Este año, la fiesta del descubrimiento de la Vera Cruz (Inventio Crucis) fue pospuesta una semana para permitir la celebración de la Pascua de las Iglesias ortodoxas. Los frailes de la Custodia de Tierra Santa la celebraron el 13 y 14 de mayo en la basílica del Santo Sepulcro en Jerusalén.
La capilla de Santa Elena, corazón de las celebraciones, es uno de los puntos más bajos del Santo Sepulcro, detrás del Calvario. En la antigüedad se utilizó como cantera y aun hoy sus paredes rocosas actúan como muros de la capilla. Aquí, según la tradición, fueron arrojadas las cruces de Jesús y de los dos ladrones crucificados con él. Serían reencontradas en el año 326 por Elena, madre del emperador Constantino, en un lugar no muy lejos del Calvario, dice Cirilo, obispo de Jerusalén, que habla de ello tres veces en sus catequesis (IV, 10; X, 19: XIII, 4). Durante la vigilia de la fiesta, celebrada la noche entre el 13 y el 14 de mayo, se leyó un pasaje de la Historia de la Iglesia de San Rufino en el que se narra cómo Santa Elena logró reconocer la Vera Cruz de Jesús, porque gracias a ella una mujer gravemente enferma fue curada.
Las celebraciones empezaron la tarde del 13 de mayo con la entrada solemne del Custodio de Tierra Santa, fray Francesco Patton, en la basílica del Santo Sepulcro. Siguió la procesión solemne, durante la cual el Custodio presidió las primeras vísperas en la capilla de Santa Elena, ante la reliquia de la Vera Cruz. Durante la noche, los frailes celebraron la vigilia, con salmos y cánticos, además de las lecturas del oficio. Debido a las obras en curso en el Santo Sepulcro, la procesión de los frailes siguió un recorrido distinto, ya que el tramo del corredor entre el Calvario y la capilla está bloqueado. También el acceso al Calvario se hace mediante una escalera provisional construida especialmente para ello.
La mañana del 14 de mayo se celebró la santa misa. “Debemos gloriarnos por la Cruz de Nuestro Señor Jesucristo, en quien está la salvación, la vida y nuestra resurrección” cantaron los frailes durante la procesión hasta la capilla de Santa Elena para la celebración eucarística. El Custodio de Tierra Santa, fray Francesco Patton, llevó en procesión la reliquia de la Vera Cruz, que luego permaneció en el altar durante toda la misa. En este día, la capilla de Santa Elena se cubre con paramentos rojos (el color de la sangre) y dorados (el color de la gloria). Rojo y oro son también las casullas de los sacerdotes. En las escaleras que llevan a la capilla, un pequeño grupo de files participó en la celebración.
Este año – como recordó el Custodio en su homilía – la celebración del descubrimiento de la Vera Cruz se incluye en el contexto del octavo centenario de los estigmas de San Francisco. “Esto es a lo que conduce seguir a Cristo, pobre, desposeído y crucificado: el amor nos transforma en la imagen viviente de Cristo”, subrayó fray Patton.
En el contexto de guerra y violencia, de odio, ira y deseo de venganza en que estamos viviendo, no debemos dejarnos arrastrar por la tentación de mirar a otro lado. Más bien – continuó el Custodio – debemos levantar de nuevo la mirada hacia el Crucifijo, que emana la luz del amor más grande, capaz de ofrecer la reconciliación al precio de la entrega de sí mismo. Alcemos nuestros ojos a Cristo crucificado, también en nombre de quienes no saben hacerlo y de quienes no quieren alzarlos, y pidamos que de su cruz descienda sobre nosotros un río de misericordia y de reconciliación”.
Jerusalén es el único lugar del mundo donde se celebra esta fiesta, después de que la reforma litúrgica de 1969 suprimiera las fiestas duplicadas y escogiera, entre las dos fiestas de la Santa Cruz, la de la Exaltación, el 14 de septiembre. En Jerusalén, donde el sitio sagrado del descubrimiento de la Cruz tiene un lugar de especial relevancia en la basílica del Santo Sepulcro, la festividad se mantiene y se eligió la fecha del 7 de mayo porque está ligada a otro signo prodigioso descrito por San Cirilo de Jerusalén: el 7 de mayo del 351, “una enorme cruz luminosa apareció en el cielo, sobre el santo Gólgota, y se extendió hasta el Monte de los Olivos”. Esta fecha permitía seguir en tiempo pascual, uniendo el misterio de la Cruz al de la Resurrección; estaba cerca de la antigua y permitía remitirse a una tradición muy querida en Oriente, cuyas Iglesias nunca han dejado de conmemorar esta aparición de la Cruz en el cielo de Jerusalén.
Al final de la misa, la reliquia de la Santa Cruz fue llevada en procesión dando tres vueltas alrededor del Edículo del Santo Sepulcro, que guarda la tumba vacía de Cristo. Luego, el Custodio impartió una triple bendición con la reliquia de la Cruz, delante del Edículo, ante el altar de María Magdalena y en la capilla de la Aparición (a la Virgen María).
Al final, el grupo de ceremonieros de la Custodia cantó el Magnificat ante el Edículo del Santo Sepulcro. Fray Rodrigo Machado Soares, ceremoniero custodial y responsable de las celebraciones litúrgicas de la Custodia, incensó la tumba de Cristo.
Marinella Bandini