Este año la fiesta del Bautismo del Señor, celebrada el domingo 8 de enero, fue especialmente alegre y concurrida: numerosos peregrinos acudieron a la orilla oeste del río Jordán, cerca del sitio conocido como “Qasr al-Yahud”, el lugar donde, según la tradición, tuvo lugar el bautismo de Jesús, día de gracia en el que Dios mismo con su voz y la venida del Espíritu Santo manifiesta que el Señor es su Hijo predilecto.
La fiesta comenzó a primera hora de la mañana en el convento franciscano del Buen Pastor de Jericó, donde las autoridades civiles y religiosas locales – entre ellas el gobernador de la ciudad y el jeque Habr, imán de la mezquita de Jericó – recibieron al Custodio de Tierra Santa fray Francesco Patton, al vicario fray Ibrahim Faltas y al ecónomo custodial, fray Tony Choucry. También estuvieron presentes en los saludos el cónsul general de Italia, Giuseppe Fedele, el cónsul general de Bélgica, Wilfried Pfeffer y los cónsules generales adjuntos de España, Paloma Serra, y de Francia, Quentin Lopinot, También quisieron rendir homenaje al Custodio el coronel de los carabineros, Giuliano Polito, y el comandante de la Miadit de servicio en Jericó, junto con una representación de los carabineros.
El párroco, fray Mario Maria Hadchiti, como anfitrión, saludó calurosamente a la numerosa representación, leyendo el pasaje del Evangelio que describe el bautismo de Jesús y recordando cuán necesaria es la convivencia pacífica en este territorio, donde los cristianos son una minoría. El Custodio fray Patton reiteró la importancia de la presencia franciscana en Jericó, sobre todo a través del establecimiento de la escuela de Tierra Santa: «Estamos contentos con la labor educativa que podemos desarrollar aquí a través de la escuela de Tierra Santa – dijo el Custodio –, porque la escuela es la obra social más importante para garantizar y promover la educación de las jóvenes generaciones, que representan nuestro presente y son nuestro futuro, para construir juntos un camino de paz».
A continuación, los frailes se dirigieron en procesión a las orillas del río Jordán para la celebración de la santa misa en el santuario dedicado al bautismo de Jesús: allí les recibió fray Salem Younis, responsable del sitio, donde desde hace tan solo dos años se ha podido volver a celebrar. De hecho, la parte del terreno donde se alza el santuario y la iglesia dedicada a San Juan Bautista, durante más de medio siglo fue declarada impracticable debido a las minas diseminadas en el área tras la declaración de la guerra entre Israel y Jordania. Solo en marzo de 2018 la asociación Halo Trust empezó las labores de desminado en esta zona, que volvió a ser completamente accesible en octubre de 2020: un importante acontecimiento para la Custodia franciscana cuya presencia aquí está atestiguada desde mediados del siglo XVII.
En su homilía, el Custodio de Tierra Santa invitó a los fieles a releer su propio bautismo a la luz del bautismo de Jesús: «¿De qué manera se cumple la justicia de Dios en nosotros y para nosotros a través de nuestro bautismo? La justicia de Dios se realiza para nosotros en nuestro bautismo precisamente porque con el bautismo somos alcanzados por la misericordia y el perdón que Dios nos da por medio de su Hijo Jesús y por el don de su mismo Espíritu. Pero también nosotros, como el Bautista y como Jesús, debemos convertirnos en colaboradores activos de la salvación que Dios da, aprendiendo a desear con todas nuestras fuerzas lo que Dios quiere para nosotros».
En palabras de fray Patton, también resuena la invitación a leer la voz de Dios de manera íntima y personal, porque lo que Dios dijo de Jesús (“Tú eres mi hijo amado: en quien me complazco”) «en otras palabras podría sonar así: “Tú eres mi hijo, te quiero de manera personal, soy feliz por haberte dado la vida y que tu vida tenga sentido, todo el bien del que soy capaz te acompaña y te acompañará toda la vida”».
La peregrinación continuó después hasta el monasterio greco-ortodoxo de la Cuarentena, en los aledaños de Jericó, reconocido desde hace siglos como el monte donde Jesús sufrió las tentaciones. En el monte de Jebel Qarantal (“cuarenta”, que indica los días de Jesús en el desierto) los Evangelios sinópticos sitúan un momento particular de la vida de Jesús, cuando inmediatamente después de su bautismo se retiró durante cuarenta días y cuarenta noches para ayunar en el desierto. La lectura del pasaje evangélico que recuerda este episodio (Mt 4, 1-11) cerró la jornada de oración ante el antiguo monasterio, abandonado durante mucho tiempo, pero reconstruido en el siglo XIX por el Patriarcado greco-ortodoxo.
Silvia Giuliano