El 24 de mayo en Rovereto (Italia), el Custodio de Tierra Santa, fray Francesco Patton saludó a los participantes en la marcha organizada por la Asociación Misiones Franciscanas de Trento.
El encuentro se produjo en el lugar por donde durante la Primera Guerra Mundial discurría la línea de frente donde hoy se encuentra la Gran Campana de los Caídos, realizada hace 100 años. “Llevaré este cordón, símbolo de vuestra marcha, a Jerusalén, a Getsemaní”, afirmó subrayando la profunda conexión entre los dos lugares. “La Iglesia de las Naciones es símbolo del compromiso por la paz después de la Primera Guerra Mundial, al igual que la Campana de los Caídos de Rovereto se realizó con el bronce de los cañones de los ejércitos que se enfrentaron en esa guerra”.
El acto formaba parte de una iniciativa más amplia, “Steps for peace”, promovida por el movimiento “Economy of Francesco”. Se trata de una especie de “peregrinación por partes”: sumando los pasos de todos los participantes, el objetivo es cubrir idealmente la distancia entre Asís y Jerusalén (casi cuatro mil kilómetros), en recuerdo del viaje que realizó hace 800 años San Francisco que, desarmado, llegó a las puertas del Cairo para encontrarse con el sultán Malik al-Kamil.
“Os agradezco vuestro testimonio” añadió el Custodio. “Vuestros pasos, unidos a los de todos los que caminarán en nombre de la paz en todo el mundo, representan una declaración y un compromiso contra cualquier guerra. Incluso cuando esto parece un recorrido difícil, prohibitivo”.
La marcha partió de la plaza del ayuntamiento de Rovereto y alcanzó la cumbre de las colinas de Miravalle, donde aun se pueden ver restos de las trincheras desde las que se enfrentaban los soldados italianos y los autrohúngaros, a una distancia que entonces era de tan solo unas decenas de metros.
En su ascenso hacia las colinas, los participantes (unas cincuenta personas de todas las edades) se detuvieron cerca de una pequeña fuente situada en el camino. Aquí, entre las dos líneas enemigas, desde la Navidad de 1915 hasta mayo de 1916, los soldados de los dos bandos – con idiomas y uniformes distintos – iban a recoger agua, suspendiendo su rivalidad, convertidos por un momento en “hermanos” por necesidad.
Luego, la marcha pasó por el gran edificio del Osario – donde se conservan los restos mortales de unos 20.000 soldados de ambos bandos. Después de un empinado sendero en el bosque, dedicado a los Premios Nobel de la Paz, llegaron a la Campana de los Caídos que, cada noche a las 21:30, recuerda con cien toques a todas las víctimas de la guerra y llama al compromiso por la paz.
Giorgio Lunelli