reflexión más amplia sobre el valor del sacrificio realizado por Cristo en su Pasión. Una muerte infame, agravada por ese burlón título de “Rey de los Judíos” que atestigua la sentencia de Jesús y después es expuesto en la cruz: “Y Pilato escribió un letrero y lo puso encima de la cruz; en él estaba escrito: «Jesús, el Nazareno, el rey de los judíos»“ (Jn 19,19). Pero precisamente ahí reside la realeza de Cristo, así como su poder: en la transformación de estos hechos trágicos en algo glorioso, en la conversión de su significado en algo nuevo y triunfal.Justamente allí donde elabismo entre legalidad y justicia parece imposible de salvar, Cristo muestra toda su divinidad, trastornando toda la lógica humana con el escándalo de su muerte en cruz. Una cruz que “a ojos de Pilato y de los judíos, representa la justa condena del acusado Jesús de Nazaret, mientras que a ojos del evangelista (y a nuestros ojos), se convierte en el cetro real que Cristo empuña como signo de su victoria sobre el pecado y la muerte”.
Filippo De Grazia