Belén, la ciudad donde nació Jesús y corazón de las celebraciones navideñas, recibió de nuevo a los frailes de la Custodia de Tierra Santa para la Epifanía.
Es la fiesta de la manifestación de Jesús a todos los pueblos, representados por los Reyes Magos. “La fiesta de la Epifanía supera cualquier nacionalismo” afirmó el Custodio de Tierra Santa, fray Francesco Patton, saludando a una delegación de la parroquia de Jerusalén, que lo acompañó en su entrada en Belén, la mañana del 5 de enero.
En su recorrido hasta Belén, la delegación con el Custodio de Tierra Santa se detuvo en Mar Elias, donde los esperaban algunos representantes de la comunidad de Beit Jala y un grupo de niños que participan en el programa deportivo “Children without borders” apoyado por la Custodia de Tierra Santa a través de la Franciscan Foundation for the Holy Land (FFHL)
Tras cruzar el puesto fronterizo entre Jerusalén y Belén junto a la tumba de Raquel, el Custodio llegó a la “Vía de la Estrella” que, según la tradición, recorrió la Sagrada Familia. Desde aquí empezó la procesión hacia la basílica de la Natividad. El cortejo fue “escoltado” por un grupo scout Terra Sancta.
El Custodio y los frailes entraron en la contigua basílica de Santa Catalina cantado el Te Deum para un breve momento de oración y saludar a los fieles presentes. “Hemos cantado: ‘En Ti he esperado, no estaré confundido para la eternidad’. No estaremos confundidos solo si nuestra esperanza está en Jesucristo”, dijo el Custodio. “Todas las demás formas de esperanza están destinadas a fracasar”.
Este año, la misa solemne de la Epifanía tuvo un sabor especial, al estar incluida dentro de las celebraciones jubilares. Lo subrayó el Custodio en su homilía, presentando el viaje de los Magos como una verdadera “peregrinación en busca de Dios, que se hace presente en el niño Jesús”, la misma que todos los cristianos están llamados a realizar.
“Para encontrar a Jesús es necesario ponerse en camino y hacerse ‘peregrinos de esperanza’. El papa Francisco nos lo recordaba: ‘Ponerse en camino es típico de quien va en busca del sentido de la vida’. Siguiendo el ejemplo de los Magos también nosotros intentamos convertirnos en ‘peregrinos de esperanza’”.
Los Magos también indican la forma del viaje: “Hay que aprovechar todos nuestros conocimientos, como hicieron los Magos leyendo el lenguaje de las estrellas, pero también hace falta dejarse ayudar por quienes han leído la Palabra de Dios y saben señalarnos a Jesús y el lugar donde encontrarlo”.
El Custodio también leyó la breve oración “Acto de esperanza” que los Ordinarios de Tierra Santa ofrecieron a la reflexión de los fieles en su mensaje para el Jubileo.
Los Reyes Magos, sabios que vinieron de Oriente para adorar a Jesús, son los “coprotagonistas” de esta fiesta y el símbolo de la humanidad entera a la que Jesús quiso manifestarse. Por eso, junto a las propias celebraciones litúrgicas, es tradición que la tarde del 6 de enero tres frailes representen a los Magos, dirigiéndose en procesión a la Gruta y repartiendo regalos a los fieles de la comunidad cristiana local.
Fray Luis Enrique Segovia, guardián del convento de Belén, llevó la rosa de oro donada por Pablo VI a la basílica de la Natividad. Fray Alberto J. Pari, secretario de la Custodia de Tierra Santa llevó el incienso, con el que se incensaron los lugares de la manifestación de Jesús en la Gruta de la Natividad: la estrella de plata, el pesebre y el altar de los magos. Fray Jad Sara, responsable de la enfermería de los frailes, llevó la mirra, el aceite perfumado que se usaba antiguamente para los entierros.
Después de la adoración en la Gruta, los frailes en procesión dieron tres vueltas al claustro de la iglesia de Santa Catalina. Al frente de la procesión, los Reyes Magos, que repartieron a los fieles granos de incienso y gotas de mirra, y el Custodio con la imagen del Niño Jesús entronizado, ofrecida a la devoción de los fieles. Las celebraciones de la Epifanía concluyeron con la bendición solemne con la imagen del Niño Jesús.
Marinella Bandini