Solemnidad de la Santísima Trinidad y fiesta nacional de Italia | Custodia Terrae Sanctae

Solemnidad de la Santísima Trinidad y fiesta nacional de Italia

El domingo 31 de mayo, solemnidad de la Santísima Trinidad, se ha conmemorado la fiesta de la República italiana. La misa solemne ha estado presidida por fray Dobromir Jasztal, vicario custodial, y concelebrada por numerosos sacerdotes, de todas las nacionalidades, en la parroquia franciscana de San Salvador de Jerusalén a las 9.300 horas.
En la ceremonia se encontraba el cónsul general de Italia en Jerusalén, S. Excia. Davide la Cecilia, acompañado por otros representantes consulares. Entre los fieles había muchos religiosos y religiosas italianos, colaboradores de la Custodia y peregrinos de visita en Tierra Santa.
En su homilía, el secretario de Tierra Santa, fray Sergio Galdi, ha recordado la importancia de acercarse al más grande misterio cristiano dejándose guiar tanto por la fe como por la razón. Las Escrituras nos dan una definición de Dios en las cartas de Juan: Dios es amor y, por tanto, por lo mismo es relación, comunión entre el Padre, creador y amante, y el Hijo, redentor y amado. La reciprocidad entre el Padre y el Hijo es una persona, el Espíritu santificante, el amor.
El Pseudo Dionisio afirmaba que el eros es aquella fuerza que no puede ser contenida en el amante y que le empuja a querer conquistar al amado. A luz de esto, se comprende bien el relato del primer capítulo del Génesis, en el que Dios crea al hombre a su imagen. Por tanto, todo hombre y mujer, portando en sí la imagen de Dios, es tabernáculo de la Trinidad y, sobre sus criaturas, el Señor derrama todo su amor. Como dice la Carta de san Pablo a los Corintios: «Ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni el hombre puede pensar lo que Dios ha preparado para los que lo aman». Así pues, acercarse a este misterio no puede hacerse de forma meramente racional, sino como un himno de amor. Como decía san Gregorio de Nisa: «El hombre es como una melodía musical, un himno maravillosamente compuesto por la Omnipotencia creadora».
El pasaje proclamado, del Evangelio de Mateo, presenta a los apóstoles que se reúnen en torno a Jesús en el monte, lugar por excelencia del encuentro con Dios, y aunque todavía algunos son incrédulos y dudan, Jesús sigue haciéndose cercano, animando, sosteniendo. Siempre que Dios llama a una vocación, ofrece siempre los instrumentos para que su proyecto pueda realizarse. «No temáis, yo estaré con vosotros hasta el fin de los días».
En las Escrituras aparece numerosas veces la invitación a no tener miedo de Jesús: aparece en Jacob, que se encamina a una tierra desconocida para él; en Moisés, temeroso de encontrarse con el faraón; en Israel, deportado a Babilonia; en Pablo, para que dé testimonio en Roma. Esta es la Santísima Trinidad, de la que la Iglesia es espejo, misionera por naturaleza –como aparece reflejado en el decreto Ad Gentes del Concilio Vaticano II- cuyo origen se encuentra en la misión del Hijo y del Espíritu Santo para llevar a cumplimiento el proyecto del Padre.
Finalmente, en un discurso pronunciado en la Congregación para la Doctrina de la Fe en 2006, el papa Benedicto XVI, hablando del amor trinitario, decía: «La caridad del corazón de Dios, a través del Corazón de Jesucristo, se derrama sobre el mundo, como amor que todo lo renueva».
Al finalizar la misa se ha ofrecido un refresco en el diván del convento, momento aprovechado para intercambiar opiniones sobre la situación actual, tanto de Italia como de Tierra Santa.