Vida consagrada: testimoniar, en medio del mundo Aquel que viene | Custodia Terrae Sanctae

Vida consagrada: testimoniar, en medio del mundo Aquel que viene

El sábado 2 de febrero, fiesta de la Presentación de Jesús en el Templo, el custodio de Tierra Santa, fray Pierbattista Pizzaballa, ha presidido la eucaristía en una iglesia abarrotada de fieles. De hecho, la Unión de religiosas había invitado a todas las congregaciones para dar gracias a Dios por el don de la vida consagrada. Numerosas religiosas han respondido a la invitación. Es posible que alguno se sorprendiera por la ausencia de religiosos –que habían viajado a Nazaret para celebrar la misma fiesta-, pero tampoco la iglesia de San Salvador podría haber acogido un número mayor de personas.
En su homilía, el custodio ha meditado sobre las figuras de Simeón y Ana, pero también de María y de José. Simeón y Ana, cuya paciente espera fue finalmente recompensada, al final de sus vidas, por la contemplación de Jesús, «luz para alumbrar a las naciones y gloria de Israel, su pueblo».
La espera, la disponibilidad al Espíritu Santo «que incomoda, trastorna, hace avanzar, renueva» la santidad en medio del mundo en una vida aparentemente banal pero que debe testimoniar la tensión hacia Aquel que está atento a las cosas de su Padre. Estas han sido las grandes líneas de reflexión del custodio.
Al final de la celebración en varias lenguas, que ha reflejado los distintos campos de misión de las religiosas en la realidad local, la asamblea se ha vuelto a reunir para disfrutar de un momento fraternal en la sala parroquial. Las religiosas han testimoniado entonces otro aspecto de la vida consagrada: «Ved qué dulzura y qué delicia convivir los hermanos unidos» (Cfr. Sal 133).