El día después de Navidad, la Iglesia recuerda al protomártir Esteban: según la tradición, los franciscanos realizan su peregrinación anual más allá de la Puerta de los Leones (o de “San Esteban”), donde una iglesia greco-ortodoxa custodia el lugar de su martirio.
El arresto, el proceso y la muerte de San Esteban se narran en Hechos, 7: “Lo empujaron fuera de la ciudad y se pusieron a apedrearlo”.
El lugar del martirio
Según el relato de los peregrinos medievales aquí existía una escalinata de piedra que era lo único que quedaba de la antigua vía de acceso a las murallas y al Templo: por eso este lugar empezó a ser designado como el sitio exacto donde tuvo lugar la lapidación de San Esteban. Después de la guerra de 1967, los ortodoxos griegos construyeron una nueva iglesia bajo la que se abre la pequeña gruta dedicada a él, donde se conservan los escalones excavados en la roca.
La gruta está decorada con pinturas murales que ilustran la vida del santo: la consagración de los siete diáconos con la imposición de las manos (Hch 6, 1-6), la lapidación y la autodefensa del santo (Hch 7) y el descubrimiento de sus reliquias en el año 415.
Vísperas solemnes
Aquí es donde la tarde del 26 de diciembre se reunieron el Custodio de Tierra Santa, fray Francesco Patton, el vicario fray Ibrahim Faltas y numerosos frailes franciscanos para celebrar las vísperas. Antes de la función litúrgica, presidida por fray Luciano Piermarco, vicario de la fraternidad de San Salvador de Jerusalén, el Custodio de Tierra Santa quiso saludar y rendir homenaje al representante de la comunidad greco-ortodoxa de la iglesia de San Esteban.
A continuación, se celebraron las vísperas en la gruta, mientras que el comentario a la palabra estuvo a cargo de fray Siniša Srebrenović, guardián del convento de la Agonía (Getsemaní).
«Ayer celebramos el nacimiento del Salvador, pero hoy la Iglesia nos propone el recuerdo de Esteban, el primer mártir, el que dio todo por Cristo. La liturgia, por tanto, nos indica ante todo la reflexión sobre los mártires. Y los verdaderos son los que son mártires por la paz. Hablar del “Príncipe de la paz” – subrayó fray Srebrenović en su homilía – no puede hacerse y no tendría ningún sentido si nosotros, ante todo, no tenemos paz en el corazón».
Al final de las vísperas, los franciscanos y los fieles presentes se detuvieron para venerar, en el santuario, el lugar que recuerda el supremo sacrificio de Esteban, colocando las velas encendidas en los escalones de piedra de la gruta.
Silvia Giuliano