En Jerusalén, la Semana Santa tiene un preludio en la celebración de la solemnidad de los Siete Dolores de la Bienaventurada Virgen María, el viernes de la quinta semana de Cuaresma.
La mañana del viernes 11 de abril, en la basílica del Santo Sepulcro, el vicario custodial, fray Ibrahim Faltas, presidió la misa solemne en el monte Calvario, en el altar de Nuestra Señora de los Dolores, que separa la capilla latina, donde se recuerda el momento en que Jesús fue clavado en la cruz, de la greco-ortodoxa, donde se alzó la cruz.
Aquí, en un pequeño nicho, se conserva una estatua de medio busto de madera de María, regalo al Santo Sepulcro de María Pía, reina de Portugal. La estatua representa a la Virgen con el pecho atravesado por una espada, según la profecía del anciano Simeón (Lc 2.34-35).
En su homilía, fray Ibrahim habló de la “humanidad atravesada” de hoy: “Hoy el mundo entero es un calvario lleno de cruces (…): en Gaza, en Cisjordania, en Siria, en Líbano, en Ucrania y en todos los lugares marcadas por la guerra, también entre nosotros”.
Pero precisamente cuando todo parece morir – subrayó –, “cuando en el Gólgota todo se oscurece, Jesús habla de vida. Dice ‘madre’, dice ‘hijo’: invita a un hombre y una mujer a recomponer el hilo de la vida. (…) Dios se aferra a lo que es bueno y fuerte en nosotros: el amor de una madre por su hijo, para reconstruir un camino más allá de las muchas cruces”.
Al comienzo de la celebración, el canto del Stabat Mater introdujo a los presentes en el dolor de María bajo la cruz. Las laudes de la solemnidad y el canto de la misa IV “Cum Iubilo” dieron a la celebración un tono “gozoso”, situando el misterio del dolor en la perspectiva pascual.
“Hoy, desde este lugar, somos invitados a volver la mirada al Calvario, símbolo de la Redención” comenzó fray Ibrahim. “Estamos llamados a ser instrumentos de salvación, respondiendo al amor eterno de Dios”.
El culto a la Dolorosa es una antigua devoción, que se remonta al siglo XI. Hubo un tiempo en que había dos festividades litúrgicas vinculadas a la Nuestra Señora de los Dolores: una el viernes anterior al Domingo de Ramos, y otra el tercer domingo de septiembre.
En Jerusalén, ambas festividades se siguen celebrando en la basílica del Santo Sepulcro, y la de Cuaresma conserva el título de solemnidad.
Se trata de algo único, pues la liturgia conciliar conservó solo la conmemoración opcional de la “Santísima Virgen María Dolorosa” el 15 de septiembre, al día siguiente de la fiesta de la Exaltación de la Cruz.
Fray Ibrahim concluyó su homilía con la invitación a mirar a María: “Cuando Jesús se dirige al discípulo, dice: ‘¡Mira, es tu madre!’. Este imperativo es un mensaje también para cada uno de nosotros: ‘Mira a María’. Es el último mandato que nos deja Jesús: ‘Si quieres ser mi discípulo, aprende de María, observa cómo se comporta, qué dice y qué no dice; déjate guiar por ella”.
Marinella Bandini