El jueves 29 de julio, un grupo de frailes franciscanos de la Custodia de Tierra Santa realizó la tradicional peregrinación a la iglesia franciscana de Betania, hogar donde Jesús se encuentra con sus amigos Lázaro, Marta y María. Después siguió una visita al lugar de la Ascensión y al PaterNoster, actualmente monasterio carmelita. La misa solemne fue presidida por fray Marcelo Ariel Cichinelli, guardián del convento de San Salvador en Jerusalén.
En su comentario al Evangelio, el superior del santuario fray Michael Sarquah, en primer lugar, centró la atención sobre la primera lectura para esbozar la relación del hombre con Dios. “No se puede descuidar a Dios”, dijo fray Michael a los fieles “y es nuestro deber reconocerlo, respetarlo, relacionarnos con él a través de la oración, percibirlo como interlocutor antes de realizar cualquier acción y después de haberlas realizado”.
Después prosiguió, centrando su atención en el pasaje del Evangelio del día (Jn11, 19-27). “Este episodio, que no aparece en los sinópticos, es valorado de manera especial por el evangelista Juan, que lo convierte en un signo de la Pascua”, continuó fray Sarquah. “Este séptimo milagro, en el Evangelio de Juan, representa la culminación de la obra de Jesús que, al regresar a Jerusalén, se encamina hacia la muerte. Jesús pone en peligro su propia vida por un amigo pero, al resucitarlo, preanuncia y afirma su resurrección futura.
Para finalizar, fray Michael habló de la amistad con Jesús, “verdadero amigo”, vínculo a redescubrir precisamente en este lugar. “Hoy, Jesús te dice que no estás muerto, aunque estés condenado a muerte, algo de ti está vivo”, afirmó. “Cada parte de ti, incluso aquellas que menos quieres, son dignas de amor: de hecho, Jesús no ama el sepulcro, ama a Lázaro; Jesús nos demuestra que también ama tu interior y tu pobreza”.
Antes de la bendición final, fray Marcelo tomó la palabra para reflexionar sobre la importancia de las peregrinaciones. “Las crónicas y los permisos oficiales de las autoridades locales nos narran que ya en épocas pasadas el guardián de San Salvador y varios frailes solían ir en peregrinación a los distintos lugares, cuando los peregrinos no podían llegar a Tierra Santa y aún no existían los santuarios que podemos admirar en la actualidad”. Según fray Marcelo, los frailes solían ir a todos aquellos lugares cristianos que habían sido reemplazados por mezquitas, o donde se defendían celosamente las pocas pruebas arqueológicas que daban testimonio de la peregrinación a los lugares que nos hablan del Señor. “Hoy nosotros estamos llamados a hacer lo mismo: conservar la memoria de las peregrinaciones y mantener el recuerdo de los peregrinos, llevando con nosotros, en nuestras peregrinaciones, a todas las personas cuya vida ha sido tocada por estos lugares y donde desean volver pronto”.
Después de la celebración, los frailes, religiosos, religiosas y fieles se dirigieron a la Tumba de Lázaro para visitarla y leer el Evangelio (Jn 11, 1-45). A continuación, para completar la peregrinación tradicional, se llegó al lugar de la Ascensión, un templo al que se puede acceder a pie pero que actualmente está bloqueado por el muro entre Israel y Palestina. A la lectura del pasaje del Evangelio de la Ascensión (Mc 16, 15-20) siguió el canto del Te Deum. Para terminar, al igual que durante la peregrinación de Cuaresma, se llegó a la cercana iglesia del PaterNoster donde se leyó el Evangelio de Mateo (6, 5-13).
Giovanni Malaspina