Una fiesta espléndida e impresionante: es Pascua en Jerusalén | Custodia Terrae Sanctae

Una fiesta espléndida e impresionante: es Pascua en Jerusalén

“¡Cristo ha resucitado!”, “¡Realmente ha resucitado!” responde la asamblea al párroco de la parroquia latina, fray Ibrahim Faltas ofm. “¡Cristo ha resucitado!”, exclama de nuevo el párroco, “¡Realmente ha resucitado!”, aclama nuevamente la asamblea. “No os veo muy convencidos”, comenta el párroco que repite otra vez: “¡Cristo ha resucitado!”, y esta vez la asamblea responde gritando: “¡Realmente ha resucitado!”. La parroquia es latina pero la tradición es oriental. La Iglesia latina en la cuna del cristianismo ha sabido ponerse en sintonía y comienza así la celebración de la vigilia pascual con una triple proclamación de fe.

En la asamblea reunida para la vigilia de la Pascua, todos los cristianos presentes son de rito latino. Es una fiesta de familia, y en la comunidad cristiana de Jerusalén el ecumenismo está a la orden del día. Se estima que hay alrededor de unos diez mil cristianos residentes en la Ciudad Santa, y a la hora de casarse, los jóvenes esperan encontrar un cristiano o cristiana; el rito es una cuestión secundaria y así, en las tardes de fiesta se decide de vez en cuando ir a uno u otro sitio de acuerdo a los lazos familiares. Además, este año en que todas las comunidades celebran al unísono la Pascua, las propuestas de oración son tan numerosas que permiten a quien lo desee seguir las celebraciones ya sea con los ortodoxos, ya con los católicos, ya con los protestantes… En la Ciudad Vieja hay una sóla comunidad cristiana, no hay distinciones entre las Iglesias, aunque todas ellas vivan la misma frustración. De hecho, las manifestaciones matutinas y los encuentros juveniles, los desfiles de los scouts y la espera del Fuego Santo están todos bloqueados por las autoridades israelíes “por motivos de seguridad”. Los cristianos árabes ven en esto un cierta limitación de la libertad religiosa, una suerte de enésima manifestación de prepotencia para impedir a las familias reunirse porque quien vive fuera de la Ciudad Vieja no puede entrar dentro y reunirse con los familiares y amigos. Pero la situación es todavía más complicada por otros factores que ahora que convergen en ella. La Ciudad Vieja está totalmente aislada desde la medianoche del viernes. La policía, apoyada por la guardia de fronteras, ha invadido la ciudad. Es posible salir, pero es imposible entrar, e incluso dentro de la Ciudad el barrio cristiano está aislado, rodeado por puestos de control.

Las autoridades quieren impedir que, aprovechando el movimiento de gente, los extremistas musulmanes ataquen a los numerosos peregrinos hebreos llegados a la ciudad para celebrar su Pascua, que concurre en la misma semana y dura hasta la tarde del lúnes 5 de abril. La tensión de las últimas semanas es todavía palpable.

Por otro lado, los israelíes, que controlan de facto la ciudad, no quieren que ocurran incidentes entre los cristianos durante sus fiestas. De hecho, en los últimos años, el número de peregrinos que vienen a celebrar la Pascua ha aumentado cada vez más, los récord de afluencia se superan de un año a otro; pero los muros de la basílica de la Anástasis no se pueden extender, y no es posible dejar entrar un número elevado de peregrinos sin hacerles correr un riesgo cada vez máyor, cuando ya de por sí los riesgos son numerosos, sobre todo con ocasión de la ceremonia del Fuego Santo. Pero esta encomiable atención se transforma en una medida punitiva, sobre todo porque parece que todo se basa en el principio de una organización aproximativa, basada en criterios aleatorios, y con un respeto hacia los peregrinos que deja con frecuencia mucho que desear.

El viernes por la tarde se supo que las autoridades israelíes tomaron la decision de que los cristianos armenios debían entrar por la Puerta de Sión, los otros ortodoxos (es decir, los peregrinos rusos, rumanos, griegos y chipriotas) por la Puerta de Jaffa, y los latinos por la Puerta Nueva. Habría sido una buena idea si los soldados israelíes hubieran sido capaces de diferenciar a un ortodoxo de un latino. Y así, a las 5:30 de la mañana en la Puerta Nueva, todos fueron retenidos y, ante la duda, los soldados israelíes no dejaron pasar a nadie. La situación se desbloqueó sólo cuando fray Atanasio, después de haberse identificado él mismo y acreditarse como el responsable del Status Quo, ordenó retirar las vallas asegurando que podía reconocer a “sus” fieles. Mientras que un militar se entretenía con él, un soldado preguntaba a voz en grito a los peregrinos que se apretujaban “como locos” contra las vallas: “¿Católicos?”, y la respuesta en ruso: “Da, da”, no le produce la más mínima confusión… ¿o quizá piense que un cristiano no pueda mentir en el día de Pascua? De esta forma, alguno ortodoxos consiguieron colarse y alcanzar al grupo de fieles que se estaba formando en San Salvador y que se preguntba cómo harían para superar el siguiente control. Algunos prueban suerte intentando saltar por sí mismos las vallas, otros esperan pacientemente una solución más oficial. A las 6:45 a.m., los franciscanos a su vez intentan que se les autorice a marchar hacia el Patriarcado. Un grupo de unos quince fieles etíopes se abre paso entre la multitud: su celebración tiene lugar a las 19:00 de esta tarde… ¡estos seguro que no llegan tarde! Guiándoles se encuentra un soldado etíope y, aunque estos grupos consiguen poco a poco atravesar la ciudad guiados por un compatriota, ciertamente esto no contribuye a racionalizar la situación.

Desde San Salvador hasta el Santo Sepulcro hay cuatro puestos de control en apenas 500 metros, y este pequeño grupo de peregrnos no habría conseguido pasar si no fuera por la intervención de Saliba, policía árabe israelí cristiano responsable del orden en la Ciudad Vieja. Una vez ya en el interior de la basílica, la misa de la vigilia de Pascua, presidida por el Patriarca, Su Beatitud Mons. Fouad Twal, a pesar de haberse adelantado, se desarrolla con calma y con recogimiento entre el patio y la basílica. ¿Cuántos latinos hay presentes? Como mucho 150, que son los que están entre los policías y los soldados que rodean el patio. Se podría decir por consiguiente que hay un gran fallo en la organización y que afecta e impide a quien lo desea acercarse a rezar en los Santos Lugares, y que incluso quita las ganas de probar a acercarse. El reducido grupo de cristianos latinos que ha podido vivir esta celebración tan hermosa en el lugar mismo de la resurrección dejará su puesto a los ortodoxos hacia las 9:30 a.m.

En la Ciudad Vieja parece reinar una calma sorprendente, pero su bloqueo se está todavía gestando. Apenas un griego o chipriota sale de su casa, la mayoría con su cámara de video o fotográfica alquilada por una semana, es intereceptado en el primer puesto de control, es conducido “a otra parte”, parece que a la Puerta de Jaffa… Allí es donde se ha instalado una mega pantalla que permitirá seguir las celebraciones. Se sabe ya que no todos van a poder entrar, y quizá sea mejor así. En el barrio cristiano no hay aire de fiesta. Los jóvenes, que tradicionalmente caldean el ambiente cantando y gritando cualquier eslógan, auténticas y propias profesiones de fe (“Cristo ha resucitado y es el Salvador”, por ejemplo), que pueden en ocasiones molestar a las otras religiones con las cuales conviven, no consiguen reunirse. El mismo desfile de los scouts ha sido suspendido. Sólo una escasa delegación de griegos ortodoxos consigue, hacia las 12 horas, dar un pequeña vuelta.

Alrededor de las 13:30, los habitantes del barrio comienzan a salir por las calles, fuera de las casas, esperando que alguien les traiga el Fuego Santo. Todos los televisores sintonizan los canales que transmiten la ceremonia en directo. Son las 14:20. El Fuego sale de la Tumba, la basílica se enciende de velas; hacia las 14:45 llega a la Ciudad Vieja. A las 15 horas todas las vallas empiezan a ser retiradas: la fiesta puede comenzar, los scouts desfilan, los jóvenes gritan y sus eslóganes puntualizan que los hebreos podrán impedir la fiesta, pero no podrán impedir la resurrección de Cristo, ¡que es el vencedor para toda la eternidad y para el mundo entero!

Cae la noche. Se diría que todos los cristianos árabes de Jerusalén están en la Ciudad Vieja. Vagan por las calles, que están impracticables, como impracticable está la basílica de la Resurrección que durante toda la noche deja oir cantos y oraciones.

En el día de Pascua el Patriarca debe celebrar la misa delante de la Tumba a las 10, pero las otras confesiones han ido retrasándose de forma encadenada, así que la misa podría empezar en torno a las 10:45. Se celebra con recogimiento, como ocurrió en la vigilia, pero las condiciones son difíciles, como señala el Patriarca en su homilía: “Habrá quien se pueda molestar por la superposición de oraciones y cantos que se oyen al mismo tiempo y en distintos ritos. Esta aparente cacofonía, vivida con fe, se transforma en una sintonía que manifiesta la unidad de la fe y de la celebración gozosa de la victoria del Señor sobre el mal y sobre la muerte, de Aquel que resucitó al tercer día de este mismo sepulcro. ¡Sí, somos la Iglesia del Calvario, la Iglesia de la Tumba vacía y de la Resurrección gloriosa!”

Antes de la bencidión del Patriarca, los sacerdotes y seminaristas franciscanos y del patriarcado marchan en procesión solemne en torno a la Tumba vacía, durante la cual es proclamado el Evangelio en cuatro ocasiones, en los cuatro puntos cardinales, porque la Resurrección es para todos.

“¡Cristo ha resucitado!”, “¡Realmente ha resucitado!” Una fiesta espléndida e impresionante: es Pascua en Jerusalén.

Mab

Pascua 2010 - Homilia de Su Beatitud Fouad Twal, Patriarca de Jerusalén