Jerusalén: los franciscanos en Santa Ana para celebrar la Natividad de la Virgen María | Custodia Terrae Sanctae

Jerusalén: los franciscanos en Santa Ana para celebrar la Natividad de la Virgen María

En la solemnidad de la Natividad de la bienaventurada Virgen María, el miércoles 8 de septiembre en la basílica de Santa Ana en Jerusalén tuvo lugar la tradicional celebración eucarística que, además de conmemorar la ocasión religiosa, recuerda la cercanía de Francia a la Custodia de Tierra Santa.

Varios laicos y religiosos francófonos participaron en la eucaristía en esta jornada festiva en la basílica propiedad del estado francés que está confiada a los Misioneros de África, una sociedad de vida apostólica formada por sacerdotes y laicos creada en octubre de 1868 gracias al cardenal Charles-Martial Allemand Lavigerie. Entre los asistentes se encontraba también una delegación consular, encabezada por la cónsul adjunta Olivia Eteneau.

El lugar donde se llevó a cabo la celebración tiene su origen en el protoevangelio de Santiago, que señala que la casa de los padres de María – Joaquín y Ana – estaba situada “no lejos del templo”. A partir de la dedicación de la pequeña iglesia construida sobre la casa de los dos santos, en el siglo IV, la solemnidad se extendió después a todo Occidente por el papa Sergio I, de origen sirio. 

La iglesia, construida por los cruzados, es uno de los edificios que permanecieron intactos gracias al rey Saladino, que la transformó en escuela coránica shafita. Para la Custodia de Tierra Santa es una celebración tradicional, que hunde sus raíces en el pasado: incluso durante la ocupación musulmana los franciscanos intentaron por todos los medios tener acceso para garantizar la celebración. Lo lograban entrando por una ventana que aún puede verse dentro de la cripta. No fue hasta el siglo XV cuando los frailes obtuvieron un permiso oficial que les permitía la celebración el día del nacimiento de la Virgen, el 8 de septiembre, y el de la Inmaculada Concepción, el 8 de diciembre.

Después de la guerra de Crimea, en 1856, el edificio fue donado a Napoleón III por el sultán Abdul Majid como agradecimiento por su apoyo militar en el conflicto. La iglesia actual, restaurada tras la guerra de 1967 que había provocado grandes daños, está a cargo de los padres Misioneros de África.

Presidió la celebración en francés fray Stéphane Milovitch, responsable de la Oficina de Bienes Culturales de la Custodia de Tierra Santa. “Cuando Cristo fue crucificado, se pensó que todo había terminado. Tres días después, celebramos su resurrección: la última palabra nunca es de la muerte, sino de la vida”, dijo fray Stéphane comentando este último año, marcado por la pandemia del coronavirus. “Aquí en Jerusalén recordamos todas las etapas de la historia que ha tenido lugar en esta Tierra Santa. La liturgia de Jerusalén es una liturgia en movimiento: como los primeros cristianos, los franciscanos celebran el año litúrgico en los lugares que son el origen de los misterios celebrados. Hoy estamos aquí reunidos para celebrar la Natividad de la Virgen, madre de nuestro Dios y Señor Jesucristo, una celebración que comenzó gracias a la veneración del lugar”.

Según la tradición, tras el inicio de la celebración se incensó la gruta bajo la basílica de Santa Ana, lugar donde la tradición sitúa la Natividad de María.

“Cabe destacar que la genealogía de Mateo, en una cultura donde se suele mencionar solo a los hombres, incluye también a cinco mujeres”, señaló fray Stéphane en su comentario al pasaje del Evangelio del día (Mt 1, 1-16. 18-23), refiriéndose a Tamar, Raab, Rut, Betsabé y la Virgen María. “De esta letanía, de la personalidad de estas mujeres, comprendemos mejor la calidad de la relación que Jesús tenía con las mujeres que encuentra, así como su amor por las marginadas de la sociedad, pero también su apertura hacia los paganos”.

En sus palabras, fray Milovitch subrayó que leer la genealogía de Jesús nos enseña que “solo convirtiéndonos en hombres y mujeres de misericordia, reconociendo las bendiciones que han marcado la historia de nuestras familias, de nuestras comunidades y haciéndonos cargo de nuestra historia personal, es posible comprender a Jesús”.

La celebración eucarística concluyó con una oración dedicada a Francia, que antecedió a la bendición solemne y el último canto a la Virgen.

 

Giovanni Malaspina