El domingo 19 de marzo concluyó la peregrinación de la Guardia Suiza a Tierra Santa, la primera después de la pausa obligada impuesta por la pandemia. La tradición de la peregrinación de la Guardia Suiza nació hace siete años, por iniciativa del capellán militar vaticano que intuyó la importancia de que estos jóvenes, al servicio de la Iglesia y del Papa, visitaran y rezaran en los lugares de la salvación de la Iglesia Madre de Jerusalén. Desde entonces, se han llevado a cabo una decena de peregrinaciones de este cuerpo militar especial, fundado por el papa Julio II en 1506 y que se encarga en particular de la vigilancia, la seguridad y la protección del Papa.
Acostumbrados a verlos en el Vaticano con el uniforme oficial de estilo renacentista, de color azul, rojo y amarillo oscuro, los guardias suizos durante su estancia en Tierra Santa vistieron de paisano y visitaron todos los lugares más importantes. No solo Jerusalén, sino también Galilea, el desierto de Judea, Jericó y el lugar del bautismo en el Jordán y Belén, donde tuvieron la oportunidad de conocer el Baby Caritas Hospital, el hospital infantil fundado precisamente por un donante suizo.
«Durante esta peregrinación con estos jóvenes, que eran 12, como los apóstoles – explica fray Alberto Joan Pari, secretario de la Custodia de Tierra Santa, que guio al grupo durante toda la semana – he intentado imaginarme un poco cómo sería la vida diaria de los apóstoles con Jesús. Me he sentido como el “maestro” porque juntos, todos los días, hemos partido el pan – tanto el eucarístico como el de la Palabra – en cada santuario visitado, cada uno con su catequesis, liturgia y teología específicas. Ha sido una experiencia muy importante y conmovedora también para mí. La peculiaridad de este viaje, el primero después de dos años y medio, es que les ha permitido visitar esos lugares que son la raíz histórica del estado al que prestan servicio».
Todos los jóvenes suizos, la mayoría francófonos, ha vivido esta experiencia con alegría, emoción y entusiasmo. El viaje, antes de la partida, fue preparado durante mucho tiempo con meditaciones, oraciones, lecturas de la Biblia y conferencias, para poder vivirlo de manera más profunda, responsable y consciente.
«La peregrinación para la Guardia Suiza se organiza todos los años: ir a Tierra Santa es un sueño para los que trabajamos en el Vaticano junto al Santo Padre – afirma Mike Boget, guardia suizo desde hace 4 años –, porque Jerusalén y la Tierra Santa son la raíz de nuestra fe, estar aquí significa volver a donde todo empezó y, sobre todo, poder por fin “ver” la Biblia que leemos y conocemos bastante bien. Ahora sabemos que tocar con nuestras propias manos estos lugares es una gracia especial, de la que tal vez todavía no somos plenamente conscientes».
Florend Jacquod, que trabaja en el Vaticano desde hace dos años y medio, subraya que lo que más le ha impresionado es «la situación de los cristianos en Tierra Santa: los lugares son bellísimos y hay que conservarlos para el recuerdo, por supuesto, sin embargo, ellos son las “piedras vivas” de esta tierra. Esta, en mi opinión, es una hermosa imagen: los cristianos son la memoria “viviente” de nuestra fe, y así como los santuarios se construyeron para conservar y salvaguardar la memoria de los lugares, también debemos apoyar y proteger a los que viven aquí». Martin Constantin se une al entusiasmo por este viaje: «En nuestro día a día siempre queremos “hacer”, estamos cargados de actividades, de trabajo: en cambio, aquí nos paramos por un momento a reflexionar sobre en qué se basa el sentido de nuestra vida».
Al final de la peregrinación, los guardias suizos recibieron en la curia custodial la Medalla del peregrino y el correspondiente diploma, un honor establecido por el papa León XIII como certificado de la peregrinación realizada y signo visible de una realidad alcanzada, vivida y grabada en el corazón.
Silvia Giuliano