La moderna ciudad de Beit-Sahur se encuentra al sureste de Belén, a 600 m sobre el nivel del mar, y tiene unos 14.000 habitantes. Hoy, Belén y Beit-Sahur se tocan, de forma que una parece continuación de la otra. El casco urbano se ha extendido hasta ocupar los prados que rodeaban la vieja localidad y, por tanto, no queda nada visible del “campo de los pastores” de los Evangelios.
En la actualidad, existen dos lugares identificados como tal: el latino, al norte del centro histórico, y el griego, al sureste. Ambos lugares, a 500 metros uno de otro, surgen sobre los restos de complejos monásticos bizantinos, que a su vez integraban asentamientos anteriores. Es inútil utilizar la Biblia o relatos antiguos de peregrinos para intentar saber dónde acampaban los pastores. Ya San Jerónimo (que murió en Belén hacia el 419) daba indicaciones sobre el lugar en el que habrían velado los pastores durante la Noche Santa, llamándolo Migdal Eder, torre del rebaño. La narración de Jerónimo permite deducir que en el siglo IV, en los Campos de los pastores, se veneraba el lugar del anuncio traído por los ángeles. Más arriba de la actual capilla también se han encontrado los restos de una torre, probablemente identificable con la Migdal Eder.
Mucho más tarde, en 1858, en el valle entre las alturas montañosas, un funcionario de la embajada francesa, Carlo Guarmani, descubrió los restos de un monasterio en la colina de Khirbat Siyar al-Ghanam (ruinas del recinto de las ovejas). Luego realizó excavaciones y afirmó que había encontrado los tres “sepulcros de los pastores” que mencionaba el obispo peregrino Arculfo hacia el año 680 en la iglesia del Campo de los pastores, y que, por tanto, ese debía ser el Campo auténtico. Entre 1889 y 1906 los franciscanos consiguieron adquirir el terreno y llevar a cabo estudios arqueológicos, pero solo en 1951-52 se realizaron excavaciones sistemáticas por el padre Virgilio Corbo.
Resultó que las ruinas pertenecen a un monasterio levantado alrededor del 400 d.C., ampliado y parcialmente reconstruido en el siglo VI, y que sobrevivió hasta el año 800. Las salas principales, en particular las grutas, se utilizaron para actividades agrícolas. En la estancia que servía de horno para el pan se encontraban dos invocaciones y dos representaciones del Gólgota, que lamentablemente no se han conservado. La pequeña iglesia del monasterio, reconstruida dos veces, se alzaba sobre la terraza inferior, en el ángulo nororiental, en un lugar de difícil acceso.
Sin embargo, está demostrado que esta elevación estaba habitada y se utilizaba ya en tiempos de Jesús: en las cuevas se han encontrado piezas de cerámica de la época herodiana y monedas de la época de los primeros procuradores romanos y de la primera guerra judía.