XV Jornada de Vida Consagrada | Custodia Terrae Sanctae

XV Jornada de Vida Consagrada

El martes 1 de febrero se ha celebrado en la iglesia del Patriarcado Greco-Católico la eucaristía por la XV Jornada de la Vida Consagrada, instituida por el Santo Padre Juan Pablo II y que precede a la fiesta de la Presentación de Jesús en el Templo. En esta hermosa iglesia de vivos colores gracias a los iconos de los frescos que adornan todas las paredes, Monseñor Youssef Jules Zreyi ha presidido la santa misa en rito melquita.

Mons. Zreyi ha saludado a todos los fieles y consagrados que han intervenido en la celebración con simpatía, tratando de encontrar el idioma adecuado para dirigirse a una asamblea que estaba formada por personas de distintas nacionalidades, decidiéndose al final por el árabe y el francés. “Quisiera comenzar esta reflexión no tanto hablando de la vida consagrada sino de la Salvación”.

Señalando los iconos de la pared que representan a san José con la Virgen presentando a Jesús en el templo, Mons. se ha detenido en las palabras del cántico de Simón: “…porque mis ojos han visto tu Salvación, a quien has presentado ante todos los pueblos, luz para alumbrar a las naciones…”. “La Salvación”, ha recordado con énfasis Mons., “es sobre todo encontrar el Amor infinito de Dios, reconocerlo y cambiar nuestra vida tras este encuentro… La persona consagrada es una persona que ha experimentado directamente el Amor de Dios”.
Mons. Zreyi ha recordado su infancia, cuando en la misa veía a las religiosas se acercaban a la comunión e inmediatamente después se cubrían el rostro con el velo. El joven estaba perplejo ante aquel gesto, hasta que comprendió que el hecho de cubrirse el rostro era signo de querer permanecer a solas con el Amado, contemplar el Amor y la Salvación.

Al finalizar la celebración se han ofrecido a los presentes unos dulces y bebidas calientes en el patio del Patriarcado, un momento fraternal en el que ha participado también Mons. Zreyi. A pesar de la lluvia, que durante algunos días ha bendecido a Jerusalén después de tanta sequía, en el interior del Patriarcado Greco-Latino se podía sentir el calor de tantas vidas consagradas al Señor vislumbrando en sus ojos el encuentro con la Salvación.

Marco Gavasso