Un derroche realizado por exceso de un amor sin medida | Custodia Terrae Sanctae

Un derroche realizado por exceso de un amor sin medida

“Seis días antes de la Pascua, fue Jesús a Betania, donde vivía Lázaro, a quien había resucitado de entre los muertos” (Jn 12, 1). Así comienza el capítulo 12 del evangelista Juan, que introduce el episodio de la unción de los pies de Jesús con perfume de nardo puro por su amiga María, hermana de Marta y de Lázaro. La indicación inicial, “seis días antes de la Pascua”, nos permite recordar ese episodio el lunes de la Semana Santa, exactamente seis días antes del Domingo de Resurrección.

En Tierra Santa se tiene el privilegio de celebrar los hechos de las Escrituras en los mismos lugares en los que ocurrieron. Betania no es una excepción. En este pueblo, situado en la ladera este del Monte de los Olivos, se alza un pequeño santuario donde los frailes de la Custodia de Tierra Santa llevan a cabo una de las peregrinaciones cuaresmales recordando el episodio de la resurrección de Lázaro, conmemoran la memoria de los santos Lázaro, María y Marta el 29 de julio, y celebran la ceremonia de la bendición de los óleos, los aromas y el nardo, el Lunes Santo. Esta última es la segunda liturgia pascual de la Semana Santa después de la del Domingo de Ramos.

Durante la celebración, presidida por el Custodio de Tierra Santa, fray Francesco Patton, se bendijeron los óleos perfumados que se utilizarán el próximo Viernes Santo en las parroquias de Jerusalén y en el Santo Sepulcro, con motivo de la tradicional procesión funeraria. Con la bendición de los ungüentos se pretende conmemorar tres hechos: el perfume que María derramó sobre Jesús vivo en Betania, el homenaje rendido a Jesús muerto por José de Arimatea y Nicodemo, y la intención de las tres mujeres que llevaron los aromas a la tumba vacía después de la resurrección.

El canto Vexilla Regis abrió la santa misa y acompañó a la procesión encabezada por el Padre Custodio primero hasta el altar y después a la nave derecha, donde tuvo lugar la bendición del nuevo órgano de la iglesia: “queremos bendecir este nuevo órgano donado a nuestro santuario de Betania por la comisaría de Tierra Santa de Alemania; gracias a este órgano, la liturgia y la alabanza al Señor serán más solemnes también en esta casa de la amistad”.

En su comentario a las lecturas, fray Francesco trazó el perfil de las tres figuras que aparecen en la narración del evangelio (Jn 12, 1-11): María, Jesús y Judas.  “La primera en aparecer es María, que es única en su capacidad de expresar de manera profunda la riqueza, la espontaneidad y la gratuidad del amor. En segundo lugar, en el relato que acabamos de escuchar aparece el pobre Judas, que protesta ante Jesús y María y expresa un punto de vista que antepone los intereses económicos a las razones del corazón. Finalmente, aparece la persona de Jesús que va libre y conscientemente al encuentro de su propia muerte y lo declara en un contexto familiar como el de la cena en casa de sus amigos Lázaro, Marta y María”. Y continuó: “En realidad, al explicitar este vínculo entre el perfume derramado por María y su propia muerte, Jesús ayuda a entender que, al igual que María impregna con el valioso perfume los pies de Jesús, Jesús empapará de precioso perfume los pies de la humanidad. No derramará 300 gramos de nardo, sino que entregará su propia vida con un amor inmenso, llegando a superar – en su sepulcro – no solo el olor de la muerte sino la muerte misma”.

Tras la homilía, delante del altar se llevó a cabo la bendición de los óleos, durante la cual se exaltó el impulso amoroso y el ejemplo de María, amiga del Señor: “admiremos el derroche de perfume realizado por el exceso de un amor sin medida, hasta abrazar por nosotros el oprobio de la cruz”. Al final de la misa, se ungieron las manos de los asistentes con el óleo recién bendecido.

 

Filippo De Grazia