Padre que estás en el cielo, la fe que nos has donado
en tu Hijo Jesucristo, nuestro hermano,
y la llama de caridad infundida en nuestros corazones
por el Espíritu Santo, despierten en nosotros
la bienaventurada esperanza en la venida de tu Reino.
Tu gracia nos transforme en dedicados cultivadores de las semillas del Evangelio
que fermenten la humanidad y el cosmos,
en espera confiada de los cielos nuevos y de la tierra nueva,
cuando vencidas las fuerzas del mal,
se manifestará para siempre tu gloria.
La gracia del Jubileo reavive en nosotros,
Peregrinos de Esperanza,
el anhelo de los bienes celestiales
y derrame en el mundo entero
la alegría y la paz de nuestro Redentor.
A ti, Dios bendito eternamente,
sea la alabanza y la gloria por los siglos. Amén.