«Vivirás del trabajo de tus manos»: fiesta de San José Obrero | Custodia Terrae Sanctae

«Vivirás del trabajo de tus manos»: fiesta de San José Obrero

1 de mayo de 2012

Primero de mayo, jornada internacional del trabajo. También la Iglesia en esta fecha celebra la fiesta de San José Obrero, instituida en 1955 por el papa Pío XII para darle sentido y significado cristiano a esta importante celebración humana y social.

San José, hombre justo elegido por Dios para ser el santo esposo de la Bienaventurada Virgen María y custodio del Redentor, representa también para el cristiano el modelo de quien se dedica de modo ejemplar a su propia profesión y cumple con esmero y responsabilidad sus deberes, interpretando el estilo de una vida simple, honesta y caracterizada por el silencio operoso. En este silencio fecundo, Dios habla y actúa y la casa de Nazaret se convierte así en una auténtica «escuela del Evangelio», como dijo el papa Pablo VI durante su peregrinación a Tierra Santa, en 1964. En esta familia escondida en la quietud de Galilea, edificada sobre la sabiduría y el trabajo de José -esposo afectuoso, educador paciente del Hijo de Dios y trabajador fiel en sus labores cotidianas que, en la escucha asidua de la Palabra del Señor y en la puesta en práctica de su voluntad, ennoblece la actividad manual confiriéndola el más alto valor humano y espiritual-, Jesús crece en «sabiduría edad y gracia ante Dios y ante los hombres». Custodiado y protegido por la figura paterna y amorosa de José, inmerso en su mundo de fe y laboriosidad humilde y firme, también Jesús se dedica durante muchos años al trabajo manual, acoge para sí plenamente esta importante dimensión humana, tanto como para ser conocido como el hijo del carpintero, mostrando así su sensibilidad por las fatigas y dificultades cotidianas de los hombres.

Hasta hoy, el estilo de san José, patrono de todos los trabajadores, sigue vive y actual e, incluso en los tiempos de crisis e incertidumbre que el mundo laboral y económico atraviesa en nuestros días, ofrece un mensaje concreto y eficaz, continúa orientando al hombre que se vale del trabajo de sus manos y de su ingenio. A cada cristiano, san José le enseña a conjugar el esfuerzo profesional cotidiano con los valores de la fe, a realizar con transparencia y responsabilidad las actividades que le son asignadas y que le competen, a acoger la presencia de Dios en la simplicidad de las obras de todos los días, a discernir la voluntad divina en las opciones que se van haciendo para el crecimiento personal, social y civil. A cada hombre que trabaja, san José le enseña que el camino de la sobriedad, de la equidad y de la solidaridad representa el mejor camino para construir una sociedad más justa y atenta a las necesidades de todos; que la humildad y la dedicación son componentes esenciales de la profesión: que en el recogimiento y en el silencio pueden madurar grandes obras materiales, culturales y espirituales; que el esfuerzo y el sacrificio no anulan jamás la fe y la determinación. Preciosas enseñanzas que afectan a lo más hondo de la identidad del hombre y del cristiano, porque el trabajo se puede convertir en una ocasión privilegiada para manifestar y testimoniar los valores más elevados.

Texto de Caterina Foppa Pedretti