El día de la fiesta de los santos Marta, María y Lázaro, en pleno verano, una delegación de la Custodia de Tierra Santa va en peregrinación a la iglesia que recuerda su presencia, situada en Betania.
La celebración eucarística comenzó con el canto de los Laudes matutinos. El pequeño grupo de frailes menores y peregrinos se unió en coro para la fiesta en la casa de la amistad. Precisamente sobre esta relación de amistad entre Jesús, Marta, María y Lázaro, centró su homilía el superior del convento anfitrión de Betania, fray Michael Sarquah. “Jesús tenía amigos y el Evangelio nos dice que se querían mucho. Y precisamente como amigo, en el Evangelio del día, se le reprocha a Jesús por no haber salvado a Lázaro”, explicó fray Michael. “Pero Jesús, el Señor de la vida, parece querer comunicarnos que hay una parte de nosotros que permanece dormida, en silencio, probablemente la que menosnos gusta. A esa parte habla el Señor cuando responde a los reproches y le pide que se levante, que vuelva a la vida, abrace sus heridas y salga del sepulcro para obtener la libertad”.
Después de la celebración el grupo se dirigió a la tumba de Lázaro para visitarla y leer el Evangelio (Jn 11, 1-45). A continuación, para completar la peregrinación según el recorrido tradicional, los fieles llegaron al lugar de la Ascensión, antes accesible a pie pero actualmente bloqueado por el muro de separación. La lectura del pasaje del Evangelio referido al lugar (Mc 16, 15-20) siguió al canto del Te Deum de entrada. Para finalizar, como en la peregrinación de Cuaresma, se llegó a la iglesia del PaterNoster en la que se leyó el Evangelio de Mateo (6, 5-13).
Giovanni Malaspina