«Sus ángeles, en los cielos, ven continuamente el rostro de mi Padre»: fiesta de los Santos Inocentes en Belén | Custodia Terrae Sanctae

«Sus ángeles, en los cielos, ven continuamente el rostro de mi Padre»: fiesta de los Santos Inocentes en Belén

Gruta de San José – Basílica de la Natividad, Belén. 28 de diciembre de 2011

Mientras que la ciudad de Belén va recobrando poco a poco la tranquilidad y normalidad después de estos intensos y ajetreados días de Navidad, la comunidad franciscana celebra, el día 28 de diciembre, otra importante fiesta ligada a este período navideño; o sea, la fiesta de los Santos Inocentes, cuya liturgia se desarrolla en la Gruta de San José –propiedad de los franciscanos y que representa la continuación de la Gruta de la Natividad, dentro de la Basílica de la Natividad, en Belén. De hecho, en el lateral derecho de la nave de la iglesia de Santa Catalina, una pequeña escalera nos introduce en una galería de antiguas grutas y, la primera de ellas, la central que se encuentra descendiendo es la que se conoce como Gruta de San José. Se encuentra precisamente junto a la Gruta de la Natividad, separada de esta última sólo por un muro y está dedicada a san José en recuerdo de la visión que el esposo de María tuvo en sueños del ángel que le exhortó a tomar consigo a Jesús y su Madre y a huir a Egipto porque el rey Herodes estaba buscando al Niño para matarlo (Mt 2,13). Al fondo de la gruta y un poco elevado se encuentra un pequeño altar al que se accede subiendo por dos escalinatas colocadas a los lados. A la izquierda, bajo los cimientos de un muro constantiniano, un arco preconstantiniano alberga algunos nichos del siglo I-II d.C. Al lado, siempre a la izquierda, se encuentra la Gruta de los Santos Inocentes, dedicada a los niños mártires de Belén, asesinados en aquella región por orden del rey Herodes después de haberse informado del nacimiento de Jesús.

En este Santo Lugar, en un clima íntimo y de recogimiento, la mañana del 28 de diciembre, fray Artemio Vítores, vicario custodial, ha presidido la santa misa solemne rodeado por numerosos sacerdotes concelebrantes que se han colocado a los lados del pequeño altar adornado con hermosas flores blancas para esta ocasión especial. Han sido muchas las religiosas de Tierra Santa que han participado en la celebración: religiosas franciscanas, brígidas, salesianas, hermanas del Rosario, religiosas de San José, religiosas de la familia de la Madre Teresa de Calcuta y muchas más, que han llenado enteramente la pequeña gruta. A los lados y al fondo de la sala había también algunos peregrinos, la mayoría de ellos por curiosidad, y algunos cristianos locales de lengua árabe.

En su homilía y después de haber recalcado la gran tradición de esta fiesta de los Santos Inocentes –que aparece ya en los antiguos calendarios de finales del siglo IV-, fray Artemio ha reflexionado en primer lugar sobre la Navidad, sobre el Hijo de Dios que entra en el mundo como un niño pobre al que le falta de todo pero infinitamente rico en toda gracia celestial. Y así, en el misterio de su nacimiento se realiza el nacimiento de la Vida, de la plenitud de la Vida por la que, como san Francisco, en cada Navidad hay que «hacerse niño con el Niño» (2 Cel 35), descubrir en los humildes y en los pobres la riqueza de la vida divina, que se hace frágil y escondida en medio de nosotros. Los primeros testigos de este Dios hecho Niño en Belén, las primeras víctimas, los primeros mártires copartícipes con Cristo son justamente los Santos Inocentes, que reciben con su dramático testimonio el bautismo de sangre, la palma y la corona que les asocia a la corte del rey mesiánico. Pero si la gloria de estos pequeños santos infunde en el ánimo sentimientos de ternura y simpatía, su trágico destino, la atroz violencia que sufrieron se convierten en advertencia contra toda tentativa, incluso actual, de golpear, violentar y destruir a los niños inocentes. Jesús mismo exhorta con rigor a no transgredir este mandamiento: «Guardaos de menospreciar a uno de estos pequeños; porque yo os digo que sus ángeles, en los cielos, ven continuamente el rostro de mi Padre que está en los cielos» (Mt 18,10). Por tal motivo, como ha subrayado también el papa Benedicto XVI, la fiesta de los Santos Inocentes debe empujarnos a recordar y a rezar por todos aquellos niños que, incluso hoy, son víctimas de toda forma de violencia, de la falta de una familia, de la pobreza material y cultural, el empleo de los más pequeños en los conflictos armados, en los tráficos ilícitos, en las acciones criminales. Incluso hasta aquella violencia radical que impide a los niños realizar el proyecto que Dios ha pensado para ellos, porque este les viene arrebatado antes del nacimiento a través de la práctica del aborto. Finalmente, fray Artemio ha querido recordar especialmente a todos los cristianos mártires, también a los más recientes en Nigeria, Egipto, Iraq y en muchas otras partes del mundo.

Tras un sencillo almuerzo compartido con la comunidad franciscana local, fray Artemio, junto con los franciscanos de Jerusalén y los estudiantes que les han acompañado en esta peregrinación a Belén, ha vuelto de nuevo a la Gruta de San José para presidir las vísperas solemnes y conmemorar otra vez más a aquellos pequeños mártires del tiempo de Jesús. Junto al vicario custodial, para la celebración de las vísperas, estaba fray Stephane Milovitch, actual guardián de la Basílica de la Natividad de Belén.

Texto de Caterina Foppa Pedretti
Fotos de Marco Gavasso