Región San Pablo: La Custodia en Líbano, Siria y Jordania | Custodia Terrae Sanctae

Región San Pablo: La Custodia en Líbano, Siria y Jordania

La Custodia de Tierra Santa, entre los ocho países de Oriente Medio en los que trabaja, cuenta también con algunos conventos en Líbano, Siria y Jordania. Son las fraternidades de la llamada Región San Pablo, constituida hace aproximadamente diez años. “Dadas las dificultades políticas y logísticas que existen para ir a Tierra Santa desde estos tres países,  la región de San Pablo se creó para aumentar la actividad pastoral y vocacional, para realizar un esfuerzo adicional para la formación permanente y también para una mejor gestión económica”. Así lo explica fray Firas Lutfi, ministro de la Región San Pablo.

“El ministro y el consejo (compuesto por el vicario regional, tres consejeros y un secretario) también pueden discernir sobre los proyectos que conciernen a la región, siempre en sintonía y armonía con la Custodia de Tierra Santa”, continúa fray Firas. Después de varios años en Siria, actualmente el franciscano reside en el convento de Beirut, en Líbano, desde el que lleva a cabo su trabajo como animador de las fraternidades de la región. 

Los frailes que prestan servicio en Líbano, Siria y Jordania son treinta, distribuidos en quince conventos. Además del centro de acogida para los aspirantes a ser frailes de la Custodia, en Harissa (Líbano), en el territorio de la Región San Pablo también se encuentra la escuela de Tierra Santa de Amán (Jordania) y las parroquias (nueve en Siria y una en Líbano).  También hay frailes adscritos a los tres santuarios: el Memorial de Moisés en el Monte Nebo en Jordania (desde donde Moisés vio la Tierra Prometida antes de morir), el Memorial de San Pablo en Damasco (lugar de la conversión del santo) y la capilla de San Ananías (el mártir cristiano que hizo recuperar la vista a San Pablo y lo bautizó).

Una ocasión importante para reunir a los frailes de la Región San Pablo fue el capítulo que se celebra cada tres años y que este año tuvo lugar del 13 al 16 de enero en Amán.  Fray Firas explica que debido a la guerra en Siria y a la crisis económica en Líbano, fue difícil incluso intentar desplazarse y para los párrocos no fue fácil dejar sus actividades pastorales.  Pero esta vez la participación en el capítulo fue alta: veintiún frailes de treinta, además del padre Custodio Francesco Patton, el vicario custodial P. Dobromir Jasztal, algunos definitorios custodiales (P. Marcelo Cichinelli, P. Ibrahim Faltas, P. John Luke Gregory, P. Bruno Varriano) y el ecónomo de la Custodia P. Ramzi Sidawi. “Cada vez que nos vemos, sentimos la alegría de la fraternidad, porque creemos firmemente que estamos llamados a esto hasta el final – continuaba fray Firas -.  El capítulo es el momento de revisar también los muchos proyectos que iniciamos durante el conflicto sirio y una oportunidad para escuchar la experiencia de los frailes”.

El director de la escuela de Tierra Santa de Amán, fray Rachid Mistrih, habló de la importante función educativa y pedagógica de la escuela.  Respecto a Siria, se han hecho esfuerzos para entender cómo los frailes pueden estar cerca de la gente que sufre, qué hacer con el problema de la inmigración, cómo ayudar en las dificultades psicológicas de muchos niños con graves lesiones.  “En Siria tenemos también dos parroquias en la frontera con Turquía, en Knayeh y Yacoubieh, y sabemos muchos sacrificios hacen nuestros frailes para vivir en esa zona controlada por los yihadistas”, decía el ministro de la Región San Pablo.  “Fray Hanna y fray Luai, que trabajan allí, están dando ejemplo de amor gratuito y de abrazo abierto a todos”.  Los frailes se ocupan, de hecho, no solo de la pequeña comunidad católica que queda (compuesta por trescientas familias de católicos, armenios y ortodoxos), sino también de los musulmanes, muchos de los cuáles son refugiados a causa de la violencia continua en el resto del país.

“El coronavirus para Siria ha sido la gota que colma el vaso – afirmaba fray Firas –. Esta es una crisis que se añade a las muchas que los sirios afrontan cada día. En Alepo, donde he estado durante muchos años, sufren todavía las consecuencias de la guerra y ahora que empezaban a respirar, vuelve el miedo y la preocupación”. El 15 de marzo de 2020 se entró en el décimo año de guerra, pero una parte de Siria aún es zona caliente, la zona de Idlib y la frontera con Turquía. El reto ahora es cómo ayudar a la gente a quedarse en casa, para prevenir la propagación del virus, pero intentando garantizar una ayuda mínima y esencial, para que no mueran de hambre personas que, a menudo, trabajan por jornadas.

También Jordania ha pagado las consecuencias de la guerra en Siria. Cientos de miles de refugiados sirios viven en el país y ahora la economía está siendo probada duramente debido al cierre de los servicios y a las disposiciones para combatir el coronavirus, igual que se ha decidido en muchos otros países.

En Líbano las restricciones impiden salir de casa, excepto para las actividades esenciales, con el añadido del toque de queda nocturno. El país actualmente debe afrontar las consecuencias de la crisis económica. “Después de meses turbulentos de protestas en las plazas, calles bloqueadas y cierre de universidades, ahora es necesario lidiar con la pobreza y con una economía estancada”, explica desde Beirut fray Firas.

También para la Región San Pablo esta Semana Santa será distinta.  Las parroquias, cerradas para impedir la propagación del coronavirus y para respetar las disposiciones de las autoridades, intentarán trasmitir las celebraciones en streaming.  “Todos los párrocos se han comprometido a abrir una página desde la que trasmitir las misas y las personas harán comunión espiritual – concluía fray Firas –. Espero que podamos salir pronto de esta experiencia, enriquecidos, redescubriéndonos a nosotros mismos y a los demás y redescubriendo que Dios es Padre.  Él no ha querido esta pandemia, sufre con nosotros y nos colma de un amor infinito”.

 

Beatrice Guarrera