Celebración en Jerusalén en honor de Bélgica

Celebración en Jerusalén en honor de Bélgica

El 19 de noviembre, en la iglesia de San Salvador de Jerusalén, tuvo lugar la celebración litúrgica en honor de Bélgica.

Esta nación – junto con Francia, Italia y España – es considerada una de las cuatro “naciones católicas” protectoras de las comunidades cristianas, por su papel histórico desde sus orígenes hacia la Custodia de Tierra Santa, apoyando y protegiendo a los franciscanos en su misión de custodiar, cuidar y mantener los Santos Lugares.

La misa solemne

La celebración, en presencia del cónsul general de Bélgica en Jerusalén, Wilfred Pfeffer, acompañado de una representación diplomática, fue presidida por fray Stéphane Milovitch, presidente del Santo Sepulcro. Entre los numerosos concelebrantes, belgas y franceses, también se encontraba Olivier Poquillón o.p., director de la Ècole biblique et archéologique française de Jerusalén, para demostrar la amistad que une a los dos países europeos y su vínculo histórico con la Custodia.

Siguiendo la tradición, se rindió homenaje a la diversidad lingüística de Bélgica con lecturas en francés, flamenco y alemán, los tres idiomas oficiales que se hablan en el país, que hace pocos días celebró el Día del Armisticio, el 11 de noviembre (Wapenstilstand), considerado el final de la I Guerra Mundial y conmemorado en varios países europeos.

“Llamados a ser pequeñas semillas de paz”

En la homilía, pronunciada por el padre Frans Bouwen, perteneciente a la congregación de los Padres Blancos, el misionero belga quiso subrayar la actualidad del mensaje del Evangelio respecto a la situación actual en Tierra Santa. «Jesús cuenta la parábola de los talentos, cuando siente que su partida está cerca – dijo el padre Bouwen –. El único objeto de reproche, en la parábola, es aquel que fue a enterrar su talento, por miedo a comprometerse, y quiso sobre todo conservar su tranquilidad personal».

«¿Qué nos puede decir esto en la dramática situación que estamos viviendo en este país? Nos sentimos totalmente impotentes ante tanta violencia, sufrimiento y muerte. Pero no podemos permanecer indiferentes: con los escasos medios a nuestro alcance, estamos llamados a ser pequeñas semillas de paz allí donde vivimos, rechazando cualquier lenguaje de desprecio y de odio, acercándonos al sufrimiento de todas las partes implicadas en el conflicto, haciéndonos disponibles allí donde nos lo soliciten. Empecemos por llevar nuestra oración a todos los que sufren, intentando mantener nuestro corazón libre de cualquier sentimiento de hostilidad y de venganza: esto por sí mismo es poco, pero así esperamos contribuir humildemente a sembrar sentimientos de respeto y comprensión mutua. Solo mediante un cambio en las mentes y los corazones, la paz puede echar raíces y extenderse».

El padre Bouwen concluyó su comentario a la Palabra citando las palabras del papa Francisco pronunciadas el domingo pasado. “Cada ser humano, ya sea cristiano, judío o musulmán, de cualquier pueblo o religión, cada ser humano es sagrado, es precioso a los ojos de Dios y tiene derecho a vivir en paz. No perdamos la esperanza: oremos y trabajemos sin descanso para que el sentido de humanidad prevalezca sobre la dureza de los corazones”.

Como es habitual en las celebraciones en las que participa el cuerpo diplomático de los consulados, la fiesta concluyó con un refrigerio, servido en la sala del diwan de San Salvador, destinada a las recepciones oficiales.

Silvia Giuliano