La comunidad católica de Jaffa (Tel Aviv) celebró la solemnidad del apóstol Pedro en el santuario dedicado a él.
Aquí sitúa la tradición bíblico-cristiana varios episodios del apostolado de Pedro: la resurrección de Tabita, la hospitalidad en casa de Simón el curtidor, la visión del lienzo que descendía del cielo. La iglesia construida aquí pretende conmemorar estos hechos. La primera fundación se remonta a la época de los cruzados. San Luis IX, rey de Francia, fundó una fortaleza y trajo a los franciscanos. En el claustro del convento hay una estatua en su honor. Desde 1650, los franciscanos acogen aquí a los peregrinos que desembarcan en el puerto de la ciudad, cada vez más numerosos.
Según la tradición, la misa solemne, presidida por el Custodio de Tierra Santa, se celebra el sábado más próximo al 29 de junio. Con el Custodio celebraron algunos frailes de la comunidad franciscana de Jaffa y otros sacerdotes de distintas procedencias. La celebración fue animada por diferentes comunidades: filipinos, hispanos y fieles de lengua hebrea. Los fieles que participaron en la celebración pueden obtener la indulgencia en las condiciones establecidas por la Iglesia.
En su homilía, fray Francesco Patton, Custodio de Tierra Santa, trazó en cuatro verbos la “vía de Pedro” para convertirse en “auténticos discípulos de Jesucristo”. El apóstol – dijo – “nos enseña que todo empieza por creer en Jesús”. El segundo verbo, “amar”, nos lleva a las orillas del Lago de Galilea y a la pregunta: “Simón, hijo de Juan, ¿me amas?”. “Jesús no se limita a pedir confianza, pide también amor, y precisamente cuando se experimenta la propia fragilidad”. Pedro – tercer movimiento – sigue a Jesús hasta morir por Él. Finalmente, “servir”. “Jesús ayuda a Pedro a entender que confiar en él, amarlo y seguirlo conduce necesariamente a ponerse al servicio de los demás”. Esta es la “vía de Pedro” que todo cristianos está llamado a recorrer.
Marinella Bandini