Solemnidad de la Exaltación de la Santa Cruz, lugar de salvación para la humanidad | Custodia Terrae Sanctae

Solemnidad de la Exaltación de la Santa Cruz, lugar de salvación para la humanidad

En la basílica del Santo Sepulcro en Jerusalén, las vestiduras rojas que visten los frailes franciscanos devolvieron a los fieles el recuerdo de la sangre de la pasión de Cristo, muerto en la cruz para la redención del mundo. En efecto, el martes 14 de septiembre se celebró la solemnidad de la Exaltación de la Santa Cruz en la capilla del Calvario, con una santa misa presidida por el vicario de la Custodia de Tierra Santa, fray Dobromir Jasztal.

Esta efeméride, en Oriente, está vinculada a la Dedicación de la basílica del Santo Sepulcro de Jerusalén. El hallazgo de algunos restos de la cruz de Cristo, en el siglo IV, el edicto de Constantino y la consiguiente decisión de construir una basílica en ese lugar, marcaron el comienzo del culto público de los cristianos en el mundo y en Tierra Santa. Además de la liturgia de la adoración de la cruz del Viernes Santo, la Exaltación de la Cruz es la solemnidad más importante dedicada a la cruz de Jesús que todavía se celebra hoy en todo el mundo, mientras que en Jerusalén se ha mantenido la tradición de conmemorar también la Invención (descubrimiento) de la Santa Cruz por Santa Elena (7 de mayo).

“Es aquí, ante de la cruz de Jesús, donde se establece la comunicación entre el cielo y la tierra, entre Dios que salva y el hombre necesitado de salvación – dijo en su homilía fray Dobromir Jasztal –. Aquí en el Calvario y en cualquier otro lugar del mundo donde se fija la mirada en la cruz se percibe solo y sobre todo el silencio elocuente del Crucificado.  Y es precisamente su silencio el que siempre ha ofrecido consuelo al afligido, esperanza a quien sentía que el mundo se le caía encima, palabras de amor a quien se sentía abandonado por todos, orientación a los dudosos, fuerza a quienes eran tentados, una chispa de fe a los inseguros, un compañero de viaje en la hora de la muerte”. 

El vicario de la Custodia de Tierra Santa habló de la necesidad de no permanecer indiferentes ante este silencio de Jesús sino, por el contrario, intentar replantearnos todo para renacer en la fe y la vida cristiana. Para ello, sin embargo, es indispensable reconocer a Jesús, que reina desde la Cruz, como nuestro Rey. “Reconocer al crucificado como mi rey significa convertirse en su discípulo, cambiar la vida y poner en práctica las palabras del Maestro – afirmó fray Jasztal –. Caminar con Él y confiar completamente en su guía. Asumir una nueva orientación de la existencia y un comportamiento externo renovado que cambie totalmente nuestra relación con los demás y con el mundo”.

En la capilla latina de la crucifixión, en el Calvario, aún hoy los mosaicos hablan del sacrificio de Cristo: la figura de Jesús, clavado en la cruz, recuerda la de Isaac, atado en el monte Moria, como se representa en el mosaico a la derecha. También la obediencia de Abrahán, dispuesto a sacrificar a su propio hijo, es anticipo de la obediencia de Jesús que abrazó la cruz para la salvación del mundo.

Al final de la celebración, la reliquia de la Santa Cruz fue llevada en procesión desde al Calvario a la capilla de la Magdalena. Los frailes franciscanos entonaron el Vexilla Regis, el antiguo himno a la cruz, para acompañar este momento solemne y rendir homenaje a la reliquia, fuente de salvación para quienes creen en Él.

 

Beatrice Guarrera