Con la misa crismal e in Coena Domini – unidas en una única celebración – se abrió en el Santo Sepulcro de Jerusalén el triduo pascual.
La celebración fue presidida por el patriarca latino, cardenal Pierbattista Pizzaballa. Esta es la misa en la que se conmemora la institución de la Eucaristía y del sacerdocio ministerial: unos 250 sacerdotes concelebraron y renovaron las promesas del día de su ordenación.
Durante esta celebración se llevó a cabo el rito del “lavatorio de los pies” y se bendijeron los santos óleos.
En su homilía, el patriarca invitó a vivir el triduo “en la escuela del Cenáculo, para aprender de Jesús el estilo del discípulo”. Tres son las actitudes que se indican: la “toma de conciencia” de que el mal no es la última palabra y que incluso en la oscuridad es posible vivir con “la confianza profunda que las tinieblas no pueden vencer a la luz”.
La segunda actitud es la entrega de uno mismo que Jesús enseña en el “lavatorio de los pies” y en la institución de la Eucaristía y del sacerdocio. Finalmente, el consuelo: “consolar es decidir permanecer juntos, a pesar de todo. La Resurrección no es otra cosa que esta decisión finalmente victoriosa”.
El patriarca concluyó: “¡No hay noche que el amor no pueda iluminar, no hay fracaso que la Cruz no pueda transformar, no hay herida que la Pascua no pueda transfigurar!”
El rito del “lavatorio de los pies” tuvo lugar ante el edículo: el patriarca lavó, secó y besó los pies a seis franciscanos y seis seminaristas del Patriarcado Latino.
Durante la celebración se bendijeron el óleo de los catecúmenos y el óleo de los enfermos, y se consagró el santo crisma – el aceite mezclado con perfume que se utiliza en los sacramentos del Bautismo, la Confirmación y el Orden, y también en la dedicación de iglesias y altares.
El patriarca (como todos los obispos en la celebración crismal), tras añadir el perfume al crisma, sopló sobre él, para simbolizar la trasmisión del soplo espiritual del sucesor de los apóstoles al óleo que creará nuevos cristianos y sacerdotes.
La liturgia finalizó con la procesión eucarística: los sacerdotes y el patriarca dieron tres vueltas alrededor del Edículo (la última incluyendo también la Piedra de la Unción), con el copón que contenía las formas consagradas. Luego, el patriarca colocó el copón en el sagrario sobre la tumba vacía. Las formas serán distribuidas durante la celebración del Viernes Santo.
Marinella Bandini