Cuarta peregrinación a Betania: el silencio de la muerte

Cuarta peregrinación a Betania: el silencio de la muerte

Apenas amanece cuando los frailes franciscanos llegan a Betania, el pueblo de los amigos de Jesús, Marta, Lázaro y María. Aquí es donde tiene lugar la cuarta peregrinación cuaresmal, que este año cae el 14 de marzo.

Siguiendo la tradición, se celebró una primera misa a las 6:30 en el interior de la “Tumba de Lázaro”, presidida por fray Alberto J. Pari, Secretario de la Custodia de Tierra Santa. A continuación, a las 7:30, se celebró en el santuario la misa de la peregrinación, presidida por fray Michael Muhindo. Tras la misa, los presentes llevaron a cabo una pequeña peregrinación hasta la tumba de Lázaro, ante la cual se proclamó el evangelio que narra el momento de su regreso a la vida (Jn 11, 3-45).

Betania, el pueblo de Lázaro

Betania se encuentra detrás del Monte de los Olivos, en el camino que baja desde Jerusalén hasta el desierto de Judea y Jericó. El nombre bíblico fue cambiado en época bizantina a “pueblo de Lázaro”, hoy al-Azariya en árabe.  En el centro del pueblo, la iglesia de los franciscanos recuerda la casa de Marta y María y el milagro de la resurrección de Lázaro, y está construida sobre los restos de tres iglesias anteriores. La iglesia fue diseñada por el arquitecto Antonio Barluzzi y fue consagrada hace 70 años, en abril de 1954. En la inscripción en latín bajo la cúpula se puede leer: “El que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre”. (Jn 11,25).  A unas decenas de metros se encuentra la “tumba de Lázaro”, en su día en las afueras de la localidad.

El silencio de la muerte

La homilía fue pronunciada por fray Paolo Messina, profesor en el Studium Biblicum Franciscanum de Jerusalén, elegido para conducir las reflexiones cuaresmales de los franciscanos. El sol de principios de primavera no amortigua el drama ineludible que este lugar invita a contemplar: la muerte. “La experiencia personal nos dice que nunca estamos preparados para la muerte; que, a pesar de nuestro camino de fe, el silencio de la muerte nos hiere, nos conmueve, nos derriba”, subrayó fray Paolo en su homilía, dedicada al “silencio de la muerte”. También Jesús experimentó la misma turbación ante la muerte de su amigo Lázaro (Jn 11, 33). 

Jesús llega a Betania tres días después, y es recibido por Marta y María, las hermanas de Lázaro. Más que hablar de resurrección, Jesús “opta por entrar en el silencio de la muerte, ese silencio del que María no lograba salir. Jesús comparte con ella ese momento, con todo su ser”. Ante el cuerpo sin vida de Lázaro, Jesús invoca al Padre: “Las únicas palabras capaces de romper ese silencio son, de hecho, las palabras de la oración. Más allá del silencio de la muerte hay una voz que nos habla de vida, que nos da esperanza, que anuncia la vida eterna. Atravesando ese silencio, como Jesús, como el mismo Lázaro, escucharemos esa voz y volveremos a la vida en toda su plenitud”.

Nuevos recorridos

Hasta principios de los años 2000, Betania era en realidad un suburbio de Jerusalén. Luego, un muro dividió el pueblo, dejando el santuario en territorio palestino. Esto también modificó el recorrido de la peregrinación cuaresmal, que después de la celebración en Betania, se detiene en la capilla de la Ascensión, en el Monte de los Olivos, y en la iglesia del Pater Noster. El muro, de hecho, impide realizar el recorrido tradicional a través del santuario de Betfagé. Franciscanos y fieles deben cruzar un puesto de control a pocos kilómetros de los santuarios. Tanto en el lugar de la Ascensión como en el que recuerda la institución del Padrenuestro, fieles y frailes terminaron la peregrinación escuchando el evangelio propio del lugar santo.

Marinella Bandini

 

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