La devoción de los cristianos de Tierra Santa a la Virgen no conoce el cansancio. Es un amor hecho oración devota y lleno de gestos, de grandes y pequeñas manifestaciones, como la costumbre de entregar a la Virgen los propios hijos, vistiéndoles durante el mes de mayo con la túnica blanca, el velo y el manto celeste con los que la iconografía tradicional viste generalmente a la Madre de Dios.
Para clausurar este mes dedicado a María, los cristianos de rito latino de Jerusalén se han reunido, la tarde del 31 de mayo, en una larga procesión para acompañar la imagen de la Virgen, llevada y custodiada por las niñas de la escuela de San José, por las callejuelas de la Ciudad Vieja.
Guiados por S.E. Mons. Kamal Bathish, obispo auxiliar y vicario general emérito, y por el padre Custodio, fray Pierbattista Pizzaballa, los numerosos fieles han marchado desde el convento de San Salvador hasta el Patriarcado latino para después, de nuevo y sin dejar en ningún momento de cantar himnos a la Virgen a través de las calles adornadas para la fiesta, regresar al convento franciscano mientras la tarde iba cayendo para rezar allí la última oración a la Madre de todos, a cuya protección se acoge, todos los días, esta tierra.
Texto de Serena Picariello
Fotos de Marco Gavasso
Para clausurar este mes dedicado a María, los cristianos de rito latino de Jerusalén se han reunido, la tarde del 31 de mayo, en una larga procesión para acompañar la imagen de la Virgen, llevada y custodiada por las niñas de la escuela de San José, por las callejuelas de la Ciudad Vieja.
Guiados por S.E. Mons. Kamal Bathish, obispo auxiliar y vicario general emérito, y por el padre Custodio, fray Pierbattista Pizzaballa, los numerosos fieles han marchado desde el convento de San Salvador hasta el Patriarcado latino para después, de nuevo y sin dejar en ningún momento de cantar himnos a la Virgen a través de las calles adornadas para la fiesta, regresar al convento franciscano mientras la tarde iba cayendo para rezar allí la última oración a la Madre de todos, a cuya protección se acoge, todos los días, esta tierra.
Texto de Serena Picariello
Fotos de Marco Gavasso