La solemnidad del Bautismo del Señor, celebrada el domingo 12 de enero a orillas del río Jordán, marcó el final del periodo de Navidad y el inicio del tiempo ordinario. Concluidas las fiestas navideñas y las celebraciones de la Epifanía en Belén los últimos días, la comunidad franciscana se reunió de nuevo en Qasr al-Yahud, el lugar tradicionalmente identificado como el sitio del Bautismo de Jesús.
Acompañados por el vicario custodial, fray Ibrahim Faltas, y por representantes diplomáticos de Italia, España, Francia, Bélgica y Egipto, los fieles hicieron su primera parada en el “convento del Buen Pastor” en Jericó. Aquí fueron recibidos por fray Mario Maria Hadchiti, párroco de la comunidad católica y por las autoridades religiosas y civiles locales. A continuación, todos los fieles se dirigieron hasta el monasterio ortodoxo desde donde empezó la procesión hacia la capilla de los latinos.
En su homilía, el vicario subrayó el tema de la purificación del sufrimiento del que este santo lugar es testigo. “Es difícil eliminar las minas del sufrimiento del corazón y la mente de las personas que viven en Tierra Santa y en el mundo herido por las guerras. Este lugar nos ayuda a rezar: recordando el pasado, imploramos la paz para el presente. Recordemos que en este lugar Juan Bautista bautizaba y purificaba a la humanidad y les daba una nueva esperanza: ¡Jesús!”.
Recordando la reapertura del sitio del Bautismo que tuvo lugar en 2020 gracias a la retirada de las minas que se hallaban en el terreno circundante, fray Ibrahim también invitó a los fieles a reflexionar sobre el significado de este lugar que “hoy representa para nosotros la luz que busca cada persona que vive tiempos oscuros, tiempos en los que la oscuridad se hace todavía más profunda por las guerras y conflictos que casi han aniquilado la esperanza”.
Un momento especialmente emotivo fue el bautismo del pequeño Charbel Yohanna, que recibió el sacramento de manos de fray Mario con agua del río Jordán. Este gesto unió a la comunidad de fieles presentes en un momento de alegría y celebración. Un signo de esperanza en este tiempo marcado por el sufrimiento.
Terminada la celebración, los fieles se dirigieron en procesión hacia la orilla del río Jordán, cruzando la puerta reabierta por primera vez el año pasado, tras la limpieza de las minas presentes en este territorio fronterizo, después de la guerra de 1967.
En este sentido, fray Ibrahim afirmó: “Las peligrosas minas se han eliminado para demostrar que el mal puede ser derrotado. Las minas que representan los traumas físicos y morales de la humanidad herida por la guerra, deben ser anuladas por el amor y el bien”.
Una vez llegados a la orilla del río, se permitió al cuerpo diplomático, a fray Ibrahim y a fray Mario bajar para ver y tocar el agua.
Lucia Borgato