Un solo pan, un solo cuerpo | Custodia Terrae Sanctae

Un solo pan, un solo cuerpo


El miércoles 3 de junio ha sido la fiesta del Santísimo Sacramento, la solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo. Acompañado por numerosos franciscanos y religiosos de distintas comunidades, Mons. Shomali, obispo auxiliar, en representación del Patriarca latino, ha realizado su ingreso solemne en el Santo Sepulcro.
La fiesta del Santísimo Sacramento, conocida también con los términos latinos de Corpus Christi, es una solemnidad del rito latino que celebra el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo y su presencia real en la eucaristía. Dos semanas después de Pentecostés tal solemnidad pone el acento en la alegría de la institución de la eucaristía.

Al sonido acercándose de los golpes de los kawas, las puertas de la basílica se han abierto de par en par para acoger a la asamblea. El ingreso ha precedido al canto de las primeras vísperas de la fiesta, seguidos de la procesión cotidiana en su forma solemne con los tres giros en torno al edículo. Tras el rezo de completas y cuatro horas de oración, a las que se han unidos muchos peregrinos, fieles y religiosos, los franciscanos han vuelto al convento.

Pero mientras Jerusalén empezaba a dormir, de noche los frailes mendicantes se han dirigido nuevamente a la basílica de la Resurrección para celebrar el oficio nocturno, presidido por el vicario custodial, fray Dobromir Jasztal. En el silencio de la noche, las velas y el incienso han vuelto a llenar el lugar y una nueva procesión, acompañada por algunos fieles, ha puesto el punto final a esta jornada de oración.

Al día siguiente, jueves 4 de junio, el mismo lugar y la misma fiesta ha convocado a franciscanos y fieles a la mesa presidida por Su Beatitud el patriarca Mons. Fuad Twal. Tras ser recibido por el guardián del convento, fray Noël Muscat ofm, en la piedra de la Unción, los franciscanos, los seminaristas del Patriarcado latino y la multitud de concelebrantes han comenzado la oración de la hora de laudes ante la tumba. Alrededor, los peregrinos católicos y ortodoxos de todas las nacionalidades rezaban, conmovidos incluso hasta las lágrimas, mientras los grupos de visitantes, más o menos discretos, pasaban tras la tumba para después salir en dirección contraria.

En su homilía durante la misa, el patriarca ha subrayado el fundamental aporte de la eucaristía en nuestras vidas: «Todos los caminos atraviesan el desierto, todas las vocaciones o proyectos de vida llevan consigo obstáculos, dificultades e incomprensiones. Pero los que custodian la fe, alimentados de este maná celeste (Dt 8,16) alcanzarán el objetivo tan deseado».

La última procesión en torno a la tumba ha sido ciertamente la más bonita. El patriarca ha portado el Cuerpo de Cristo, vivo en la eucaristía, alrededor del lugar donde Él venció a la muerte. La fiesta ha concluido en la capilla de la Resurrección con la bendición del Santísimo Sacramento para lleguemos a ser, según las palabras del patriarca, «pan para nuestros hermanos en el servicio, la oración y el trabajo común».

Nizar Halloun y Hélène Morlet