Solemnidad de la Preciosísima Sangre de Jesús en Getsemaní | Custodia Terrae Sanctae

Solemnidad de la Preciosísima Sangre de Jesús en Getsemaní

“La fiesta de hoy es la respuesta a un antiguo grito del hombre. Una respuesta, como siempre, distinta a la que el hombre podía imaginarse. Sigue habiendo sangre, sigue habiendo sacrificio, pero esta vez la sangre no es la del hombre sino la de Dios. No es el sacrificio del hombre para Dios sino el sacrificio de Dios para el hombre”.

Hoy, primer domingo de julio, los frailes de la Custodia se han reunido en Getsemaní para celebrar la solemnidad de la Preciosísima Sangre de Jesús. En la basílica diseñada por Barluzzi, el padre Custodio, fray Pierbattista Pizzaballa, ha presidido la misa solemne en esta fiesta que el Concilio Vaticano II unificó con la del Corpus pero que aquí, en Jerusalén, sobrevive y se celebra cada año en el Monte de los Olivos.

Una fiesta que, como ha recordado el custodio en su homilía, subraya el vínculo privilegiado y único de Jerusalén con el misterio de la Redención.

“Una tierra, la nuestra, la del hombre, siempre regada con sangre. Desde la primera página de la Biblia, y por tanto de la historia del hombre, vemos que la experiencia de la violencia, del mal, del odio, desestabiliza la vida de las personas, sus relaciones. La tierra está condenada a absorber la sangre inocente, a ser testigo de su grito. Esta sangre, símbolo de la vida, se convierte de esta forma también en símbolo de muerte, y de muerte violenta. Una sangre, o lo que es lo mismo, la vida que nos ha sido entregada por Dios, que se le sustrae al hombre, que se vierte injustamente. También nosotros cargamos con las consecuencias de esta herida, llevamos en el corazón la duda de que nuestro mal sea demasiado grande. Nos equivocamos si pensamos que la misericordia de Dios no llega hasta allí y que nuestro pecado es más fuerte y más grande que su amor”.


Texto de Serena Picariello